viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo 44: "Vida corriente."

El despertador suena a las nueve de la mañana. Es mi primer día fuera de la asociación. Me siento extraño. La cama, la mesita, un móvil... todo es diferente de mi vida hace unas horas. Aunque agradezco no tener que levantarme a las siete de la mañana.
Me despido del recepcionista y salgo del hotel. Ando hacia la primera parada de autobús. El próximo que va hacia la calle New Via pasa en sólo diez minutos.
Las puertas del autobús se abren y la gente empieza a llenar sus asientos. Cedo el mío a una señora embarazada, que me lo agradece con una gran sonrisa.
Algunas adolescentes me miran y cuchichean. En cierto modo me recuerdan a Alexia. ¡Mierda, Alexia!
Saco el móvil y marco su móvil. Siete bips y después salta el contestador.
¡Hola! Soy Alexia. Si no te lo cojo es porque no me caes bien o no quiero hablar contigo. O estoy ocupada. Bueno, deja tu nombre y mensaje y te llamaré más tarde. Si quiero. ¡Besos!
Después un breve pitido.
El sonido de su voz le hace sonreír.
-¡Hola, pequeña salvadora de vidas! ¿Cómo has dormido? Yo bien. Voy a New Via a mirar pisos. Espero verte esta noche. -Piensa en decir algo más. Mejor no. Va a colgar el móvil cuando se anima.- Te quiero. -Y cuelga.
Cierro algunos botones de mi chaqueta negra al bajar del autobús. Me despido de las adolescentes con una sonrisa y después gritan. Menudo frío. ¡Parece mentira que estemos en primavera!
El primer piso era demasiado cutre y caro. El segundo era normal e igual de caro. El segundo era un loft carísimo.
Al final de la mañana, mis dedos marcan un número y coloco el móvil en mis oído. Al segundo bip, una voz femenina responde.
-¿Paula? Soy Michael.
-¿Qué Michael? No conozco a ningún Michael.
-Soy un chico de la asociación de Paul Saller.
-¡Ah! Encantada, Michael. ¿Qué querías?
-Paul me comentó que tú te ocupas de todos los papeleos para... ¿cómo decirlo? Para... existir.
-Sí -comenta mientras ríe-. Me ocupo de los carnets, libro de familia, etcétera.
Una pausa aparece en la conversación.
-¿Para qué necesitas todo eso? -Sigue hablando Paula.
-Verás, he cumplido dieciocho años y he salido de la asociación. Tengo que alquilar un piso y necesito mínimo un carnet.
-Está bien, pásate por la calle South y lo solucionamos todo. ¿Tienes fotos?
-No. Iré ahora mismo y me haré un par. Nos vemos en un rato.
-Calle South, número diez. ¡Nos vemos!

