domingo, 8 de diciembre de 2013

Capítulo 50: "Querido Londres."

Me despierto al oír el ruido de algo de metal. Me incorporo en la cama y me estiro. Debe de ser el día en que más he dormido, porque no siento ni una pizca de cansancio. Recuerdo que hoy no tengo clase al ser fin de semana, así que no me preocupo por mirar la hora.
Sólo llevo una camisa blanca (supongo que de Michael).
Camino por el largo pasillo hasta donde proceden el sonido.
-¿Te he despertado?
Michael se gira y sus ojos se clavan en la camisa. Sonríe.
-No -respondo y sonrío sin querer-, ¿qué haces?
-El desayuno. ¿Te gustan las tostadas? -Dice, y coloca en la mesa un plato con al menos veinte tostadas. Después uno con bollitos, otro con fruta y mermelada y mantequilla- ¿No te sientas?
-Claro -digo, y me siento a su lado.
-¿Cómo has dormido?
-Bien. ¿Cuál es el plan para hoy?
-Te llevaré a la azotea y a dar un paseo por el centro.
-Te lo daré yo. Te recuerdo que es la primera vez que vives fuera de la Asociación.
Chasquea los dedos y forma una sonrisa.
-Touché -susurra con una sonrisa, y muerde una tostada.
Mastico una tostada con mantequilla mientras Michael cocina un huevo frito. Me levanto y voy hacia él.
-Yo no quiero más. ¿Te lo vas a comer todo?
-Claro que no -susurra, mientras apaga la vitrocerámica y después posa sus manos en mis caderas.
Me sube a la encimera y me besa en los labios sólo dos segundos. Después me besa en el cuello y me mira a los ojos mientras me desabrocha el primer botón de la camisa.
Yo respondo metiendo las manos debajo de su camiseta y quitándosela.
Me acerca a él y mis piernas se enredan en su cintura. Me agarra el trasero y me lleva por el pasillo, de vuelta a la habitación. En un momento se detiene y me apoya en la pared mientras me besa. Seguimos avanzando, tirando algunos cuadros y rompiendo a reír cuando los oímos caer al suelo.
Cuando llegamos al cuarto, lo demás es historia.

Despierto con un hambre terrible. Examino a Michael a mi lado. Una mano enroscada a mi cintura, otra por debajo de la almohada.
Me acerco a él y le soplo suavemente en la cara. Hace un gesto molesto, y después mueve la nariz de un lado a otro. Más tarde meto mi dedo índice en uno de sus rizos y bajo por la espalda, haciéndole cosquillas. Sonríe.
-Ya estás despierto -susurro, y sus ojos verdes me miran expectantes-. ¿Qué hay de ese paseo?
Reproduce un "Mmmmm" y después se incorpora en la cama.
-Nos duchamos y vamos -digo, y él asiente-. Vaya, no eres demasiado simpático recién levantado.
Gira la cabeza y me examina.
-¡Vamos a ducharnos y a dar un paseo por la ciudad! -Grita alegre, y se lanza encima de mí.
Río lo más alto que puedo y después me besa.

Subimos las escaleras del piso para ver la azotea. Cuando llegamos arriba, me falta el aliento, aunque Michael está como si nada.
El aire primaveral me da en la cara y me llena de vida.
Michael se acerca al borde de la azotea y se gira para hablarme.
-Deberías ver esto.
-No, gracias -digo, y doy un paso hacia atrás-. ¿Qué hay de ese paseo en el suelo? Quiero decir, en la ciudad.
-Vamos Alexia, es precioso -dice, y me tiende una mano-. Confía en mí.
Me acerco y le cojo la mano. Un paso más y contemplo la maravilla de Londres.
Hormiguitas de un lado a otro, música y pitos de coches. El colorido de las pérgolas de las tiendas, un gran bosque a lo lejos (que supongo que es el lago donde Michael solía ir), el London Eye y el Big Ben.
-Cuidado, te caes -dice, y me da un pequeño empujón, aunque sujeta mi cintura.
-¡Para! -Le grito, me suelto de él y doy unos pasos hacia atrás.
Él se queda ahí, embobado mirando el suelo y temo que se tire.
-¿Michael?
Pero no obtengo respuesta. Casi voy a por él, cuando grita:
-¡Quiero a Alexia! ¡La quiero y siempre lo haré! ¡Es una miedica, extrovertida, simpática, rara, guapa y enfadica, pero la quiero!
Se gira hacia mí y sonríe, satisfecho.
-Deberías probar -dice, y su sonrisa se acentúa más.

