lunes, 25 de marzo de 2013

Capítulo 34: "Alexia es... mi... amiga."

Caminamos por el parque al menos dos horas. No hablamos mucho, sólo nos reímos, nos miramos y nos regalamos algún que otro beso.
Michael me mira mientras camina a mi lado.
-¿Tienes frío?
-No -afirmo-. El castañeo de los dientes es porque me gusta el flamenco. ¿A quién se le ocurre meterse en un lago helado?
-Al único Michael Tyler Hayes. Además, estaba casi helado.
Nos reímos y entrelaza su mano con la mía. El tacto de su piel me hace sonreír. Su mano es más grande que la mía y menos suave. 
Nunca he sido muy aficionada de las muestras de amor en público, pero a Michael no parece importarle que nos puedan mirar. De todos modos aquí estamos solos, así que me alegro de que me coja la mano y él no le de importancia a algo tan bonito para mí.
Intento silenciar el castañeo de mis dientes, pero el silencio hace que parezca una motosierra.
-¿Me perdonas si te llevo a tomar un batido? -pregunta, antes de sonreír-. Y una palmera, claro.
-Cómo me conoces, brivón.

Abro la puerta del coche y me monto, antes de que Michael haga lo mismo. Con una mano en el volante, se abrocha el cinturón sin ninguna dificultad. Arranca el coche y sale despacio del espacio con nieve. 
-Hay una manta en el asiento de atrás, cógela si tienes frío.
Intento cogerla sin levantarme, pero el cinturón que acabo de abrocharme parece impedirlo. Pulso el botón para quitármelo, me levanto y me inclino hacia delante para cogerla. Cuando me vuelvo, veo a Michael mirándome el trasero, que se había quedado a unos centímetros de su cara. Se da cuenta, y se tapa la boca mientras sonríe.
Vuelvo a mi asiento y me vuelvo a poner el cinturón, no sin antes sonreír y sonrojarme. 
-¿Qué, tenías buenas vistas desde ahí? -pregunto, mientras me pongo la manta encima.
-No estaban mal -afirma. Cambia de marcha y se le marca la mandíbula, otra imagen para el recuerdo.
Pone la calefacción, pero aún así, cuando llegamos seguimos mojados. Aparca en la penúltima plaza libre con gran destreza y reproduce un chasquido en forma de victoria.
Bajamos del coche y veo más el Londres que conocía. Andamos el uno al lado de otro y me fijo en la gente a nuestro alrededor. Veo a un grupo de chicos y chicas con skates y me acuerdo de mi pasado.
Puede sonar dramático, pero lo es: es pasado.
Michael pasa su brazo por mi cuello y me acerca a él. Ahí es cuando me doy cuenta de que mucha gente nos mira: estamos totalmente empapados y no parecemos preocupados.
Sigo andando hasta que él me da la vuelta y me indica que este es el local donde quiere entrar. Desde fuera, es una pequeña cafetería en la esquina de una de las calles principales de Londres. Abre la puerta y la sostiene para que pase después de él. 
Dentro, la cafetería parece más grande. Tiene una gran barra y algunas mesas repartidas por el local.
Me pregunta que dónde quiero sentarme y al encogerme de hombros, se ríe y nos sentamos en la mesa más cercana. Se sienta en el sofá de enfrente y se frota las manos, todavía frías.
-Un batido de chocolate para la señorita, ¿verdad?
-Creo que la oferta también ofrecía una palmera...
Produce una carcajada que hace que una camarera se acerque a nosotros. Saca una pda y cuando alza la vista, su mirada cambia.
-Michael -susurra-. ¡Cuánto tiempo!
Michael se levanta y la abraza mientras ambos sonríen.
-¡Cómo has crecido! ¿Pero cuántos años tienes ya? -pregunta la rubia, sorprendida.
-Cumplo dieciocho en dos días.
Intento sonreír cuando oigo eso y ella me mira. Coloco un mechón de pelo detrás de la oreja y después lo retiro rápidamente.
-Cómo pasa el tiempo. Y, ¿quién es esta chica tan guapa?
-Ella es Alexia. Ella es Ruth. Es mi...
Aún no hemos aclarado si somos novios, aunque creo que está bastante claro. Me río al pensar cómo intentará salir de esta.
-... amiga. 
-Claro, una amiga -dice sarcástica y me guiña un ojo. Vuelve a sacar la pda y Michael le dice lo que vamos a tomar. 
Cuando se va, muevo los pies debajo de la mesa esperando para comer algo. No me doy cuenta de que Michael se desliza en el sofá, así que cuando muevo el pie alcanzo su entrepierna. Él suspira y apoya la cabeza sobre la mesa, riendo. 
-¿Cuánto tiempo me vas a hacer aguantar? -pregunta, antes de rozar mi muslo con su brazo alrededor de la mesa.
Me da por reírme y sonrojarme, mientras él sonríe pícaro. Ruth trae el pedido y le doy gracias por no tener que responder a la pregunta de Michael. Él bebe su café a sorbos, pero sin embargo, yo termino mi batido y palmera en pocos minutos.
