lunes, 22 de julio de 2013

Capítulo 40: "Me marcho a casa."

El sandwich "Michael" parece ser un plato estrella, Mich se lo ha comido en dos minutos y después se ha relamido los dedos una y otra vez. Bebe un vaso de agua de golpe y después se limpia los labios con una servilleta blanca.
-Me voy a las cuatro.
Jodido el cuento de hadas.
-¿A casa?
-Bueno, a casa... no. Tengo que buscar piso con el dinero que me preste Paul y devolvérselo cuando encuentre trabajo.
-Cómprate un móvil y me llamas.
-Lo que diga la señorita. -Dice mientras esboza una sonrisa y me conquista una vez más.
-Te voy a echar de menos.
-Yo más.
Me levanto y voy a por él, besando cada centímetro de sus labios y después dejando que me arrope entre sus brazos.
Se levanta y pone sus manos en mis caderas, caminando detrás de mí hasta el salón, donde da la noticia a Fabio. Éste se mete las manos en los bolsillos y se deja caer en el sofá.
-Putos dieciocho.
-No os preocupéis, Channel sigue aquí y tendré que visitarla a menudo.
Fabio no vuelve a abrir la boca y se levanta de golpe.
-¿Qué hacemos? Son tus últimas horas aquí.
Carol baja por las escaleras y se acerca a nosotros, sonriente.
-¿Qué tal? ¿Qué hacéis? -Dice mientras se coloca el pelo.
-Estamos pensando qué hacer para no aburrirnos. -Dice Fabio mientras la contempla de arriba a abajo.
-Eh, ¿y Angy? -Digo levantando la cabeza y examinando la habitación.
A las décimas de segundo, una imagen aparece en la habitación, de golpe. Es el cuerpo de Angy, que se encuentra sonriente y riendo a carcajadas.
-¡Coño, qué susto! -Dice Michael. -¿Qué haces?
-Practico con mis poderes. Me encanta asustar a la gente. -Y después suelta una carcajada.
-Fiesta de despedida.
La voz procede de la puerta de la cocina. Nos damos la vuelta para contemplar la cara de la voz, apoyada en el marco de la puerta con los brazos entrelazados encima de su torso, se encuentra Laura. La pesadilla despierta.
-Buena idea, gracias. -Dice Michael mientras sonríe.
¿Qué hace, a qué juega? ¿Ahora es amigo de Laura? Empiezo a frustrarme.
-¿Sí, verdad? Soy tan inteligente... -Dice mientras se toca el pelo en un golpe y lo coloca por detrás de sus hombros.
-Pero tú no estarás invitada, claro.
Ese es mi Michael.
-¿Por qué? ¿A tu novia no le gustan las fiestas? ¿Prefiere salvar gatitos al borde de la muerte?
La sonrisa de Laura aumenta por minutos. No me quita el ojo de encima, y cada vez me siento más impotente de no poder tocarla. Y las ideas me llenan la cabeza. No me parece tan mal idea ir a por ella, pegarle un puñetazo y acabar con todo. Después recuerdo que "Eso no es de señoritas", según Ophélia y además, que me destrozaría en un sólo golpe.
En cambio, Michael parece vencerse por momentos, como si ya estuviera cansado de todo, de todos.
-No, prefiero salvar vidas que quitarlas. -Digo sin darme cuenta.
¿Por qué he dicho semejante cosa? La pelea no iba conmigo, hasta que han nombrado mi nombre. Claro, es un buen motivo para hablar, que de otra forma u otra estés en la discusión. Las palabras han salido de mi boca sin mi consentimiento y de forma rápida y seca.
La sonrisa de Laura se borra unos segundos, mientras me observa de nuevo, sin apartar sus ojos de los míos. Su mirada quema, como una cerilla a punto de consumirse. Después, vuelve a sonreír y se retira de la puerta y camina hacia mí.
-¿Sabes qué, Alexia?
Espera mi respuesta, pero no la obtiene, así que, sigue hablando.
-No siempre en esta vida hay que ser buena. De hecho, tú no lo fuiste conmigo, ¿no recuerdas? Las buenas mueren pronto, las malas sólo mueren en las películas.
-¿Cómo puedes guardarme rencor por una carcajada? Fue sólo una risa, una risa procedente de una caída patosa. ¡No es para tanto! Yo también me he caído y también se han reído de mí, pero me lo he tomado con humor y yo he sido otra más que se ha reído de sí misma. Las personas mueren, antes o después, buenas o malas.
-Vamos Alexia... ¿Cómo puedes decir semejante tontería? Te reíste de mí, tú y tus amiguitos. Incluso Adam... -Dice mientras se toca la frente con la mano izquierda y retira por unos segundos su mirada de mí.
-¡Ah, ya lo entiendo! ¡Me tienes rabia por haber estado con Adam!
-¿El qué?
Los puños de Michael se endurecen, y me hacen recordar la pelea entre Adam y Michael, donde la única herida fui yo.
-¿Estuviste con Adam?
Sigue sin obtener respuesta.
-Querida... te tenía rencor por una risa, pero ahora... ahora me has contado la gota que derrama el vaso. Ahora sí que no vas a tener perdón.
La puerta se abre de golpe y la luz nos permite observar a dos cuerpos. Uno es más alto que el otro, casi una cabeza, y más delgado.
La puerta se cierra y descubrimos a Paul y a Adam (por mi sorpresa). Me vuelvo para contemplar la cara de Laura, que se peina el cabello con los dedos, y se moja los labios una y otra vez con la lengua.
-Hola chicos. Éste es Adam, el chico que sustituirá a Ophélia.
Después observo a Michael, que mira hacia otro lado mientras que la vena procedente del cuello parece que va a estallar de un segundo a otro.
Esto debe de ser una broma. ¿Adam? ¿Vivirá aquí todos los días, veinticuatro horas al día? ¿Tendré que aguantarlo?
Adam me observa y después, sonríe. Sus ojos azules me atraviesan los ojos y por un momento recuerdo aquel beso en la calzada de su casa, ¿en qué estaría pensando? Ahora estás enamorada de Michael. Quiero decir... te gusta Michael.
Adam se acerca a mí y me sonríe de nuevo.
-Vaya, parece que nos vamos a ver a menudo.
-Sí, qué guay. -Sonrío falsamente y siento cómo la mirada de Michael se clava en mí como mil puñales.