El flash me aturde unos instantes. He entrado en la primera tienda de fotos que he visto. El chico parece bastante profesional. La barba de tres días, los ojos verdes, el pelo negro alborotado, la gorra marrón, las gafas de pasta negra, la camisa blanca, los pantalones marrones y... ¿unas converses?
Me dice que cuál me gusta más, pero verdaderamente me veo igual en todas. Me dice que en la segunda salgo más guapo y la chica que lo acompaña asiente con una sonrisa. Le doy cinco euros y me da las siete fotos de carnet.
Camino de nuevo hacia la calle South. No está demasiado lejos según el fotógrafo.
Un cartel azul con letras blancas anuncia mi destino. Toco el timbre en la casa número diez y una chica contesta.
-¿Si?
-¡Soy Michael!
-Te abro, te abro.
Subo las escaleras de dos en dos y toco el timbre al llegar arriba. La chica rubia me abre la puerta y me dice que pase. Recorro el largo pasillo hasta una aparente sala de estar. Ella se sienta en uno de los sofás y me indica que puedo sentarme en el otro.
-Procedamos. -Dice la rubia de ojos marrones.-¿Nombre?
-Michael.
-¿Michael qué mas?
-Tyler Hayes.
-¿Fecha de nacimiento?
-Dieciseis de abril.
-¡Eso fue hace dos días! Felicidades con retraso.
-Gracias.
Se aproxima a mí y me da dos besos.
-¿De dónde eres?
-De aquí, de Londres.
-¿Tienes las fotos?
-Sí, aquí tienes. -Me aproximo a ella y le doy una de las siete fotos recientes.
-Fírmame aquí. -Me ofrece un bolígrafo y lo hago.- Lo tendré listo en dos minutos.
Se marcha hacia el pasillo y desaparece. En su ausencia, me detengo en observar la sala.
Es totalmente blanca, llena de cuadros. Uno es de una chica de espaldas, otro del mar y sus grandes olas. Hay dos sofás, y un sillón pequeño, ambos de color rojo. Un gran escritorio color blanco y una silla del mismo. Está cubierto de folios, lápices, bolígrafos. Delante del escritorio, una gran ventana con vistas al centro.
-Listo. Aquí tienes. -Dice mientras se acerca por el pasillo y me lo entrega cuando ya está en la sala de estar.
-¿Cuánto te debo?
-Nada, tranquilo. Invita la casa.
-Está bien, muchas gracias.

Al bajar del piso de Paula, llamo a la segunda dueña del piso que he visto. El normal y caro. Espero que con el sueldo de la cafetería me de para pagarlo. Marco los números y la voz femenina responde casi al instante.
-¿Dígame?
-¡Hola, Mamen! Soy Michael, el chico de esta mañana. Estaba interesado en el piso.
-¡Genial! Firmamos cuando quieras.
-¿Qué te parece ahora mismo? Quiero instalarme esta tarde.
-¡Claro! Vente al piso con el DNI y una fianza de doscientos euros.
-Ahora nos vemos, adiós.
Y sin esperar respuesta, cuelgo. Menos mal que durante estos dieciocho años en el internado he ahorrado algo. Paul sabía que me tendría que ir al fin y al cabo, así que me daba diez euros semanarios. En total, ahora tengo mil euros.
Al llegar al hotel de nuevo, recojo las maletas de mi habitación y pago la estancia de una noche en recepción. Quince euros.

-¿Sólo traes eso de equipaje? -Pregunta Mamen al verme sólo con dos maletas.
-Sí. He estado toda mi vida en un orfanato, así que no tengo nada más.
-Oh, lo siento... A veces debería ponerme una cinta en la boca y no hablar nunca. Lo siento, de verdad.
-No pasa nada, estoy acostumbrado. Aquí tienes los doscientos euros. -Digo mientras saco la cartera de la maleta y saco de ella veinte billetes de diez.
-Muy bien. -Dice mientras cuenta en alto.- Firmemos.
No me detengo a leer el contrato, ya que Mamen no tiene pinta de ser una estafadora. Cojo el boli que me ofrece y firmo en el espacio en blanco.
-¿Me das tu DNI?
Asiente varias veces y me lo devuelve.
-Está bien -continúa-. Vendré a cobrar el treinta de cada mes. ¡Nos vemos!

¿Cómo he podido ser tan imbécil? Después de comer una hamburguesa en un sitio de mala muerte, he estado pensando que tendría que coger el coche para ver a Alexia. Y no tenía ganas de conducir. Entonces caí en ello. Mis poderes. ¿Acaso soy tonto? Me puedo transportar cuando quiera, a donde quiera. Hoy. A la asociación.
Y es ahí donde estoy ahora. Exactamente, en el baño de mi habitación. Salgo de ella y me encuentro a Fabio y a Alexia embobados mirándome.
-¿Estoy soñando? -Dice Alexia con la boca abierta.
-Si es así, yo también estoy soñando, porque lo estoy viendo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Capítulo 43: "Sigo enamorado de ti."

