viernes, 9 de septiembre de 2011

Capítulo 7: “Jackson, es un secreto.”

El despertador sonó a las 6 de la mañana. Un sol extremadamente bonito, pero molesto, ya que me había despertado, junto al horroroso ruido del despertador, hizo que me despertara de golpe.
-¡Apágalo Channel!
-No te puedes quedar durmiendo. -Dijo mientras lo apagaba.
- Nos hemos acostado a las cuatro.
-Pues… será la única vez. Aquí nos acostamos a las nueve.
-¿Qué dices? ¡Es verano! 
Me levanté perezosamente de la cama y me estiré varias veces.
-Vístete. A las ocho y cuarto tenemos que estar en clase.
No dije nada, simplemente miré el móvil y vi diez llamadas perdidas y tres mensajes nuevos. Vi los mensajes.
De: Jackson.
Tonta, ¿cómo vas? Que no se te haga duro, llámame cuando quieras.
De: Allison.
Alex, cielo. Que estudies y así te vienes antes ¿eh?  Y que estoy saliendo con Alex, te quiero.
De: Adam.
Buenos días fea. ¿Cómo vas?

Todos los mensajes y las llamadas me dieron un montón de ánimo. Siempre es mejor pensar que al volver tendrás a tus amigos y familia para ti. O que te extrañan en este mismo instante. O que alguno de ellos está pensando en mí ahora mismo.
Tenía ganas de hablar con Jackson, ya que él para mí era como un hermano, lo quería muchísimo, pero no como novio ni nada así, sino como hermano, aunque no lo fuera, los dos lo sentíamos así.
Las clases eran iguales que en casa, pero se daban materias diferentes. No eran asignaturas, sino una especie de capítulos de libros. Era siempre el mismo profesor, el señor Norton. Era un señor viejo y calvo, con bigote. 
El primer capítulo: Controla tu poder. Fueron solo dos horas de clase y después fuimos a desayunar. Me senté con Channel y con Michael, los únicos a los que conocía. Michael se pasaba todo el desayuno mirándome, así que estaba incómoda.
-Channel, creo que esta tarde me voy a escapar de aquí. -Dije en voz baja para que sólo nosotros tres nos enteráramos. Parece que no les pareció bien, ya que sus rostros parecieron preocupados por un segundo.
-¿Qué dices? No puedes hacer eso.
-Sí, tienes razón Channel. Aquí no hay seguridad pero es difícil salir sin que te vean. Ophélia siempre está en la puerta. -Dijo Michael. Parecía interesado en que no me marchara, pero no le di importancia.
-Pues entretenedla hoy, por favor.
Me acerqué más a ellos y les mostré mi especial cara de cachorrillo.
-Está bien -dijo Channel-. ¿Pero cómo?
-Eso os lo inventáis vosotros. A las seis estaré lista para salir y vosotros para entretener a Ophélia. Tengo que ver a alguien.
-¿Se puede saber a quién? -Preguntó Michael.- Sólo es curiosidad.
-Un amigo.

A las seis me quedé en las escaleras, escondida mientras que Ophélia estaba en la puerta. Pasaban los minutos y empezaba a preocuparme. Seguro que se habían rajado. Cagados. Sólo les pedí un favor.
Cuando los maldecía por dejarme colgada, ambos aparecieron charlando tranquilamente. Me sentí mal por haberlos infravalorado. Me preguntaba qué harían para distraerla.
Channel se tiró al suelo y empezó a gritar.
-¡Ay, mi tobillo, me duele, creo que me lo he roto!
-¡Ophélia, Channel se ha roto el tobillo! -Dijo Michael mientras echaba un vistazo a las escaleras.
-Oh mon dieu!
La rolliza señora se acercaba corriendo hacia Channel y yo temía que se cayera de un momento a otro. Sus pies no daban para mucha distancia con esa falda de tubo color morado. 
Se va a caer.
-¡Llévala a la enfermería!
Cuando se retiraron bajé las escaleras en silencio para que no me oyeran y me detuve antes de cerrar la puerta. Michael me guiñó un ojo y le sonreí, en muestra de agradecimiento.
Fui a casa de Jackson y toqué a la puerta. Él mismo me abrió y parecía sorprendido.
-¡Fea! ¿Qué haces aquí?
-Me he escapado a hacerte una visita.
-Te pueden expulsar por eso, ¿sabes?
-Sí, algo tenía entendido.
-Aunque es un gran honor que te escapes por mí, no puedo charlar contigo ahora.
-Me he escapado por ti. ¿Me vas a dejar colgada?
-Mi madre está muy enferma, tiene que respirar a través de unas gomas. Debo estar pendiente de ella.
Una idea se me vino a la cabeza.
Jackson era mi mejor amigo, mi hermano y sabía todos mis secretos. Todos menos uno. ¿Qué podía perder contándoselo? Supongo que nada. Aunque no sé qué te harían si la Organización se enterara de que vas contando tu poder. ¿Te cortarían la lengua?
-Jackson, tengo que contarte algo. ¿Me prometes que no vas a decírselo a nadie?
-Te lo juro. ¿Qué pasa? Me estás asustando.
-Es un secreto. No se lo digas a nadie. Tengo poderes. Puedo curar a la gente con sólo tocarla.
-Alexia, ¿qué te han dado en ese colegio? Puedo hablar con tus padres y denunciarlos. Sólo dime qué te han dado.
-No es un colegio, es una asociación para gente como yo, con poderes.
-Venga, sí, claro, pasa y te tomas un vasito de agua, anda....
-¡Jackson que es verdad!
Me cabreó tanto, que lo empujé a un lado de la puerta y entré al salón de su casa. Allí estaba la señora White, blanca y desmejorada desde mi última visita, hace dos semanas. Irradiaba alegría, juventud. Ahora parece un cadáver andante y se me rompe el corazón verla así. Nunca he estado tan segura de algo. La voy a curar.
-Jackson, tápale los ojos a tu madre.
-¿Por qué? 
-No puede ver que soy yo o mis padres me matarán por contártelo.
-Vale, pero no va a funcionar. 
Se aproxima a ella y le tapa los ojos con el dorsal de su jersey. Después le coge la mano con su otra mano restante y le susurra:
-Mamá, te van a curar. No te puedo decir quién ni cómo, pero lo harán.
La Señora White no podía hablar. Sólo se escuchaban sus respiros forzados. Jackson parecía impaciente y se quedó mirándome detenidamente. Me acerqué a ella y posé mis manos en su pecho, como con el abuelo de Holly. Como no funcione, quedaré fatal y no tendré credibilidad nunca más. 
Me acerqué a Jackson y le abrecé.
-Tengo que irme. No le digas quien soy. Te quiero.
Salí corriendo mientras que oía a Jackson llorar y a la señora White dar las gracias al desconocido.
Alexia, la salvadora de vidas.

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