-¿De qué conoces a Ruth? -pregunto con la boca llena. Michael se ríe y yo trago-. Lo siento.
-Cuando iba al parque de antes, venía aquí y me refugiaba durante unas horas. Ella sabe lo de mis poderes y lo de mis padres. Digamos que lo de mi vida en general.
-¿Volvemos a casa?
Antes de razonar que la Organización no es mi casa, asiento. Él toma un último sorbo de su café y paga la cuenta. 
A veces pienso en mi familia. Por mi cabeza pasan fotos de mi hermana, mi hermano, mis padres, etcétera. Veo mi anterior casa, la actual, la de mis abuelos, la de mis tíos...
Y luego pienso en Michael. Pienso en él de pequeño perdiendo en sus padres, sentado en su cama del orfanato y su cara cuando nadie quería adoptarlos. Lo único que tiene él es a Ophélia y a Channel.
Me coge de la mano y se despide de Ruth antes de salir del local. 

Salimos del coche y lo cierra a distancia, mientras lo espero en las escaleras de la organización. Cuando me alcanza, subimos los dos juntos y me empuja un par de veces mientras reímos. La puerta principal está entornada y al entrar, Carol está sola en las escaleras con la cabeza entre las rodillas.
Me acerco a ella y espero a que su visión termine. Tirita durante un segundo y después saca la cabeza de su escondite y me mira.
-¿Cómo estás, Carol? ¿Otra visión?
Ella asiente y le toco la rodilla. Bufa irritada y espero a que me lo cuente o no.
-Alexia, he visto a Michael... de negro. Estaba llorando y el agua caía a su alrededor. Aparecía un número, que coincide con el día del mes de dentro de una semana.
-¿Qué quiere decir eso?
-Creo que era un funeral. Alguien va a morir.
Me pitan los oídos y creo que tirito. Ella me mira y me levanto, algo tambaleante.
Organizo mis pensamientos:
Michael se va en dos días.
Hay una muerte de alguien cercano a Michael en siete días.
Soy alguien cercana a Michael.
Puede ser un pensamiento negativo o realista. Puedo morir en menos de una semana. Y tiene sentido: no dependo de Michael, pero cuando él se vaya Laura tendrá más fácil su venganza.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Capítulo 33: "Eco."

¿Quiénes pueden ser los que no son vírgenes? Sé que Michael ha sido uno, pero no consigo saber los demás. No he oído ninguna palmada por donde estoy sentada, así que supongo que Carol, Valerie y Angy no han sido.
¿Fabio? ¿Bella? ¿Channel? ¿Alejandro? ¿Laura?
-¿Quién sigue? -pregunta Fabio, haciendo que deje mis pensamientos por un segundo.
Levanto la mano y Fabio sonríe y asiente. Se apagan las luces y Carol me aprieta la mano. Digo lo primero que se me pasa por la cabeza:
-Yo nunca he sentido nada por Carol.
Se oyen dos palmadas antes de que Carol me de un codazo en el estómago y me diga lo mala que soy.
Vuelven las luces. Nos miramos las caras, dos personas sienten o han sentido algo por Carol. Fabio y... ¿quién?
Al cabo de cinco minutos, no han hecho ninguna pregunta divertida y con jugo.
-Me aburre este juego -afirma Bella.
No puedo estar más de acuerdo con ella.
Carol, Valerie y Angy se estiran: se han quedado medio dormidas. Después se levantan poco a poco y se todos se marchan, exceptuando a Fabio y Michael, que se quedan conmigo.
-¿Quién siente algo por Carol? -pregunta Fabio, antes de tirarse a mi lado en el sofá.
-Tú y alguien más ha aplaudido.
Propicia una carcajada que hace que lo mire sorprendida.
-¿Qué te hace pensar que me gusta Carol?
-Dejemos a parte las obviedades -dice Michael, mientras ambos reímos. Se sienta a mi lado y me mira-. ¿Alejandro? 
La mirada de Fabio se reparte por segundos entre Michael y yo. Levanta una ceja y declara:
-No creo...
-Voy a averiguarlo.
Me levanto del sofá y Fabio me guiña un ojo. Salgo del salón y las busco en la biblioteca, la cocina y el jardín; donde están sentadas en un trozo de césped.
Me acerco a ellas y me siento al lado de Angy.
-¿De qué habláis?
-De Shakespeare no te jode. ¿De qué va a ser? -pregunta Carol, antes de soltar una carcajada-. De tu yo nunca, cabrona. 
-Han aplaudido dos, pillina. -Le doy pequeños toques en los costados con los índices-. Eres una ligona.
-Uno.
-No, dos.
-Una he sido yo.
Nos mira a todas y nos quedamos sin habla. Angy y yo nos tumbamos en el césped y no podemos parar de reír.
-Como iba diciendo, sólo ha sido uno. ¿Te imaginas que es Fabio?