Atravieso el parque al que me llevó Michael. El lago ya no está helado como la última vez. El agua fluye y algunos patos nadan cómodamente. Veo a una pareja reír. El chico coge a la chica de la cintura y la presiona contra él. Se lanza al lago con ella y la chica grita irritada. Después le da un beso cariñoso en los labios y él sonríe. Es la misma escena de Michael y yo el otro día. Sonrío al recordarlo, pero no por mucho tiempo. La sonrisa desaparece cuando descubro que es Michael el que está besando a la chica y sonríe. La chica rubia y con el pelo largo posa sus manos en su nuca y dirige las manos del chico a su trasero. ¡Michael me está engañando! Se veía venir, lo sabía. Corro hacia ellos enfadada y sin aliento. Las palabras flotan por todo mi cerebro y sólo son insultos. Abro la boca, pero no sale ninguna palabra. Un ruido molesto sale de ella y Michael levanta una ceja y la chica ríe al contemplarme.
Levanto sobresaltada al oír el ruido del despertador. Lo apago y me incorporo en la cama. "Todo ha sido una pesadilla", intento decirme a mí misma. Pero todo era tan real... que empiezan las dudas.
Contemplo a la rubita del pelo corto contemplándome extrañada.
-¿Qué pasa?
Está totalmente vestida, peinada y aseada. 
-Nada. Una pesadilla. ¿Ya estás lista?
-Sí. No podía dormir. Me he levantado hace una hora. Aunque he estado toda la noche sin dormir, dando vueltas en la cama. Me he tomado un café y me he arreglado.
La observo mejor. Me detengo en sus ojos. Están totalmente rojos e hinchados, además, unas ojeras cubren la parte inferior de ellos.
-¿Estás bien? -Digo mientras me acerco a ella.
-Sí. Todo está bien. Nos vemos abajo. ¡No llegues tarde! 
Agarra su cartera y antes de salir me dedica una sonrisa. Aunque se le nota a leguas de distancia que es falsa.
Me examino en el espejo. Tampoco yo estoy decente. Me costó horrores conciliar el sueño y cuando lo hice, tuve una pesadilla que pareció durar horas. Tampoco tengo ganas de sonreír, y el sueño no es causa de ello.
Dejo caer la toalla rosa que rodea mi cuerpo. Después de haberme duchado, siento que el aire helado me azota el cuerpo. ¿Aún estamos en primavera? Londres es tan variable, hace un frío de mil demonios.
Los vaqueros negros son una gran opción. Una camiseta larga de color gris y converses blancas. Opto por una coleta alta, ya que no tengo ganas de arreglarme el pelo.

-¡Buenos días, Alexia! -Dice una voz masculina detrás de mí.
Por un momento pienso que es Michael, que me está esperando con un croissant y que me dará un beso de buenos días. Pero al girarme todas mis expectativas desaparecen. Es Adam, que ha dejado tirada a Laura mientras hablaban para acercarse a mí. Ella me mira expectante.
-Buenos días. -Respondo sin ningunas ganas.
¡Lo que me faltaba, que Laura se pensara que quiero algo con su amor platónico! Será mejor ser borde.
-¿Qué tal has dormido? 
-Bien, bien. Me voy a clase.
-Oye, ¿leíste mi privado en Tuenti?
-Sí, lo hice. Así que sabes que tengo poderes...
-Sí, ¡es genial! Tú salvas vidas, ¿no? Es un poder genial.
-Sí, totalmente genial. -¿Cómo puede ser tener un poder tan genial como él dice? Es una completa mierda. Contemplo al Señor Norton andar deprisa con rumbo hacia el aula. ¡Estoy salvada! - Lo siento Adam, tengo que irme a clase. 
-Luego hablamos.
"Mejor nunca".