Cuando cierra la puerta detrás de nosotros, me coge la mano y andamos por la acera del centro de Londres. Los niños juegan, algunas mujeres compran, otros hombres compran periódicos, jovencitas miran libros y ropa, y alguna que otra se besa con un chico.
Cuando llevamos cinco minutos andando y sin hablar nada, Michael me susurra al oído:
-Ya vuelvo, quédate aquí.
No soy una chica de palabra, así que cuando se da la vuelta para irse a yo qué sé dónde, entro en una librería a mirar libros.
Algunos me llaman mucho la atención y sé que más de un lector me echaría la bronca por sólo interesarme por las portadas.
Así que, me da por pensar. Si mi vida fuese un libro, ¿qué título y portada tendría? Y lo más importante, ¿de qué trataría?
Una chica con poderes visita un internado y se enamora. El título es lo último. Y la portada... una mano sobre un pecho humano, en representación de mi primera vez usando poderes.
Una señorita joven me dice que si deseo algo, y me siento fatal al decirle que sólo estoy mirando. Se marcha a por un té y se lo toma en una mesita al fondo.
Salgo de la tienda y sigo caminando por la calle. Una mano me toca el hombro y me doy la vuelta, asustada. Es Blanca, la chica que conocí en la cafetería la otra vez.
-¡Alexia! ¿Qué tal estás? -Me dice, y me da un abrazo que me recarga las pilas por completo. Es muy cariñosa, y me da envidia por ello. Yo soy como esos gatos cuando los mojas. El gato soy yo y el agua las personas. No nos llevamos demasiado bien.
-Muy bien, ¿qué hay de ti, qué haces aquí?
-Dando una vuelta. ¿Tú?
-Igual.
-¿No estabas en un internado?
-Sí, pero hoy no tengo clase. Estoy de descanso.
-¡Eso es genial! -me dice, y señala una cafetería al fondo- ¿Quieres tomarte un café conmigo? Estoy sola.
-Emmm, no puedo, lo siento. Estoy esperando a alguien.
Justo cuando lo digo, Michael aparece detrás de ella.
-¡Te estaba buscando! Te dije que te quedaras allí.
Blanca abre los ojos y me mira, mientras sonríe. Después me guiña un ojo.
-Blanca, este es Michael. Michael, Blanca.
Ambos se dan dos besos y Blanca finge que tiene que marcharse.
-Ha sido un placer, pero ahora tengo que irme. ¡Hasta otra vez! -Exclama, y cuando Michael no la mira me levanta el pulgar en forma de aprobación.
Qué cañón, dicen sus labios, sin hacer ningún sonido.
-Es para ti -dice Michael, y saca un ramo de margaritas-, son sencillas y bonitas. Como tú.
Y en medio de Londres, sin importar quién nos mire o qué digan, nos besamos.

martes, 12 de noviembre de 2013

Capítulo 49: "Te parezca bien o no."

Decidido: podría haber pedido ser millonaria.
-¿Estás bien?
¡Mister obviedad, alias Adam Smith!
-Claro que no.
Se levanta del banco y camina hacia mí. Su mano me toca la mejilla y me retira las lágrimas de ella.
Ay.
-No tenía que haberte dejado pedirlo.
-No tenía que haberlo pedido.
Nos quedamos mirándonos unos segundos. No porque me guste, sino porque sus ojos azules me atrapan. Parecen el pacífico enbravecido.
Su nariz se acerca a la mía y me retiro de inmediato.
-Nos vemos luego -digo, y salgo trotando hacia la cocina.
He perdido bastante peso aquí. Como pocas veces, así que me preparo una comida abundante.
Sandwiches, ensalada, chocolate, golosinas.
Cuando me meto un sandwich entero en la boca, veo a Bella entrar por la puerta y sonreír al verme así. Merezco una foto.
-¿Se puede saber qué haces? Te vas a atragantar.
Rompo en una carcajada y un trozo de sandwich le llega a la blusa a Bella.
-Asquerosa -dice, y se lo retira-. ¿Puedo quedarme?
Asiento y coge una silla y se sienta.
Intento no recordar el incidente del acercamiento con Adam, pero lo pienso cada vez que mastico.
Si Bella lo sabe, no quiere reprocharmelo. Y por eso me encanta.
¿Nunca habéis conocido a alguien que pasa de las normas y que aún así no recibe nada malo? Yo nunca lo había hecho. Hasta que conocí a Bella. Se salta clases, lee todos los pensamientos. Y además, come y está delgada. ¿Hay algo que odie más que a esa gente que come muchísimo y está delgada? Menuda envidia.
-Así que piensas que estoy delgada. ¡Tú también lo estás! -Dice, y parte una onza de Milka.
Sigo con la boca llena, así que respondo negativamente con el dedo de un lado a otro.
-No te ha besado, ¿no? -Continúa.
-No -digo cuando he tragado el sandwich por fin-, pero tenía ganas de hacerlo. O eso creo.
-Pero tú no sientes nada por él, ¿o sí?
-Qué va. Me gusta Michael.
O le quiero. No lo sé.
-Yo diría que le quieres.
-¿Puedes dejar de leerme los pensamientos?
Mientras reímos, una rubita con el pelo liso hasta los hombros aparece por la puerta.
-Michael al teléfono -dice Channel, con una sonrisa-. Dice que quiere hablar contigo.
Así que me levanto y salgo corriendo hacia ningún lugar. Después caigo en que no sé dónde está el teléfono de la Asociación y vuelvo sobre mis pasos para preguntarle a Channel. Dice que hay uno en la Biblioteca, aunque todos se comunican entre sí.
Corro de nuevo hasta la biblioteca y observo que en la última mesa de la sala hay un teléfono descolgado. Cuando llego allí, cojo el teléfono y respiro agitadamente.
-¿Quién eres?
Se me para el corazón y sé que no me gusta Michael. Que le quiero.
-La más guapa del mundo al habla, ¿quién es?
Oigo cómo ríe a través del altavoz.
-Pues el que más te quiere sobre la faz de la Tierra.
-¿Papá? Ah, hola, ¿cómo estás?
-¡Soy Michael!
-Ah, ¿tú eres el que me quiere? Menudo chasco -digo, y río-. ¿Qué quieres, guapísimo?
-Verás, hoy no podré ir a verte. Estoy hasta arriba de trabajo en la cafetería y estaré hasta tarde.
-Ah.
-No te preocupes, tengo un plan. Iré a por ti a las nueve y te vienes a casa a dormir, ¿te parece bien?
-Está bien. Son las cuatro, ¿no?
-Exacto. Nos vemos dentro de cinco horas, preciosa. ¡Díselo a Paul!
-Está bien, nos vemos.
Cuando estoy a punto de colgar el teléfono, distingo un "Te quiero". Pero cuelgo. Y seguro que me arrepentiré.

