martes, 11 de febrero de 2014

Capítulo 52: "Nos vemos en mis sueños."

-¿Vas a ducharte ahora o después?
Estoy tumbada en la cama de Michael, exhausta.
-Alexia... -dice Michael, mientras se para al lado de la cama.
-¿Si?
-Te repito, ¿vas a ducharte ahora o después?
Reproduzco un sonido gutural y él se ríe.
Me levanta y me coloca en su espalda. Su espalda contra mi pecho. Me lleva hasta el baño y me suelta. Después me trae un par de toallas y me besa dulcemente en los labios.
-¿Cómo es que no estás cansado? Yo no he hecho nada y creo que voy a morir.
Las comisuras de sus labios se elevan.
-No sé. Supongo que chinchar a Ophélia cuando tenía cinco años ayuda a mi resistencia.
Al decir eso, aprieta los labios y la mandíbula.
Me apoyo en la pared y dejo que mis manos toquen su mandíbula, que se tensa aún más.
-Te quiero. Lo sabes, ¿verdad? -susurra, y yo asiento.
-Yo también lo hago.
Le atraigo a mí y nos besamos.
-Está bien, dúchate -dice, y se marcha.
Me desnudo y el agua caliente me ayuda a despejarme. Me gustaría quedarme durante horas allí, respirando aire más puro.
Cuando me estoy enjabonando, escucho el sonido de la puerta al cerrarse. Me asomo, dejando ver sólo mi cara.
Michael me sonríe.
-¿Qué haces? -Le pregunto, y él se quita la camiseta. Después los pantalones, y por último, la ropa interior.
Sé que es idiota, pero me da vergüenza que me vea desnuda.
-¿Qué... qué haces? -Pregunto de nuevo. Él se introduce en la ducha y me mira, expectante.
-Ahorrar agua. Mi sueldo en la cafetería no es algo excepcional, ¿sabes?
Una sonrisa pícara aparece en su rostro. Se apoya en la pared y me atrae a él.

-No mires -le digo, sacando la ropa de mi mochila. Él sonríe y se tapa los ojos con una almohada.
-Ya te he visto desnuda.
-Me da igual, tápate -suelto, y me pongo una camiseta ancha y unos vaqueros.
Salto encima de él y le quito la almohada. Él sonríe, y pone sus brazos sujetando su nuca. Me coloco el pelo a un lado del cuello, y me agacho para besarlo.
Un pequeño beso y me separo. Él sigue con los ojos cerrados y levantando la cabeza para besarme de nuevo. Río.
Otro pequeño beso y esta vez, sus manos viajan hasta mis caderas. Se incorpora y se sienta.
Llaman a la puerta.
-Michael... -digo en sus labios.
-¿Mmmmm?
-Están llamando.
Se separa poco a poco y va hasta la puerta, llevándome detrás de él por la mano.
Alan me sonríe.
-Siento lo de esta tarde, ¿estás bien?
Lleva una caja de bombones y una nota: ¿Me perdonas?
-Creo que te amo -le digo, y cojo la caja-. ¿Queréis? -pregunto, mientras la abro. Michael coge uno de chocolate blanco en forma de corazón, y yo uno de licor.
-Pasa -le dice Michael, y Alan accede.
-Esta noche juega el Manchester. ¿Lo veremos?
Instantáneamente Michael me mira.
-Yo tengo que irme pronto. Lo siento.
-Vamos, la primera parte -dice Alan, y Michael me sonríe.
-¿La qué?
Ambos sueltan una carcajada, y Michael me rodea con los brazos.
-Mi Alexia... -dice, y respira cerca de mi pelo-. No te preocupes, nos vemos en Carriage.
Alan me despide con dos besos y se marcha.
-Voy a terminar odiando el fútbol por tu culpa.
-Ah, ¿que no lo haces ya? -pregunta, mientras me besa la mejilla.
Se va hacia la cocina y sonríe.
-¿Tienes hambre?
-Muchísima.
-¿Qué quieres cenar? -dice, y se acerca al frigorífico- Las opciones son un yogourt, y una naranja podrida. Apetitoso, ¿verdad?

Devoro un donut de chocolate mientras Michael se toma un café.
-No vas a cambiarte, ¿no?
Pienso que es un novio celoso, y el estómago me da un vuelco. Según las charlas del instituto, así empiezan los maltratos.
-Así vas preciosa -susurra, y bebe un trago-. Iremos directamente a Carriage, tendremos más tiempo para nosotros.
Todo son tonterías en mi cabeza. Michael es un chico simpático, divertido, sexy y alagador. Nada celoso. Y por eso lo quiero.
-¿En qué piensas?
-En nosotros -digo, y él sonríe.
-¿Nosotros?
-¿Quién nos iba a decir que terminaríamos así?
-Yo. Lo sabía.
-Sí, claro -digo, y le saco la lengua.
-Lo digo en serio. El primer día pensé que eras preciosa. En tu cumpleaños me sonreías y me encantaba ver que querías echarte fotos conmigo...
-Eras tú el que querías -bromeo, cortándolo.
-Siempre pasaba tiempo contigo y Channel -continúa, como si no me hubiera oído-. Creo que me enamoré de ti el día en el que te pegué. Me sentí como una mierda. Como un cabrón.
-No me pegaste, Michael...
-Y fue a peor cuando nos peleamos en las escaleras. Quise... desaparecer.
Me acerco a él y me abraza, protegiéndome. Inhalo su olor y me abrazo a él.
-Vamos a ver ese partido.

Las bocinas suenan en todo el bar. La gente grita los nombres de los jugadores cuando el balón llega a ellos.
Los nachos llegan ardiendo, y Ariel se quema al intentar comerlos. Al ver que me río, me dice:
-La sirenita nunca comió caliente...
Michael llega unos minutos más tarde, con dos bufandas del Manchester. Me coloca una a mí.
-Yo no soy del Manchester. No soy de ningún equipo.
-Pero yo soy del Manchester, así que apoyarás a mi equipo, ¿no? Por mí -dice, y pone una cara de cachorrito.
-Pero no sé cómo se anima a un equipo.
-Sólo grita "¡uy!" cuando esté cerca de la portería. El Manchester son los de rojo.
Me sonríe y pide una cerveza.
-No sabía que te gustara la cerveza -le susurro.
-Ni yo, hasta hace dos días.
La camarera se la trae, y me acerca a él.
-¿Vendrás a verme mañana?
-Espero poder ir, pequeña salvadora de vidas.

2-0. Manchester gana. Michael rompe en un grito de alegría y choca los cinco con todos sus amigos. Me despido de todos, y me dicen que los visite más a menudo, que les ha encantado conocerme.
Michael me lleva al baño y después a un callejón.
-¿Por qué no el baño?
-Se preocuparían al ver que no salgo.
Me agarra de la mano y me lleva a la organización.
En mi habitación, Channel duerme. Michael la ve y la abraza. Después le da un beso en la frente.
Se da la vuelta y me mira.
-Márchate ya, mañana estarás muy cansado en el trabajo.
Me besa muy dulce, y siento cómo sonríe.
-Nos vemos mañana -digo.
-En mis sueños.
Y desaparece.