No me fijo en ninguno de mis compañeros. Atiendo totalmente al Señor Norton, que habla sobre los poderes con buen fin. Como el mío.
"Siempre es mejor salvar que destrozar, recordad esto. Y nunca, nunca, utilicéis vuestro poder para el mal. Sólo os dará problemas. El mal es adictivo."
Verdaderamente es una mierda ser una chica buena. Mi poder no sirve para defenderme, ya que si me hacen daño, no puedo curarme a mí misma. Tampoco puedo curar un daño que se produzca por amor. Ni puedo salvar a alguien de una muerte por vejez. Sin embargo, los malos pueden hacer daño a quien quieran.

-¡Alexia, espera! -Grita Adam mientras corre detrás de mí.- Quería hablar contigo.
Paro y lo contemplo a mi lado. 
-Habla.
-Verás... Siento haberte hecho daño.
-¿A mí? No me has hecho daño.
-Vamos... cuando te dije que me había enamorado de otra, ¿no te enfadaste?
-Para nada. Yo ya tenía a Michael. 
La cabeza me va a estallar. Y con esto y lo de Michael, el corazón y mi cuerpo pesan toneladas. Decido soltar algo de peso y quedarme agusto.
-Además, me di cuenta de que eras un cabrón sin sentimientos que sólo quiere enamorar a cuantas más chicas, mejor. Fui una más de la colección durante unos días. Pero Michael me ha llenado de una forma de la que tú no harías ni en mil vidas. 
Tomo aire y respiro. ¡Me he quitado mínimo quince kilos de encima! Ahora me siento como nueva. En cambio, la cara de Adam refleja tristeza.
-Ah. Sí. Está bien saberlo. Yo sólo quería decirte que sigo enamorado de ti. Pero si es eso lo que piensas de mí... será mejor olvidarme de ti.
"Lo siento. Lo siento mucho, no quería decir eso".
-Sí, será mejor que lo hagas, quiero a Michael.
Otro peso menos de encima. Me siento genial, llena de energía y con peso pluma.
Adam se marcha andando a paso lento y con los manos en los bolsillos. 
El peso vuelve a mí y me hace sentir peor que antes. ¿Cómo he podido ser tan cruel con él? Está bien, no quiero nada con él, pero no tenía que haber sido así de dura. Recuerdo sus ojos azules mirándome y diciéndome que seguía enamorado de mí. ¡Qué cruel he sido!
-Espera, Adam. -Digo mientras corro y me aproximo hacia él. En cambio, él no para como yo anteriormente. Le agarro el hombro y le hago parar.- Espera. Tengo. Que. Coger. Aire. Siento haber sido así de brusca. Pero yo quiero a Michael. Lo siento, de veras. Podemos ser amigos.
-¿Le quieres?
-Sí. Creo que sí. Creo que estoy enamorada de él.
-¿Más que lo que lo estabas de mí?
-De ti nunca estuve enamorada. Fueron sólo unos días. Con Michael han sido algunos más, aunque no muchos más. Pero ha sido muy intenso. Peleas, reconciliaciones, besos, abrazos, llantos... No sé cómo explicarlo.
-Está bien. No pasa nada. Siento haberte dicho que seguía enamorado de ti.
-¡No! Seguro que encuentras a una chica mejor que yo. Conozco a una chica a la que le encantaría estar contigo.
-¿Quién, mi madre? -Dice con media sonrisa, que me transmite a mí.
Señalo hacia la chica castaña que contempla melancólica las vistas desde la ventana.
-¿Laura? Eso es agua pasada.
-Pues a ella le sigues gustando. Tú verás lo que haces.
Camino hacia el comedor sin mirar atrás y sin esperar respuesta de Adam.
Cojo una bandeja roja y recorro la mesa buscando qué comer. Un plato de pasta y de ensalada. Sigo con rumbo hacia una mesa vacía. Examino mi lado izquierdo. Hay un gran plato lleno de sushi. Los ojos se me llenan de lágrimas y miro las mesas para demostrar que Michael no está. Y así es, no está. Después, mi reloj. ¿Qué estará haciendo ahora mismo mi viajero preferido?

lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 42: "¡Te quiero!"