-Ni idea -le digo, sonriendo-. Nos vemos después, tengo que hablar con Michael.
Es la primera excusa que encuentro para salir de allí y contarle a Fabio que Carol está colada por él. Camino hacia el salón, donde Fabio y Michael hablan tranquilamente. Lo primero que veo es a Michael asintiendo a algo que dice Fabio. Tiene la mandíbula muy marcada y se moja los labios en cuanto me ve.
¿A qué había venido yo aquí?
Me siento entre los dos y Fabio me mira expectante. 
-Aquí está La Celestina. La segunda palmada ha sido de Carol.
Fabio suspira, después se ríe y habla:
-Por eso me gusta...
-Hablando de confesiones -susurro-, ¿tú has aplaudido al yo nunca lo he hecho?
-Sí. ¿Por qué?
-Estoy descartando para saber quiénes son los que han aplaudido.
Michael y Fabio se miran y Michael rueda los ojos.
-Cotilla...
Odio el amor en público, así que le doy un pellizco en el pezón y él se echa hacia atrás de dolor. Se ríe antes de reincorporarse en el sofá y robarme un beso.
Me despido de los chicos y subo a mi cuarto. Cuando entro, no está Channel. 
Me fijo en que mi móvil está parpadeando, así que lo cargo mientras recojo un poco la habitación. Después lo agarro y veo que tengo algunos whatsapps: uno de Blanca, la chica de la cafetería y otro de Alice.
Ha cambiado su foto de perfil por una de Cristiano Ronaldo en ropa interior. 
Alice fea: 
Hola puta. Cuéntame cosas!!!
Yo:
No sé qué contarte. Hemos estado jugando a yo nunca y ahora estoy en mi cuarto
Y hay una chica rara que me mira con intención de cortarme en cachitos y dárselos de comer a mi perro
¿Tú te acuerdas de una chica de la que nos reímos porque se cayó trepando la cuerda?
Alice fea:
¿Qué pregunta ha sido la más interesante?
Será porque soy bastante mala, pero no
Yo:
Yo nunca lo he hecho. Michael, otro chico y alguien más que no sé han aplaudido
Es pequeña, castaña y tiene los ojos verdes o algo así
Alice fea:
Laura, ¿la chica que estuvo con Adam?
Yo:
k ise loka
Alice fea:
Es físicamente como dices y nos reímos de ella antes de que fuera novia de Adam y nosotros lo conociéramos
Yo:
Puede ser que sea ella, no sé
Alice fea:
La tercera es ella
Yo:
¿La tercera de qué?
Alice fea:
Que no es virgen. Adam siempre fardaba de que se la había tirado en dos días
Pobre chica
Sin responderle, suelto el móvil en la mesita y bajo las escaleras corriendo y saltándolas de dos en dos. En la última tropiezo y me choco con el sofá donde están Michael y Fabio. Michael me mira y corre hacia mí preocupado, me pregunta si estoy bien y les cuento que Laura es la tercera palmada.
-Parecía más monjita, ¿no?
-A mí no me mira como lo hacía la monja del orfanato -afirma, riendo.
Me siento entre los dos antes de que las chicas entren del jardín. Veo que Carol mira a Fabio y parece que Michael me lee el pensamiento: se levanta y se va a un sillón. Cuando se sienta, me mira y da un toque en él para que vaya a sentarme con él. 
Camino hacia él, no sin antes señalarle a Carol el sitio al lado de Fabio. Ella se acerca tímida y se sientan lejos uno del otro, aunque hablan entre ellos. Algo es algo.
Me siento entre las piernas de Michael en el sillón y apoyo mi cabeza en su brazo. 
Si pudiera elegir un momento que guardara para siempre, sería este. Piel con piel, en un cómodo sillón, caliente salón y Michael. 
Lo miro mientras mira hacia Fabio y Carol y cuando se da cuenta, me sonríe. Me da un  beso rápido y hablamos con Fabio y las chicas.
No es muy difícil adivinar que no presto ni pizca de atención a lo que dicen, pero hay un motivo más que razonable: Michael dibuja con su dedo índice un corazón en mi nuca y sus iniciales en mi brazo.
Cuando dibuja una M y una A en mi brazo lo miro.
-No pongas esa cara de cachorrito, Alexia. No me voy a la guerra.
-Cincuenta y seis horas...
-Esas son muchas horas, ¿sabes?
Nos reímos y él se pone serio.
-Espera. 
Se zafa de mí y se levanta y va hacia el despacho de Paul. Fabio me mira y yo no sé qué decirle que está haciendo, porque ni yo lo sé.
Creo que lo conozco hasta que hace este tipo de cosas. 
¿Querrá quedarse más tiempo? No creo que Paul lo deje y no quiero retenerlo aquí. 
Pasan lo que para mí son veinte largos minutos hasta que Michael sale de él sin alguna expresión. Me levanto del sofá, él se acerca y se sienta.
El corazón me va a mil y mi aliento lucha por tener algo de ritmo.
-¿Qué pasa? ¿Qué has hecho?