Le he contado lo que voy a hacer a Bella y a Channel, y después le he pedido permiso a Paul. Le he explicado que me gustaría pasar un día en casa, porque mi abuela está enferma. Me ha dicho que era imposible, y después de varios minutos, lo he hecho cambiar de opinión.
Así que ahora estoy en mi cuarto, metiendo una muda en mi bolso. Después de dos horas buscando algo decente para mañana, elijo unos vaqueros oscuros y una camiseta de un perro con la lengua fuera.
Infantil.
Necesito ducharme y cambiarme de ropa.
Aún con el cuerpo caliente, elijo una falda de tubo azul y una camiseta ancha blanca.
Pareces un playmobil. Cuando voy a preguntarle qué le parece a Channel, se mete en el baño.
Pero no tengo tiempo para más, la puerta suena y para mi sorpresa, Laura aparece y se sienta en la cama.
-Así que a ver a tu familia, ¿eh?
No voy a contestar a nada de lo que diga, así que dejo que hable.
-¿O a dormir con Michael? Os escuché esta tarde en la Biblioteca -continúa-, es fácil cuando todos los teléfonos están comunicados entre sí. ¿Lo sabe Paul?
-Sí -respondo, tan seria como puedo. Parece que se lo cree, porque se levanta y gira el pomo de la puerta para marcharse.
-De todas formas informaré a Paul -susurra, y abre la puerta por fin.
-No, no lo harás -dice Channel, abriendo la puerta de un portazo-. ¿Tanta envidia te da que Alexia sea feliz? ¿Qué culpa tiene ella de que Adam la siga queriendo? No vas a decir nada, porque entonces yo hablaré.
Te quiero, Channel.
-Me dijiste que no lo contarías a nadie.
-Y no lo haré, a no ser que hagas daño a mis amigos o a mi hermano.
-Valiente zorra -grita, y sale de un portazo.
-¿Sabes que te quiero? -Le digo a Channel mientras la abrazo.
-Vaya, mis dos chicas favoritas abrazadas. ¿Cabe uno más?
Ambas nos giramos y sonreímos al ver a Michael, nuestro Michael.
-No, somos bolleras.
-Muy graciosa, Channel.
Se acerca a ella y la abraza, mientras le da un beso en la frente.
-¿Nos vamos?
Asiento y me coge de la mano.
-Nos vemos mañana, Channel. Y gracias. Y a ti -digo refiriéndome a Michael-, no se te ocurra abrir los ojos mientras viajamos. En serio.
-Está bien, mandona.
Así que, en una espiral de colores, aparezco de nuevo en un loft monísimo. Por la ventana se observa un tráfico de coches y personas con prisa que caminan de un lado a otro.
-¿Te gusta? -dice mientras se sienta en un sofá- Estoy muy cansado, ¿tú no?
No está cansado, lo sé por su sonrisa pícara y esos ojos verdes brillantes.
Se acerca al equipo de música y pulsa un botón.
Suena Skinny Love de Birdy.
Se acerca a mí. Nuestras narices se rozan y sonríe.
-¿Me quieres?
-Mucho -digo, aunque la voz me falta cuando lo tengo tan cerca-. ¿Tú a mí?
-Siempre lo haré.
-No digas siempre, por favor.
-¿Por qué?
-No existen.
-¿No crees que vayamos a tener un siempre? Yo sí lo creo. Algunos infinitos duran más que otros. No me refiero como... lo que seamos ahora -dice con una sonrisa-, sino como lo que seamos siempre. Amigos, novios, lo que sea. Yo te querré como te quiero ahora. Y lo voy a hacer hasta el día que tenga uso de la razón o en el que muera. Te parezca bien o no.
Se acerca a mí lentamente y me besa dulcemente durante no sé cuántos minutos.
El corazón me late tan deprisa que la sangre me bombea la cabeza con fuerza.
-Yo también lo haré -digo-. Te parezca bien o no.

martes, 22 de octubre de 2013

Capítulo 48: "El hogar es donde está tu corazón."