Estamos en la cocina. Sólo han pasado diez minutos desde que Michael se ha ido.
Fabio me ha acompañado y se ha sentado conmigo para comer algo. ¿Para qué queríamos ir al comedor? En la cocina podemos hablar más tranquilamente.
-Te he dicho que no te preocupes. Va a estar bien, Alexia.
-Ahora mismo no puedo hacer otra cosa. Supongo que se me pasará mañana. O pasado. O al otro.
Se acerca a mí y me da un abrazo tierno y de larga duración.
-¿Qué quieres comer? Hoy cocino yo.
-Tengo ganas de pasta.
-Macarrones para la señorita más guapa de la organización. Bueno, la segunda.
-¡Es cierto! ¿Qué tal con Carol?
-Emmm... no sé cómo describirlo. Es cierto que nos besamos el otro día, pero nada más. Ella se muestra muy tímida.
-¿Hablo con ella?
-No,no. No te preocupes. Hablaré yo con ella.
-Sí... hablar... -Suelto una risita y Fabio una carcajada.

Me conecto a Tuenti para pasar el rato. Channel no está en la habitación, algo que se convierte en rutina últimamente. El reloj del escritorio del ordenador marca las ocho de la tarde. He estado hablando con Fabio más de dos horas y después me he quedado dormida en la cama.
Varias novedades. Sólo cumpleaños de gente. Por fin se han acabado los mensajes cotillas. Excepto dos, de Adam. El primero es de hace ayer, a las ocho de la tarde.
Tengo que hablar contigo inmediatamente. Es urgente.
El segundo, es de hace unas siete horas.
Alexia, no has contactado conmigo, te contaré todo por aquí. Paul me ha contratado para trabajar en tu internado. Sé que tienes poderes. Nos vemos pronto.
¡Y ahora me conecto, soy genial!
Voy hasta mi perfil y veo mis visitas. Han subido dos mil desde que llegué. Entonces me detengo en mi foto de perfil. Es la foto de mi cumpleaños en la asociación, de mi primera noche aquí. Salgo riendo con Michael. Todo está pensado. Imprimo la foto y llevo la flecha hasta los ajustes. Borrar cuenta. Entonces un mensaje gigante se muestra en la pantalla.
¿Está seguro de borrar su cuenta? No podrá recuperarla nunca. 
Marco el sí y aparezco de nuevo en la página principal de Tuenti.
Me acerco hasta la pared y agarro el cuadro con una tortuga y un dedo en la boca, en señal de silencio. Saco esa espantosa imagen y coloco la que acabo de imprimir. Vuelvo a colocar el cuadro y reparo en que Channel está en la habitación. Sola. Se queda mirando el cuadro unos segundos y habla.
-Esa foto os la eché yo, ¿no?
La sonrisa que muestra es de todo menos esperada. ¿Querrá hacer las paces conmigo?
-Sí. Fue el día que llegué.
-Me sigues cayendo igual de bien que cuando llegaste, aunque lo hayamos estropeado.
-¿Acaso quieres...
-... hacer las paces? Sí. Sin duda que sí. Laura me ha estado contando lo que tenía pensado para ti. Y me he dado cuenta de que es de todo menos buena. ¿Quieres hacerlas?
-¿Cómo sé que esto no es parte de su plan?
-Sólo confía en mí. No te haría tal cosa. Al fin y al cabo somos... ¿cuñadas? Me resulta raro decirlo. Mi otra cuñada era una pija sin cerebro, con la que no me llevaba bien. Contigo es diferente. Me gustas para mi hermano. Le das un toque de locura pero a la vez tranquilidad. Se nota que está muy enamorado de ti. -Dice mientras sigue mirando la foto y de vez en cuando se fija en mí y sonríe.