-¿Te apetece una tarde en Londres, solos? 
Sonríe de oreja a oreja y me besa. Subo a mi habitación y busco algo más arreglado que ponerme. Quizás vayamos a un restaurante bonito, o al cine, o al teatro...
No tengo mucha ropa de arreglar, así que busco como una histérica algo decente para ponerme. No quiero hacer esperar a Michael, así que me enfundo una falda de tubo negra, medias oscuras y unas botas negras. Me pongo una camiseta azul turquesa y una chaqueta negra. Me lavo los dientes, me echo un poco de perfume y lista.
Bajo las escaleras como Rose en Titanic y él se ríe a carcajadas. Cuando llego a él me coge la mano y la besa.
-Está guapísima. 
Aún con mi mano en la suya, me guía hacia la puerta y después al frío viento. Busca algo en su chaqueta y unas luces se encienden. Es un coche negro al otro lado de la acera.
-¿Es tuyo?
-De Paul. Me lo deja por esto de que dentro de nada tengo dieciocho.
-¿Sabes conducir?
-Según los policías y las multas, no -afirma, y yo retrocedo hacia la Organización-. Es broma, Alexia. Claro que sé.
Me abre la puerta del copiloto y me siento en el asiento de piel negra.
-Gracias -digo sonriente, antes de que cierre la puerta y se monte en el otro asiento.
Las llaves entran en contacto con la ranura y el motor ruge.
A veces mantiene la mano en la palanca de marchas y otras la pone en la barbilla. Otra imagen que guardaré para siempre.
-¿Cuánto queda?
-Unos diez minutos, tranquila.
No hablamos en el trayecto porque ni yo estoy segura de que Michael sepa llegar. Lleva unos vaqueros, una sudadera, un abrigo grande y unas botas oscuras. Como se presente así en el restaurante no nos dejarán entrar.
Michael aparca y no puedo ver mucho aparte de la nieve. Me abre la puerta y me ayuda a bajar. ¿Esto es Londres?
Estamos en un parque nevado, con un lago enorme apunto de congelarse.
-¿Y el restaurante? -pienso, pero sin darme cuenta lo he dicho en alto.
-¿Pensabas que iba a gastar nuestra preciosa tarde en un restaurante lleno de gente donde no puedo concentrarme en el sonido que haces cuando te ríes?
Sonríe y yo le doy un golpe en el hombro. Se coloca a mi lado y dibuja el horizonte con una línea que hace su mano.
Es un escenario gélido, triste y bonito. Tal y como me gustan.
-Pero si es primavera, ¿cómo puede estar nevado?
-¿Aún no conoces Londres? El clima va como quiere.
Me mira y echa a andar. Lo sigo sintiendo el frío en la nariz y el sonido que hacen mis botas en la nieve. Me paro a contemplar el lago y toco el trozo de hielo que acaba de formarse hace unos segundos.
-¿Qué haces, vienes? -grita Michael, mientras me hace un gesto con el brazo.
Me lleva unos cinco metros y corro para alcanzarlo. Me monto a su espalda y me lleva a caballito.
-¿Cómo es que conoces esto?
-De pequeño, no quería estar en el internado y me marché en autobús a Londres. Cuando llegué empecé a seguir las calles sin rumbo, hasta llegar aquí. 
-Es bonito -susurro y él asiente-. ¿A cuántas chicas has traído aquí? 
-A ti y a mi ex. 
-No soy la primera...
Él se ríe y me mira sonriente.
-¿No crees que es mejor ser la última?
-Eres feo, tendré que ser la última... 
Reproduzco una carcajada que creo que hace eco en todo el parque nevado.
-Te lo has ganado.
-¿Ganarme el qu...?
Antes de terminar, se da la vuelta y se dirige al lago. Se mete de lleno en él y sus vaqueros empiezan a empaparse. En menos de un segundo el agua llega hasta su cintura y también a mis botas.
-¡Michael! ¡Para, para!
Vuelvo a gritarlo pero parece que no me hace caso y se sigue introduciendo. Siento el agua en los tobillos y vuelvo a gritar.
-¡Vale, lo siento, lo siento! -chillo alterada-. ¡Perdóname!
Se queda donde está unos segundos antes de dar la vuelta y salir del lago.
-Tendré que hacerlo... 
Me deja en el suelo y se ríe a carcajadas.
-No le veo la gracia. Ahora estoy congelada. Te odio.
-¿Crees que los feos somos cabrones? Sólo por saber.
Sigo andando y él me sigue. Me hago la enfadada para ver lo que hace. Me sigue corriendo y se pone delante de mí, cortándome el paso.
-Ha sido una broma, Alexia. No te lo tomes así.
Mis dientes empiezan a castañear y me noto los pies congelados. Me quedo ahí, mientras veo cómo Michael me mira los labios y se lanza a mí.
Me agarra ambos lados de la cara con sus manos y sus labios se funden con los míos morados y fríos. Cuando me separo de él (después de bastante tiempo), sonrío.