He hecho la colada, he arreglado mi armario, me he duchado, vestido y aseado. Creo que es el día en el que más cosas he hecho.
Salgo del baño por quinta vez y veo que Channel abre un ojo y con una voz ronca, dice:
-¿Qué hora es?
No sé por qué, pero no veo que seamos de la misma edad. Ella parece una niña, inmadura y dulce a la vez. No es que yo sea Miss Responsable, pero me considero más madura que ella.
-Son las siete y media, Channel.
Y unos segundos más tardes, suena el despertador. Lo apaga y se sienta en la cama con la mirada perdida.
-No me voy a duchar. No tengo ganas. ¿Eso es de guarras?
Río y me siento en mi cama.
-No. Ha venido Michael, ¿lo has visto?
-Sí. Ha venido sobre las nueve a mi cuarto. Decía que te habías quedado dormida y que ya se iba a casa.
Sonrío y me tumbo en la cama. Vuelvo la cabeza para mirarla y mira al suelo.
-Es raro -continúa diciendo-. Le llama casa a un lugar en que lleva un día. Su casa es la Asociación.
-Tu casa es donde resides. Tu hogar es donde está tu corazón y tus seres queridos. Mi casa es la Asociación, pero mi hogar es el 27 de Amy Road.
-No tengo hogar.
Levanta la mirada y me mira con los ojos vacíos.
-¡Claro que tienes! Tu hogar es este.
-¿A quién tengo aquí? ¿A Paul? ¿Qué tengo que hablar con ese señor? Mi única familia era Ophélia y Michael. Y mira ahora.
-Lo de Ophélia no se puede remediar. Lo de Michael no es un problema. Te verá siempre, y cuando salgas de aquí irás a vivir con él. Sólo te quedan tres años.
-Qué poco, ¿verdad? -Dice irónicamente.
Sé que no razonará, igual que Michael, es una cabezona. Me levanto de la cama, cojo un cuaderno y boli y me quedo en la puerta.
-Intento ayudarte. Pero no aceptas consejos. Te veo abajo.
Cierro la puerta y puedo sentir la mirada vacía de Channel mirándome en cada uno de mis pasos.
Abajo está Adam, así que, me acerco y le sonrío.
-Ya sé qué voy a pedir.
-¿Qué?
-Eres mi amigo, ¿no? Te voy a pedir un deseo.
Veo cómo sonríe tristemente al decir amigo y recuerdo lo que siente por mí.
-Está bien. ¿Qué deseo quieres?
-¿No hay barreras, ni peros?
-No. Cumplo cualquier deseo, aunque no lo controlo aún. ¿Cuál es?
-Te lo diré al salir de clase. Te veo en el jardín.
Las horas pasan lentamente, y deseo con más ansias que llegue la hora de salir. Doy golpes con el lápiz en la mesa durante dos minutos.
-Alexia, ¿quiere tocar el tambor fuera de clase?
Dejo el lápiz en la mesa y levanto los brazos para darle a entender que lo siento. El Señor Norton se vuelve a dar la vuelta y sigue explicando algo que no me interesa. Poderes relacionados con la naturaleza. ¿A quién le interesa eso?
La campana suena y salgo corriendo hacia el jardín. Adam no llega hasta pasados los diez minutos.
-¿Se puede saber qué estabas haciendo? Te llevo esperando diez minutos.
-Laura me ha entretenido.
E increíblemente, no siento celos.
-Vamos allá -continúa-. Piensa el deseo.
Proyecto su imagen y pienso.
Quiero volver a verle.
Adam se sienta en el banco y cierra los ojos fuertemente. Ante mis ojos se juntan millones de partículas, formando su imagen.
Sonrío y corro hacia él.
-¡Abuelo! -Grito.- ¡Abuelo, soy yo!
No se inmuta, y cuando me acerco a tocarle, mi mano lo traspasa y las partículas que lo componen se rompen, creando un hueco en su estómago que me rompe por dentro. Siento el ardor en las mejillas y sé que estoy llorando.
Menuda mierda de deseo. ¿No podía haber pedido ser millonaria?

sábado, 19 de octubre de 2013

Capítulo 47: "Cosa de locos."