Hagamos un inciso. ¿Enamorado? Las mariposas vuelan hasta mi estómago con la intención de destrozarlo. ¿Esto se supone que es el amor? Mamá, deberíamos ser como los americanos, y hablar de estos sentimientos más a menudo. Volvamos a esto. ¿Y yo, estoy enamorada de Michael? Yo diría que ...
-¿Qué, quieres hacer las paces? -Dice Channel cortando todos mis pensamientos.
-Sí. Me fío de ti.
Se acerca a mí y me abraza fuerte.
-Sé que este día ha sido duro para ti. Tanto como para mí. Ahora que sentimos lo mismo, quiero volver a ser tu amiga. Como antes.
-Hecho.
Me tiende su meñique y sellamos el trato. Sonríe y me guiña un ojo. Entonces, el teléfono suena. Me acerco hasta la mesilla de noche y descubro siete Whatsapps, y una llamada de un número desconocido. Pulso el botón verde y oigo una voz masculina a través del teléfono.
-¡Pequeña salvavidas! No te he olvidado aún. -Dice y después suelta una carcajada.
"Y espero que no lo hagas nunca, porque yo te quiero". Me quedo con las ganas de pronunciar esa frase, pero pronuncio otra diferente.
-¡Más te vale que no, transformador de la barrera temporal!
-¿No podemos acortarlo? Dime más bien... No sé... ¡Viajero! ¡Gran viajero!
-Dejémoslo en viajero, anda.
Suelta una carcajada y sigo hablando.
-¿Dónde estás?
-En un hotel. Mañana busco piso. Intentaré acercarme por la noche. Además, intentaré sacarme el carnet pronto.
-¿Por?
-No lo tengo aún. Así que no podré visitarte con el coche. El autobús me deja a dos kilómetros de la organización. Seguiré andando.
-¡Mich! -Dice Channel mientras que se acerca al teléfono. Se lo tiendo y empieza a hablar con su hermano. -¡Sí, lo hemos arreglado! Sí, todo está bien. Sí. ¡No, qué va! Vale. Sí, sí. Mañana nos vemos, entonces. Adiós, adiós. Toma.
Me vuelve a tender el teléfono y Michael habla.
-¡Está bien, Alexia! Mañana nos vemos. No tengo dinero para estos gastos. ¡Te quiero!
El mundo se para a mi alrededor y siento que me voy a desplomar al suelo.
-Te quiero.
Y cuelgo el teléfono. Channel me mira con una media sonrisa.
-¡Uh, uh! Te quiero... -Dice en tono burlón e imitándome. Después pone una cara embobada y sonríe- ¡Cómo se nota que estás enamorada! Incluso tanto como a mi hermano.

domingo, 4 de agosto de 2013

Capítulo 41: "La pequeña salvadora de vidas y el transformador de la barrera temporal."

-Genial, ahora el gilipollas éste aquí y yo me tengo que marchar.  -Dice Michael después de que Adam se haya marchado junto a Paul a su despacho.
-¿Tienes miedo de que me enamore de él o qué? Ya estoy enamor... ya me gustas tú.
Sonríe y me acaricia la mejilla derecha con su mano derecha. Suelto una carcajada y me mira desconcertado.
-Aún recuerdo cuando me besaste la mano el primer día que llegué.
-Sh, eso fue un fallo técnico. -Ríe- Fui un poco pringado.
-A lo mejor si no lo hubieras hecho no me gustarías.
Fabio aparece y se dirige a Michael.
-¿Qué vamos a hacer? Son las doce de la mañana. Nos quedan cuatro horas.
-Tres. Tengo que hacer la maleta.
-Bueno, tres.
-¿Ponemos música en mi habitación y venís todos?