-Estaba fingiendo, Michael. No estaba enfadada.
Se agacha y me tira una bola de nieve a la pierna. Suelto una carcajada y él sonríe.
-Ojalá este parque pudiera guardar el eco de tu risa para siempre.

martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 32: "Menos de 56 horas."

Cuando me quiero dar cuenta, salimos de la cafetería y andamos por Londres.
Voy la última, andando mientras miro mis pasos, que parecen de hormiga. No quiero avanzar, que se pare el tiempo. Todos los demás están delante, riendo y contando anécdotas de sus anteriores vidas.
Es irónico que lo describa así: anteriores. Pero es cierto, todo lo que teníamos antes ha desaparecido.
Aparece Fabio, que se aleja del grupo y viene hacia mí.
-¿Estás bien?
-¿Tú lo sabías? -Le pregunto aún mirando mis pies.
-Sí.
Mi mirada se levanta y le miro a los ojos. Fabio sabía que Michael se iba, que se iba dentro de dos días y no me dijo nada.
-No quería contártelo yo, creía que era algo que tenía que contarte él.
-Sí, lo entiendo perfectamente.
Aparece un silencio, que no se rompe ni con los chillidos de Carol al contar que se cayó por las escaleras de pequeña. Esos silencios que tanto odio, de los que ocultan miedo. Miedo a equivocarnos, a decir alguna estupidez... Y tengo miedo, pero no quiero que se note por un maldito silencio.
-¿Qué crees que debo hacer?
Fabio, que tiene la mirada en Carol, me mira y se coloca las manos en sus bolsillos.
-Quizás... no sé. Pasa lo que te queda de tiempo bien con él. ¿No crees?
Estoy de acuerdo. Lo de Michael es algo irreversible, se va a ir sí o sí. ¿Por qué no dejar mi miedo aparte y disfrutar lo que me queda?
-Pero él está enfadado.
-¿Enfadado? Que va. Tiene miedo -dice Fabio mientras me mira.
-¿Miedo, Michael? ¿De qué?
-No quiere perderte. Piensa que cuando vaya le vas a olvidar. Yo ya le dije que no le olvidarías -afirma, encogiéndose de hombros y sonriendo-, pero él cree que no es memorable. No quiere pasarlo mal.
Trago saliva. Michael tiene miedo. El mismo Michael que parece una roca inescrutable. 
Miedo. Por mí.
El corazón me late deprisa. Todo el mundo sabe que no podría olvidar a Michael ni con una eternidad.
No hacen falta más palabras. Fabio me abraza por las calles de Londres mientras Michael nos mira de vez en cuando, con el labio aún lleno de sangre.
Nos montamos en el autobús, y sigo sin intercambiar ni una palabra con Michael. Lo pienso y me pregunto para qué me sirve el orgullo. Voy a acercarme un poco a él cuando veo cómo mira por la ventana con el ceño fruncido.
¿Y para qué sirve su orgullo? Él también podría hacer algo.
El trayecto se me hace corto y bajamos del autobús. Al entrar al internado, veo cómo Paul intercambia miradas con Michael, seguro que van a hablar de su ida. Michael está detrás de mí y me giro para verlo.
Trágate el puto orgullo, Alexia.
Lo agarro del brazo y lo arrastro hasta la primera habitación que veo. Entro y él me sigue despacio.
-¿Qué ocurre? -pregunta mientras cierra la puerta.
Me desprendo de un gran peso al verlo tranquilo y hablando. Le agarro de la muñeca y lo siento en una silla que está a dos zancadas de nosotros. De pie y él sentado, me quedo a su misma altura. Me coloco en frente de él y pongo mi dedo índica encima de su labio durante unos segundos.
El silencio me da asco. Me pone enferma. Lo odio.
Cuando lo retiro, la herida ha desaparecido.
-Gracias -susurra, mientras me mira.
-De nada. 
Intento sonar enfadada, pero no sé si funciona.
-Siento no habértelo contarlo antes. Lo siento.
Lo miro y me muerdo el labio. Me coge la mano y la protege entre sus dos manos. Después, las separa y entrelaza nuestros dedos.
Sé que está mal y que quizás no tendría que pensarlo; pero creo que el perdón de Michael es verdadero y que si yo hubiera estado en su lugar hubiera hecho lo mismo. Pensándolo bien, es una tontería.
-No te preocupes, no pasa nada. ¿Cuándo te marchas?
-Dentro de tres días. Paul me deja un día después de mi cumpleaños para hacer las maletas.
Aún cogidos de la mano, me desplaza mediante un tirón a sus piernas. Acerco mi rostro a su cuello y me quedo un rato así. Sus dedos juegan con los míos y de vez en cuando recorre mi espalda debajo de mi ropa con su mano.
-¿Celebraremos tu cumple? -pregunto, cuando consigo despegarme de él.
-Supongo que sí.
Sonríe y yo me río. Me agarra de la cintura y deja un beso en mi mejilla. Mis brazos cuelgan de su cuello, mientras que los suyos descansan uno en mi cintura y el otro en mi muslo.