Oigo cómo se levanta de la cama y camina hacia el baño.
Me tumbo boca abajo y ordeno mis pensamientos. Me he acostado con Michael. No hay nada malo en eso, ¿no?
Siento unos labios en la línea de mi columna vertebral y sonrío. Me doy la vuelta y lo beso dulcemente. Michael sonríe y se tumba a mi lado. Bajo la cabeza y descubro que se ha puesto otros boxers. Gracias a Dios, sino todo sería muy incómodo. 
Me doy la vuelta para mirarlo y en el movimiento de mis pechos sé que aún estoy completamente desnuda. Es estúpido, pero me da vergüenza vestirme con él delante. Me da vergüenza que me vea desnuda porque sí. Soy estúpida.
-¿Por qué sonríes? -Pregunto mientras le sonrío.
-Por ti.
Veo cómo vuelve a sonreír y no comprendo por qué sonríe por mí.
-¿Cómo que por mí? ¿Por qué?
-Eres astuta y extrovertida con ropa. Así pareces indefensa y tímida.
Sonrío de nuevo. Quizás porque lleva razón. O porque me comporto tan tímidamente que no sé qué decir. No le daré el placer de sentirse mejor y más extrovertido, así que me levanto desnuda y ando hasta la silla, donde se encuentra mi ropa. 
Por el rabillo del ojo veo cómo no deja de mirarme, y la timidez vuelve a mí.
-¿Puedes mirar para otro lado?
Oigo cómo suelta una carcajada y me visto.
Anda hacia la puerta y quita el pestillo. Menos mal que no ha venido Fabio, habría sido tan embarazoso. 
Embarazoso. Caigo en que no sé si ha utilizado protección y que podría estar embarazada. Y sin más vueltas, le pregunto.
-¿Puedes quedarte embarazada en la primera vez?
-Sí. -Responde sin más.
Me llevo las manos al vientre y me aterrorizo.
-Pero no si has utilizado protección -continúa. Me giro y levanto una ceja, sin entender nada-. ¿En serio no te has dado cuenta de que llevaba...?
Me llevo las manos a la cara y suelto una carcajada. Ahora mismo me encantaría viajar en el tiempo y no haber hecho ese comentario. Me aparto las manos y veo que él también está riéndose, y espero que no de mí.
-¿Te quedas a dormir? -Pregunto mientras me acerco a la cama y me siento en el borde con los pies encima de ella.
-No.
Retira las sábanas y sale a la superficie. Sus manos se acercan a mis caderas y me acercan a su pecho. Mi espalda contra su pecho. Me retira el pelo y empieza a besar mi cuello.
Por unos segundos me alegro de haber hecho todo esto, porque Michael está mucho más cariñoso.
-¿Me echarás de menos esta noche?
Noto cómo sonríe mientras besa mi cuello.
-No te creas. Tengo a Fabio para hacerme compañía. Por si quiero compañía, caricias, besos... o más.
Se aleja y me mira perplejo.
-¡Es broma! -Exclamo y le sonrío. 
Él también sonríe y me dice que va a por algo de comer. Sale de la habitación y me tumbo en la cama.

Despierto cuando no puedo dormir más, y veo el reloj. Son las cuatro de la mañana. Enciendo la lámpara de la mesita de noche y veo que Fabio está en la otra cama y duerme como un tronco. También observo un plato de donuts de azúcar y recuerdo el día en que estaba enferma y Michael me trajo uno. 
También veo una nota amarilla y un mensaje en boli negro.
Estabas guapísima durmiendo, así que no te he despertado. Te he traído donuts para cuando te levantes. Espero verte mañana. 
Te quiero, Michael.
Sonrío y doy un mordisco a uno de los donuts. Salgo de la cama y sé que no me volveré a dormir, así que tengo que hacer algo. No sé el qué, así que doy vueltas mientras pienso qué hacer. ¿Qué tal hacer la colada?
Recojo la ropa llena de sangre y recorro el pasillo en silencio hasta la última puerta.
Mientras espero a que se haga la colada sentada en un banco, pienso en Jackson irremediablemente. Él sería a la primera persona a la que se lo contaría. Espero que no se olvide de mí, porque yo nunca lo haré.
Una mano me toca el hombro y chillo asustada.
-¡Mierda, me has asustado!
Sonríe y se sienta a mi lado en el banco.
-Lo siento. ¿No puedes dormir?
-No. He dormido mucho y ahora no puedo. ¿Qué hay de ti?
-Tampoco. 
Parece aturdido y a la vez asustado. Sus ojos azules parecen más claros que nunca y me temo lo peor.
-¿Pasa algo?
-No, nada. No te preocupes. -Y esboza una sonrisa.
-Hay una cosa que no entiendo. ¿Cómo te han dejado trabajar aquí?
-No lo entenderías.
-Inténtalo.
-Tengo poderes. Como tú, como todos aquí.
-¿Poderes, tú? ¿Qué poder tienes?
-Cumplo deseos. Es ridículo.
Veo cómo mira hacia abajo y sonrío. 
Parece que alguien se mofa de mí y hace que cada cosa parezca lo contrario. ¿Quién iba a decir que Adam tenía poderes? Es de locos.
-Es un poder genial. -Digo mientras le sonrío.
-Alexia y Adam, ¿se puede saber qué hacéis a estas horas aquí?
La voz es de Paul, que nos examina desde la puerta.
-Alexia, debo hablar contigo. ¿Puedes acompañarme?
Me levanto y cojo la colada. Adam me sonríe y salgo de la habitación algo asustada. Tengo miedo de que esté pasando algo y no sepa nada, así que no inicio ninguna conversación en el camino a su despacho. De camino, dejo la ropa en mi cuarto y cuando llegamos a su despacho, se sienta en el gran sillón y me dice que tome asiento.
-¿Sobre qué quiere hablar?
-Suspendiste el examen. 
-Sí. Lo haré mejor la próxima vez.
-Alexia, si suspendes un examen más tendrás que repetir curso.
-¿Repetir curso? ¿Aquí?
-Otro año más en la Asociación.
El estómago me da un vuelco y entiendo que debo ponerme las pilas sí o sí. Cuando abro la boca para hablar, la voz de una chica resuena en mi cabeza. 
"Sólo dile que estudiarás. Es muy pesado y te tendrá ahí hasta las cinco de la tarde. Sonríe y dile que estudiarás."
Creo que estoy loca y me aterrorizo. Después, caigo en que conozco esa dulce voz. Es Bella.
Le hago caso, sonrío y digo con la voz más dulce que tengo:
-Estudiaré. Lo prometo.
"Buena chica. Me marcho. Nos vemos en cuatro horas."

domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 46: "¿Qué tal si la llevamos a cabo hoy?"