Son las una de la tarde, y nos encontramos en mi habitación. Hemos tenido suerte, Channel no está en ella.
"Another One" de Conor Maynard suena a todo volumen. Fabio baila con Carol. Michael con Bella y Alejandro. Y yo con Angy y Valerie.
Las tres horas pasan en un abrir y cerrar de ojos, y veo cómo Michael se acerca a mí.
-Voy a hacer la maleta. ¿Vienes? -Susurra en mi oído, rodeándome por detrás de la espalda.
Me estremezco al sentir sus labios en mi oreja y asiento. Michael dice a todos que va a hacer la maleta y que a las cuatro los verá abajo, en la puerta principal. Antes de salir me mira y se pasa la mano izquierda por su cabello rubio.
Salgo por la puerta y me dirijo por los pasillos hasta su habitación. En la esquina, una mano me agarra el brazo y me mueve hasta otro pasillo.
-¡Joder, qué susto, Michael!
-Pobrecita... -Dice mientras sonríe y me guiña un ojo- Me gusta que me llames Michael, en vez de Mich. Parece un nombre de una ardilla. -Ríe- Bueno, ¿qué quiere hacer la señorita?
-Te acompaño hasta tu cuarto y haces la maleta.
-Ya la tengo hecha.
-¿No habías dicho...?
No me deja terminar y sigue hablando.
-Alexia, te creía más lista... Era para estar contigo.
Se acerca más a mí y me besa. Siento su sonrisa mientras nos besamos, y una vez más no creo que mañana no le vaya a dar los buenos días.
-Una vez más, ¿qué quiere hacer la señorita?
-No lo sé... ¿Qué se puede hacer en una sola hora?
-De todo. -Dice guiñándome el ojo.
-Marrano. -Digo mientras le doy un golpecito en el hombro y suelta una carcajada.
-Eres tú la que ha pensado mal. Podemos ir al jardín y tomar el Sol. Apreciamos mejor a la gente en silencio. ¿No crees?

El verde adorna el lugar. La fuente expulsa agua a través de la boca de una tortuga. Los árboles están totalmente poblados de flores. Los bancos, con unas pequeñas enredaderas a los lados. Las flores que adornan gran parte del césped llevan dentro de ellas unas mariquitas y por suerte, ninguna abeja.
Michael me guía hasta un lugar en frente de la fuente, debajo del sauce llorón; donde sólo hay césped. Se sienta apoyado en el tronco y yo dejo caer mi cabeza en sus piernas, mientras él me acaricia el pelo. Los minutos pasan en silencio, pero este silencio no es de los que odio. Es un silencio cómodo. Y Michael lleva razón, apreciamos mejor a la gente cuando todo está en silencio.
-¿Centro o afueras? -Dice con una sonrisa en sus labios.
-¿Qué?
-¿Qué lugar preferirías para vivir? Para buscar piso y eso.
-Mmmmm... Me gusta el centro. Pero me gustan las afueras, para que vengas a visitarme más a menudo.
-Viviré en el centro y te visitaré muy a menudo. Te lo prometo.
Me tiende su meñique y sellamos el trato.
-Las promesas no se rompen. -Dice mientras deja un beso en mi frente. -Tienes que apuntarme tu número, por si algún día no puedo venir. -Continúa diciendo.
-¿Acabamos de sellar el trato y ya pones excusas? Así no Michael, así no. -Sonrío- Cuando vayamos a por las maletas te lo apunto. ¿Cuándo encontrarás trabajo?
-Tengo una entrevista mañana de camarero.
-¿Dónde?
-¿Recuerdas al bar donde te llevé en nuestra escapada al lago? Justo ahí.
-Me gusta el lugar. La camarera es majísima y está en el centro de Londres, conseguirás bastante dinero.
-Espero. A lo mejor no me cogen.
-Vamos Michael, la camarera te tiene muchísimo aprecio, seguro que lo hace.
-¿Siempre tienes que tener la razón?
-Sí. He de confesarlo.
El silencio reina de nuevo la conversación y no puedo aguantar más.
-¿Qué pasa si te enamoras de otra?
La cara de Michael primero es desconcertante y después sonríe.
-Eso no va a pasar.
-¿Y si pasara?
-No va a pasar. ¿Quién va a existir mejor que tú, mi pequeña salvadora de vidas?
"Mi pequeña salvadora de vidas". Ahora no veía tan malo tener poderes, todo sonaba más bonito desde sus labios. ¿Por qué no habría venido antes a esta maldita asociación?
-Habrá mejores que yo. Y más guapas. Y con mejor cuerpo.
-Dudo mucho que haya alguien mejor que tú. En todo caso, no te pongas en eso.
-Sólo quiero pensar en negativo, así, pase lo que pase, no estaré tan deprimida.
-Alexia, no va a pasar nada, ¿vale? Confía en mí.