-¿Tienes miedo?
Su mirada es fulminante, como si de algo malo se tratase.
-No -niega. 
Me río, recordando lo que Fabio me ha contado antes. Nos callamos y el silencio que tanto odio me parece agradable. Nos miramos a los ojos, esos verdes como un bosque inescrutable. Su brazo va acariciando en sentido vertical mi muslo. Se acerca a mí y nuestros labios se rozan por unos instantes.
-¿Eres virgen? -pregunto. Al darme cuenta de lo que he dicho, me tapo la boca.
Ríe a carcajadas, provocándome la risa. Soy idiota.
-No.
Abro los ojos como platos y él se ríe. Menudo pillín Michael...
-Cuando tenía dieciséis. Con mi ex novia, la chica con la que estaba hace poco para darte celos. -Sonríe-. ¿Tú?
-Sí.
-¿Por qué preguntas? 
Muestra una sonrisa torcida y me guiña un ojo. Me río a carcajadas y él sonríe.
-¡Sólo era curiosidad! Idiota...
-Alexia, ¿sabes que nos quedan menos de cincuenta y seis horas juntos?
Le pego en el hombro y él me besa.
-Es broma. Ya sé que quieres llegar virgen al matrimonio -bromea y nos reímos-. Pero no sé si aguantaré.
-Entonces ya puedes salir por esa puerta. Quiero guardarme casta y pura para el gran momento.
Mira al suelo y se levanta de la silla. Se dirige a la puerta y agarra el pomo de la puerta.
-Que te vaya bien en tu espera. -Me mira y abre la puerta.
Corro hacia él y me montó en su espalda. Se ríe a carcajadas mientras me carga a su espalda. Me baja un segundo, se da la vuelta y me sube a su cintura. Me apoya contra el marco de la puerta, de forma que la cierro. Me acerco a sus labios y nos besamos. 
Pasamos unos minutos así hasta que me baja. Abro la puerta y salimos riéndonos por el pasillo. Lo miro y tiene los labios rojos e hinchados. 
Miro a un lado y él me pasa el brazo por el hombro y me acerca a él.
-Michael -lo llamo, y él me mira-. ¿Cómo conociste a la chica con la que estabas si no has salido del internado?
-Tenía poderes. Mover objetos con la mente. Los controló y se marchó. No he sabido más de ella. 
Sin querer, lo pienso: nos va a pasar lo mismo. Nos olvidaremos y cada uno rehará su vida. Porque la Organización es eso: un paso de una vida antigua a la nueva. Qué triste y bonito a la vez.
Lo miro y niego con la cabeza.
-Tranquila, cuando me vaya sabré cosas de ti. Me compraré un móvil, hablaré contigo e intentaré venir todos los días para verte a ti y a Channel.
Me besa y cuando nos separamos, sonreímos. Espero que sea verdad, que no nos olvidemos.
Fabio aparece y nos mira sonrientes. Seguramente es el que más se alegra cada vez que nos ve juntos.
-Hola chicos. Hemos quedado para hacer algo en el salón. ¿Venís?
Asiento y mientras Michael se aleja hacia el salón, camino junto a Fabio.
-¿Lo habéis arreglado? -pregunta, sonriendo.
-Sí. Bueno, cuando se vaya Michael me cuidarás tú, ¿no?
-Por supuesto. -Sonríe y me da un beso en la mejilla.
Al llegar al salón, todos están sentados en sofás, sillones, sillas... Quedan tres sitios restantes: uno al lado de Angy, Carol y Valerie. Otro al lado de Laura y otro al lado de Alejandro. Me voy con Angy, Valerie y Carol. Todas me dan un beso, me dan la mano, etc. Parece ser que todo el mundo sabía que Michael se iba menos yo. Fabio se sienta al lado de Laura, seguro que porque Michael le ha contado la historia y  no quiere armar una pelea cuando está a punto de irse. Y Michael se va con Alejandro.
-¿A qué vamos a jugar? -pregunta Bella, mientras muerde un lápiz sentada en un sillón cinco veces mayor que ella.
Fabio dice que jugaremos al "yo nunca" y yo explica. "Yo nunca" consiste en apagar las luces, alguien dice una frase como "Yo nunca me he caído por las escaleras" y quién lo haya hecho o le haya pasado, tiene que dar una palmada.
Es un juego estúpido, pero es genial para intentar averiguar cosas sucias de los demás.
Fabio dice que apaguen las luces y que él empieza pregunta. Carol me agarra la mano cuando todo está oscuro. Tiene miedo a la oscuridad.
-Yo nunca lo he hecho.
Carol se ríe a carcajadas antes de preguntar:
-¿El qué? ¿Estudiar?
- Ja-ja. Qué graciosos -afirma, mientras todos nos reímos-. No joder. ¡Que aplauda el que no sea virgen y punto!
Se oyen tres palmadas de las diez personas que nos estamos allí. Se encienden las luces y todos nos miramos a todos.