Doy paseos por la habitación histérica. Primero me siento en la cama, después me pongo a andar, más tarde me siento en la silla del ordenador y por último vuelvo a la cama.
Cansada y nerviosa, empiezo a morderme las uñas, hasta que sangran. Chupo el dedo y siento el escozor.
Me concentro en cada una de las uñas, quitándoles la sangre y jurando que no volveré a morderlas.
-No deberías morderte las uñas.
Alzo la vista, asustada y me encuentro con Michael y sus terribles ojos sonriéndome, más que sus dientes.
-Es un vicio muy feo -continúa-. ¿Dónde has visto a una médica con las uñas llenas de sangre? Recuerda que eres una salvadora de vidas.
-¡Me tenías asustada! ¿Se puede saber qué ha pasado?
-He descubierto que si no cierras los ojos no vas a ningún lugar. ¿Curioso, verdad?
-No. Me has asustado.
-¿Cuánto has durado? Tres minutos, ¿verdad?
-Verdaderamente, creo que no he durado ni diez segundos.
La carcajada de Michael resuena en la habitación y hace que yo también sonría. Se acerca a la cama y me coge de las muñecas. Examina serio mis uñas y después mis vaqueros. Por último, habla:
-Iré a por alcohol.
-¿Vas a beber ahora?
Otra carcajada más y se levanta de la cama, hacia el baño.
-¿Lo escondes en el baño?
-¡Es para curar heridas, Alexia!
Otra carcajada más. Vuelve a la habitación con algo de algodón y alcohol.
-Déjame que la vea.
Me subo los pantalones y contemplo cómo sonríe.
-¿Qué pasa? -Digo sin comprender nada.
-¿Y si pruebas quitándotelos?
Aquí viene el momento de vergüenza máxima y mejillas rojas. Accedo y desabrocho el botón y bajo la cremallera. Los pantalones bajan hasta mis tobillos y subo las piernas encima de las de Michael.
Él sonríe complacido. Me estiro la camiseta hasta taparme la ropa interior y cojo un cojín para acomodarme. Moja un trozo de algodón en el alcohol y da toques con él en la herida. Me lanzo hacia el cojín y me lo llevo a la cara y grito todo lo que puedo. Escuece, mucho.
-Eres bastante floja -suelta y ríe.
Sigo gritando, y oigo cómo ríe.
-¡Dejémoslo en sensible! -Grito aún con el cojín.
-Ya está, ya está.
Me retiro el cojín y me dirijo al suelo para recoger los pantalones.
-Ah no, aún no he terminado -dice, y vuelve a dar toques en la herida.
Me pongo vizca y abro mucho la boca. Me imagino mi cara y comprenderé que Michael no me quiera jamás, pero cuando vuelvo a ver a un único Michael, sonríe y sigue con su trabajo.
-Ya está -repite.
Hago la misma acción, intento recoger mis pantalones sin ningún resultado. Michael los sostiene en la mano y muestra una sonrisa pícara.
-Será mejor que lave esto, está lleno de sangre, ¿no crees?
-Da igual, ya los lavaré yo.
Me acerco a él y los sube sobre su cabeza. Gracias a su altura, no puedo recuperarlos. Pero tengo mi estrategia, por supuesto. Meto mis manos dentro de su camiseta y rodeo su cintura. Lo beso y lo atraigo a mí. Con el paso de los segundos, va bajando los brazos y con ellos, los vaqueros. Los agarro y me alejo de él. Juraría que ha sido nuestro beso más largo.
-Con el deseo no se juega. Primera regla del calentón.
Río, sin poder contenerme.
-No dejes en ropa interior a nadie si ella no quiere. Primera regla de ser educado.
-Es cierto. Si eres educado, preguntas. ¿Quiere usted quedarse sin ropa?
-Hoy no, señor .... No me sé ni tu apellido.
-Tyler -comenta divertido.
-Hoy no, señor Tyler. Quizás mañana. ¡Pero gracias por la invitación, es usted tan amable! -continúo.
-Pero hoy hace un día maravilloso para quedarse sin ropa, ¿no cree?
Se acerca a mí y siento su respiración en mis labios.
-Cualquier día con usted es perfecto para tal propuesta.
¿De veras he dicho eso?
Se acerca a la puerta y echa el pestillo.
-Entonces, ¿qué le parece si la llevamos a cabo hoy?
Se quita la camiseta y me la tiende sobre el hombro.
Y ahora no sé qué hacer. Los abdominales me dicen: vamos a ello. Mi cabeza: otro día.
Cuando me doy cuenta, Michael sostiene mi sostén en sus manos.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Capítulo 45: "Estás enamorada de mí."

