miércoles, 21 de septiembre de 2011

Capítulo 10: “Alex, tú le gustas.”

La cena fue normal, silenciosa. Nos fuimos a la habitación. Estaba preocupada. 
Exactamente no sabía por qué. Estaba nerviosa por quedar con mis amigos, pero creo que lo que verdaderamente me preocupaba era Michael. Y su comportamiento.
-Channel -digo, y ella me mira con una sonrisa-, ¿tu hermano no se comporta… raro?
-¿Raro?
-No sé. Lo noto extraño.
Hace un breve silencio mientras dobla una de las camisas limpias y la guarda en el armario.
-No sé. Será... porque le gustas.
Se gira para ver mi expresión. Y me gustaría verla hasta a mí misma.
-¿Qué? Es mono... pero yo estoy con Adam. Mañana hablaré con él.
Ella sonrió, a saber por qué y dijo algo bajo que no pude descifrar. 
Se metió en su cama, y yo en la mía aunque no pude dormir demasiado con el lío en mi cabeza.
"A Michael le gustas", me decía una y otra vez.
¿Era coña? A mí me gustaba Adam, aunque Mich era mono y tal. No quería defraudar a ninguno. Quedaría de amiga con Mich, y pareja de Adam.

El despertador sonó a las 7:30. Por lo menos, hoy no estaba tan cansada.
Me levanté, bajé las escaleras y busqué la habitación de Michael.
-¿Podemos hablar?- Le dije cuando abrió la puerta.
-¿A las siete de la mañana?
Estaba muy mono recién levantado. Llevaba unos pantalones de cuadros como los míos, y y una camiseta de manga larga roja, a juego con el pijama. A diferencia de la mía, que era olímpica de color gris. Le empujé y pasé dentro. 
-Pasa ¿eh? -Dijo sarcástico con una sonrisa tonta en la boca. Sus dientes como perlas brillaban.
-¿Por qué te comportas así conmigo?
-¿Así? ¿Así cómo?
-No sé. ¿Acaso te gusto? -Le dije, y se tocó el pelo varias veces.
-No. ¿Por qué ibas a gustarme tú?
En cierto modo me dolió ese "tú". ¿Acaso quería decir que era demasiado para él?
-Pues vale. 
Cuando salí a la puerta, giré el pomo y al intentar bajar una de las escaleras unas manos fuertes y grandes se enredaron en mis caderas y me atrajeron al dueño.
Michael.
-¿Qué, qué...? -Pregunté, pero las palabras restantes quedaron en el viento, a espera de ser oídas.
Los labios de Michael me habían silenciado.
Sabían a azúcar, como la de los donuts recién horneados.
Al separarnos, mis ojos quedaron cerrados y mi boca, abierta, durante un instante. Cuando por fin pude concentrarme, él me miró satisfecho, con una sonrisa burlona y apoyado en el marco de la puerta.
No iba a dejar esto así. ¿Qué se pensaba que era? ¿Una cualquiera que besa a todos los chicos?
Mi mano estalló en su mejilla, y él me miró asombrado.
Bajé los escalones y sentí su mirada en mí. Por cada centrímetro de mi cuerpo. Explorándome.
-Me encanta esta chica.- Dijo en susurro. Aunque lo oí.

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