Michael hace el papelón de su vida mirando a todos serio y con el ceño fruncido. Cuando llega a mí muestra una pequeña sonrisa que hace que muestre un hoyuelo y me guiña el ojo.
Uno ha sido Michael, ¿pero y los otros dos que han aplaudido?

domingo, 10 de marzo de 2013

Capítulo 31: "Negro."

Bajamos las escaleras a trote, yo por delante de él. Estoy tan nerviosa que no puedo dejar de moverme. No sé qué haré si veo a mis amigos.
Cuando llegamos, nos damos cuenta de que somos los últimos y todo el mundo nos mira. En fin, la puntualidad nunca ha sido mi punto fuerte.
Me muevo sin cansarme y Michael me coge de los hombros para pararme. No me pregunta que qué pasa, supongo que sabe lo que me preocupa. Me quita el pelo de la nuca y deja un beso que recorre todo mi cuerpo.
Paul sale de la habitación junto al señor Norton, hablando y gesticulando con las manos. Paul se dirige a nosotros.
-Iréis a dar una vuelta por la ciudad, como todos los meses. Esta vez iréis con el señor Norton. -Este, al oír su nombre, se coloca las manos en forma de jarra en la cintura.
Paul nos dice que pasemos por la puerta para contarnos y no perder a ninguno. Soy la última en salir, después de Bella y Michael.
Cuando subo al autobús, no conozco a casi nadie. Sigo el pelo rojo de Bella y los demás nos hacen señas para indicarnos que están al final del autobús. MichaelAngy, Bella, yo y Valerie vamos en los cinco asientos de atrás. No quedan más, así que se Carol y Fabio se sientan justo delante de nosotros.
Los veinte minutos del trayecto se basan en risas y tonterías, absolutamente olvidando la Organización y nuestros poderes. Por un rato somos chicos normales que hacen una excursión.
El autobús se detiene de un golpe y hace que me choque con el asiento de delante. Todos se ríen a carcajadas y Michael parece que va a morir de un ataque de risa.
Cuando tocamos el suelo, todos pegamos patadas al aire para que nuestras piernas dejen de estar dormidas. Bella bromea con Fabio hasta que le da una patada en la barriga. Todos reímos y Bella le pregunta que si está bien. Fabio, entre una risa, la despeina y le dice que se lo hará pagar.
-A ver -grita Norton, para hacerse oír-. El grupito de graciosos, que empiece a andar ya.
La mirada que nos echa podría matarnos, así que caminamos por las calles de Londres, la ciudad que echaba tanto de menos. Huele a pan, metal e hierba recién cortada.
El Señor Norton propone tomar un café. Todos aprueban la decisión y aunque a mí no me gusta el café, me alegra estar en un sitio cerrado para no ver a mis amigos por las calles.
Vamos a una cafetería encantadora y grande. Recuerdo a Roxy, la camarera con más vitalidad y a la que le agradezco que me enseñara a valorar mi juventud.
Lo siento Roxy, no he seguido tus consejos. Estoy con el rubio asqueroso que me dio un puñetazo.
El timbre de la puerta se oye con cada persona que entra, así que la camarera nos mira con cara de asco cuando el sonido se repite treinta veces. Hay más gente, pero la mayoría de gente del local somos nosotros. Todos piden café, así que yo me dirijo a la barra para pedir algo distinto. La camarera se acerca con algo que parece un móvil para apuntar el pedido.
-¿Qué querías? -pregunta. Cuando voy a hablar, me doy cuenta de que no me mira a mí, sino a mi derecha.
-No, ella va antes -dice la chica de mi lado, señalándome.
-No, pide tú, me da igual. -Sonreímos las dos a la vez.
-Parecemos dos enamorados.
Suelto una carcajada y ella sonríe. La camarera golpea la barra con la mano, furiosa.
-No tengo todo el día, ¿qué queríais?
Pido un batido de vainilla y ella de chocolate.
-¿Se ha pensado que somos bolleras? -pregunto.
-Me temo que sí. -Ríe-. Por cierto, me llamo Blanca.
Es morena, con el pelo más o menos por el pecho, de ojos oscuros. Es de mi estatura y está delgadita.
-Alexia, encantada.
Es el momento incómodo en el que no sabes si dar dos besos. Ella sonríe y nos damos dos besos.
-¿Eres de Londres?
-Sí -respondo-. ¿Tú?
-No, estoy de intercambio. Ya sabes, quería un cambio.
-Te va a encantar Londres. Los batidos llegan a los pocos segundos y cada una coge el suyo.
-¿Me das tu número para mantener el contacto?
-Nunca he llegado tan lejos en mi primera cita, pero está bien. -Sonrío y ella se ríe.
Es muy simpática y me cae bien, así que: ¿por qué no? Le digo los números mientras ella los apunta, sonriendo.
-Genial, lo tengo. Te daré un toque cuando llegue al colegio. Encantada de conocerte.
-Igualmente.