Las pesadas maletas manejadas por Michael bajan las escaleras ruidosamente. Son las cuatro y cinco minutos y todos nos encontramos en el portal de la asociación. Incluso Paul. Incluso Channel y Laura. Incluso la bibliotecaria.
El primero en despedirse es Alejandro. Se dan un gran abrazo pero no consigo oír lo que éste le dice al oído. Lo mismo me pasa con Fabio, del que sólo oigo un "yo la cuido, pero preocúpate de cuidarte tú". Valerie, Bella, Angy y Carol se despiden después. Más tarde la bibliotecaria. Después Laura. Y más tarde Adam (estos dos últimos sólo con un apretón de manos y bajo la mirada malvada de Michael).
Repaso la habitación y veo que sólo quedamos por despedirnos Paul, Channel y yo. El primero es Paul, que le da unas llaves a Michael y un abrazo totalmente descomunal. Escucho un "es todo tuyo", supongo que refiriéndose al coche.
-Ya sólo me quedan mis dos niñas.
Channel y yo nos miramos y recuerdo los primeros días de nuestra amistad. ¿Cómo podía haberme reemplazado por tal monstruo?
-Yo primero. Así os dejo solos. -Se acerca corriendo a Michael y se pone desconsoladamente a llorar- Ven... Ven a visitarme todos los días. Y tráeme chocolate, ¿entendido? Te voy a echar mucho de menos. Cuídate mucho.
-Vendré. Cuídate y no te fíes de esa Laura, no es trigo limpio. -Se dan dos besos y otro abrazo, y Channel se marcha desconsoladamente hacia la asociación.
Su mirada se clava en mis ojos y más tarde en mis labios. Y de nuevo en mis ojos.
-No llores, pequeña salvadora de vidas.
¿Llorando? Me toco las mejillas y efectivamente, están llenas de lágrimas y ni siquiera me he dado cuenta. Sencillamente no puedo hablar, porque produciría un ruido incomprensible, un gruñido de monstruo. Me lanzo a sus brazos y me abraza. Después me separa y me deja a unos centímetros de sus labios, hasta que se acerca más y los toca. Siento cómo las lágrimas tocan sus mejillas y me doy cuenta de que esto está ocurriendo de verdad. Su mano derecha pasa a mi cintura y mis brazos a su cuello. Nos besamos tan apasionadamente que no sé describir el tiempo que pasamos así.
-No me enamoraré de otra chica que bese como tú, tenlo claro. Te voy a echar de menos, pequeña.
Observo sus vaqueros, de los que asoma el papel con mi número. Respiro hondo y me dirijo a decir algo que se entienda.
-Como lo pierdas te mato. Llámame esta noche mismo.
-Tengo que comprarme un móvil, pero lo haré. -Sonríe y vuelve a besarme.- Te voy a echar de menos, mi pequeña salvadora de vidas.
-Y yo a ti, transformador de la barrera temporal.
Lo veo marcharse mientras sonríe. Al girarme, descubro a Fabio mirándome.
-Estará bien. -Dice con la voz más dulce que le he oído desde que nos conocemos.