-¿Q-qué haces aquí? -Digo sin pensar.
No me ha llamado, ni un mensaje, ni nada por el estilo. No me ha avisado de que venía y creo que hay una razón. ¿Adam?
-Venía a verte. -Casi susurra. Sale del cuarto de baño y se sienta en la silla del escritorio.- ¿Podéis creerme si os digo que echo de menos esto?
Ambos callamos. Fabio y yo nos miramos, sin entender nada. Él se equivoca de idea y se aproxima a decir:
-Me marcho.
Y sin esperar respuesta, se levanta y se marcha. Veo un guiño de ojo antes de cerrar la puerta. Y lo tomo como un "buena suerte".
-¿Qué tal, pequeña salvadora de vidas?
Y por fin, vuelve a ser el mismo. Y el estómago se me llena de mariposas. Y el corazón de sangre bombeando rápidamente. Y la boca de saliva. Y los pies de temblor.
No espera respuesta, y se acerca a mí. Se sienta en la cama y me mira fijamente.
-¿Has oído mi mensaje?
-¿Qué mensaje?
-Te he llamado esta mañana. Apagado. -Se levanta y pasa el dedo por una de las lámparas. Después vuelve a mirarme.- Por cierto, gran buzón de voz.
-No lo he escuchado. He estado con Fabio todo el día.
Se aleja algo más y se apoya en el marco de la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de sus tejanos azules oscuros.
-¿Noticias de Adam?
-No. -miento.
-Otra vez el guiño con la nariz. Me estás mintiendo.
Mierda. Debería llevar una de payaso, no se notaría la diferencia.
-Bueno, está bien, sí.
Y me callo.. Algo que parece molestarlo.
-¿Y?
-Nada. Hemos hablado.
-Alexia, ¿me quieres contar que ha pasado?
-No. -Casi susurro.
-¿Cómo dices? -Se saca las manos de los bolsillos y se vuelve a acercar.
-Te enfadarías.
-¿Te ha besado? -Casi grita. Las mariposas, la saliva, la sangre y el temblor desaparece. Bueno, el temblor perdura.
-¡No! Sólo... -Alzo la vista y lo veo contemplándome con esos terribles ojos verdes. Me gustaría besarlo y decirle que lo he echado de menos. Y eso hago. Me levanto y ando hacia él, titubeando. Él levanta una ceja y no parece que comprenda nada.
-¿Sólo?
Me acerco aún más y mi mano derecha vuela hasta su cuello, acercándole a mí. No se aparta, de hecho, su brazo se enrosca en mi cintura y nos quedamos así durante segundos, o incluso minutos.
Pero ya sabía que no iba a olvidarlo. Me separa y respira fuerte.
-¿Sólo qué? -Repite.
-Sigue enamorado de mí.
Se acerca a mí y supongo que no le da importancia, y que me va a besar. Pero no, se acerca a mi oído y me susurra:
-¿Y tú de él?
Se retira y espera impaciente mi respuesta, con una media sonrisa pícara. Niego con la cabeza y le miro a sus ojos verdes. Increíblemente verdes y profundos.
-¿Puedes decirlo en alto?
-No. Quiero decir, que no le quiero. No que no quiera decirlo en alto.
Y mi típicas tonterías, traen de nuevo la normalidad. Su profunda risa se oye en toda la habitación y es él el que se acerca a mí y me da otro beso, más dulce y corto. Me coge de la mano y vuelvo a sentir todos esos sentimientos. Sobretodo, las mariposas.
-Cierra los ojos -susurra-, pequeña salvadora.
Los cierro, dejando uno entreabierto. Él también los cierra.
-Ciérralos bien. -Comenta mientras ríe.
Le hago caso y al segundo oigo un gran ruido procedente de pitos de coches.
-Ábrelos.
Justo cuando los abro, sus ojos verdes me sonríen aún más que sus dientes. Miro hacia abajo y descubro que estamos a unos veinte metros del suelo. Los coches se paran, pitan, aceleran y algún que otro conductor grita desesperado.
Me acerco aún más a él y cierro los ojos.
-Esta es mi calle. -Comenta mientras se separa de mí.
Estamos en el filo de la azotea, y siento que en pocos segundos voy a desaparecer en el vacío. Él baja y me sonríe desde abajo.
-Ayúdame. -Exijo.
-¿Sabes? Estás muy graciosa ahí. ¿Tienes miedo a las alturas?
-No. No tiene gracia, ayúdame a bajar.
Sonríe y me tiende la mano. Pero estoy cabreada con él y la rechazo, tirándome hacia el suelo. Apenas es un metro de longitud, pero soy tan patosa que caigo y me raspo los codos y las rodillas contra el suelo.
Siento el escozor procedente de ambos lugares y los vaqueros rasgados se llenan de sangre.
Sus ojos se vuelven tristes y se acerca a mí.
-¿Te has hecho daño? -Dice preocupado.
-No, la sangre es una reacción que tengo cuando estoy feliz.
Ríe. Y yo también río.
-¿No se puede discutir contigo?
-Si eres tú no. Porque estás enamorada de mí.
Su sonrisa y la mía se borran al escuchar esa frase. Quizás porque es cierta.
-Mira que eres patosa. -Comenta con otra sonrisa, ignorando lo dicho anteriormente.- ¿Puedes andar?
-Tampoco ha sido para tanto -miento-, no me he caído desde un quinto. Puedo andar y hasta echarte una carrera.
-No me retes, no me gusta ganar cuando estás débil.
-¿Débil, ganar?
Y vuelve a sonreír. Está claro que no puedo discutir con él.
-¿Cuánto te juegas? ¿Diez euros? -Digo con una sonrisa que él me transmite.
-Mmmmm... No me interesa si no subes de cincuenta.
-Cincuenta y uno, entonces.
Vuelve a reír.
-Una.
-Dos.
-Tres. -Decimos los dos.
Me esfuerzo por correr hasta la puerta de la azotea, quizás unos quince metros de carrera. Siento de nuevo el escozor, que se intensifica cada vez más. Michael me lleva varios metros, pero no quiero darle la satisfacción de haberme retirado. Cuando mi cerebro reacciona, Michael me sonríe desde arriba, mientras que estoy tumbada en el duro cemento de la azotea. Admiro sus ojos verdes, después miro detrás y de nuevo a sus ojos. Sólo he corrido unos cinco metros. Pero me he caído.
-Me debes cincuenta y un euros. -Comenta mientras me tiende una mano.
-¿Yo? No hemos sellado el trato, no te debo nada.
Suelta una carcajada y me levanta de golpe, poniéndome en su espalda.
-Ahora te llevo a casa. Cie... -dice mientras yo estoy con los ojos cerrados-, vaya, eres rápida.
-Espera. -Los abro y lo descubro mirando mis labios, algo que me ruboriza.
-¿Qué?
-Se me ha olvidado.
Río y él también.
-Ah, sí. -Continúo.- ¿Qué pasa si no cierras los ojos?
-¿Probamos?
Siento sus manos apretando mis tobillos y una sensación de vértigo aparece en mi estómago. Veo los cientos de colores dando vueltas a mi al rededor y pierdo de vista la cabeza de Michael. La cabeza me da vueltas y siento que voy a morir de un momento a otro.
Instintivamente, los cierro y me veo de nuevo en la habitación de Michael. Sin él.