Cuando vuelvo a la mesa, me siento entre Angy y FabioAngy no ha pedido nada, así que compartimos el batido. Valerie cuenta algunos chistes malos y todos reímos, incluso el señor Norton, que parece más jóven así. Viendo a todo el mundo reír, me falta el sonido de una carcajada. La de Michael.
Me acerco a Fabio y le susurro:
-¿Y Michael?
-Ha salido hace unos minutos a la calle...
Me levanto para ir a buscarlo y le digo a Norton que voy a buscarlo. Él accede a regañadientes. Fabio me agarra el brazo y me pregunta:
-¿Te acompaño?
Asiento y él me sigue. Salimos a la puerta, pero no vemos a Michael por ahí. Así que decidimos dar una vuelta por los alrededores, porque empiezo a preocuparme. A los quince minutos, al pasar por un callejón, encontramos dos sombras.
-Es ese.
-¿Cómo lo sabes? -pregunta Fabio.
Ni yo lo sé, supongo que es la forma recta de su espalda, el pelo rizado y las piernas algo musculadas y flexionadas. No respondo y por instinto avanzo por el callejón, seguida de Fabio susurrándome que es mejor que llamemos a Fabio.
Aunque es de día, parece que el callejón está inmerso en la oscuridad de la noche invernal. Se oyen gritos procedentes de las sombras, es decir de Michael. Siento cómo me tiemblan los dedos y Fabio se da cuenta.
-Quédate aquí. -Fabio desaparece en el callejón y sólo se puede ver un poco de su sombra.
Me quedo quieta, sin oír ni un ruido. No sé si porque todo está en silencio o porque no quiero oír nada. Pasan unos minutos (no sé cuántos) en los que pienso si debería ir, pero no quiero desobedecer a Fabio. Si me ha dicho que me quede aquí, es porque no es seguro. Pero tampoco me caracterizo por seguir órdenes.
Cuando doy unos pasos para adentrarme al callejón, aparecen dos sombras que se acercan a mí. Michael se tapa la boca con una mano y Fabio va mirando al suelo, con las manos en los bolsillos.
-¿Qué ha pasado? -pregunto, mientras me incorporo a su lado.
Nadie contesta. Odio que hagan eso.
-Michael, ¿qué ha pasado?
No contesta. Fabio me mira sin contestar, cómplice de Michael. Él me mira y niega con la cabeza, pero Fabio ya debería saber que no me voy a callar. Ya me imagino la frase que Michael le ha dicho: "no le digas nada de lo que ha pasado a Alexia".
¿Pero qué ha pasado?
Creo que Fabio no tiene culpa de esto, así que me callo hasta llegar a la cafetería. Fabio entra y Michael casi lo consigue pero agarro su brazo y lo giro hacia mí. Al hacerlo, su mano cae y deja ver su boca, ambas manchadas de sangre.
-¿Qué ha pasado? -pregunto mientras le toco el labio. Muestra una cara de dolor.
-Entra a la cafetería. -Agarra mi brazo y tira de mí.
-No. -Consigue arrastrarme unos centímetros. -Suéltame, me haces daño. -Al oír las palabras, me suelta.
Michael bufa y yo suspiro. No voy a darme por vencida, nunca lo hago.
-Entra, por favor -susurra, suplicando.
-No hasta que me lo cuentes.
Cierra los ojos y calla durante unos segundos.
-No quería tomar nada, así que salí fuera. Un tío ha pasado por delante de mí y me ha pisado el pie. Entonces le he dicho que mirara por dónde iba, pero ni se ha disculpado. Al revés, me ha dicho que me dieran por el culo. Y eso nos ha llevado al callejón, donde nos hemos peleado. ¿Contenta? -pregunta-. Entra ya.
-¡No! -grito-. ¿Qué cojones te pasa? No eras así.
-No me pasa nada. Entra.
-Vuelve a decir entra y te juro que lo próximo que sangrará será tu mejilla -digo, y él sonríe-. Qué te pasa.
-Cumplo dieciocho en dos días.
Junto las cejas sin comprender nada. Cumplir dieciocho años es algo bueno, así que no entiendo por qué se pone así. Al ver mi expresión, sigue.
-Me tengo que marchar de la Organización cuando los cumpla.
No tengo reacción. Ni me muerdo los labios, ni lloro, ni sonrío, ni lo abrazo... Nada.
-¿Estás bien? -Continúa Michael.
Asiento, porque las palabras se me han acabado. Entramos a la cafetería y por cómo me miran mis compañeros sé que: o nos han visto o ven mi cara de shock.
¿Qué se supone que voy a hacer sin Michael?
Vale, sé que parece una locura, apenas lo conozco, pero es con él es con el que paso más tiempo.
¿Y si Laura se decide hacerme algo?
Él es el que hace que me relaje.
Me digo que debo dejar de pensar. Vuelvo a la realidad al escuchar a Angy sorbiendo el final del batido, en el que no queda nada. Pero no estoy en mí, ahora no intento pensar.
Mi mente no está en blanco. No es en blanco en lo que pienso, sino en negro.