viernes, 30 de agosto de 2013

Capítulo 44: "Vida corriente."

El despertador suena a las nueve de la mañana. Es mi primer día fuera de la asociación. Me siento extraño. La cama, la mesita, un móvil... todo es diferente de mi vida hace unas horas. Aunque agradezco no tener que levantarme a las siete de la mañana.
Me despido del recepcionista y salgo del hotel. Ando hacia la primera parada de autobús. El próximo que va hacia la calle New Via pasa en sólo diez minutos.
Las puertas del autobús se abren y la gente empieza a llenar sus asientos. Cedo el mío a una señora embarazada, que me lo agradece con una gran sonrisa.
Algunas adolescentes me miran y cuchichean. En cierto modo me recuerdan a Alexia. ¡Mierda, Alexia!
Saco el móvil y marco su móvil. Siete bips y después salta el contestador.
¡Hola! Soy Alexia. Si no te lo cojo es porque no me caes bien o no quiero hablar contigo. O estoy ocupada. Bueno, deja tu nombre y mensaje y te llamaré más tarde. Si quiero. ¡Besos!
Después un breve pitido.
El sonido de su voz le hace sonreír.
-¡Hola, pequeña salvadora de vidas! ¿Cómo has dormido? Yo bien. Voy a New Via a mirar pisos. Espero verte esta noche. -Piensa en decir algo más. Mejor no. Va a colgar el móvil cuando se anima.- Te quiero. -Y cuelga.
Cierro algunos botones de mi chaqueta negra al bajar del autobús. Me despido de las adolescentes con una sonrisa y después gritan. Menudo frío. ¡Parece mentira que estemos en primavera!
El primer piso era demasiado cutre y caro. El segundo era normal e igual de caro. El segundo era un loft carísimo.
Al final de la mañana, mis dedos marcan un número y coloco el móvil en mis oído. Al segundo bip, una voz femenina responde.
-¿Paula? Soy Michael.
-¿Qué Michael? No conozco a ningún Michael.
-Soy un chico de la asociación de Paul Saller.
-¡Ah! Encantada, Michael. ¿Qué querías?
-Paul me comentó que tú te ocupas de todos los papeleos para... ¿cómo decirlo? Para... existir.
-Sí -comenta mientras ríe-. Me ocupo de los carnets, libro de familia, etcétera.
Una pausa aparece en la conversación.
-¿Para qué necesitas todo eso? -Sigue hablando Paula.
-Verás, he cumplido dieciocho años y he salido de la asociación. Tengo que alquilar un piso y necesito mínimo un carnet.
-Está bien, pásate por la calle South y lo solucionamos todo. ¿Tienes fotos?
-No. Iré ahora mismo y me haré un par. Nos vemos en un rato.
-Calle South, número diez. ¡Nos vemos!

El flash me aturde unos instantes. He entrado en la primera tienda de fotos que he visto. El chico parece bastante profesional. La barba de tres días, los ojos verdes, el pelo negro alborotado, la gorra marrón, las gafas de pasta negra, la camisa blanca, los pantalones marrones y... ¿unas converses?
Me dice que cuál me gusta más, pero verdaderamente me veo igual en todas. Me dice que en la segunda salgo más guapo y la chica que lo acompaña asiente con una sonrisa. Le doy cinco euros y me da las siete fotos de carnet.
Camino de nuevo hacia la calle South. No está demasiado lejos según el fotógrafo.
Un cartel azul con letras blancas anuncia mi destino. Toco el timbre en la casa número diez y una chica contesta.
-¿Si?
-¡Soy Michael!
-Te abro, te abro.
Subo las escaleras de dos en dos y toco el timbre al llegar arriba. La chica rubia me abre la puerta y me dice que pase. Recorro el largo pasillo hasta una aparente sala de estar. Ella se sienta en uno de los sofás y me indica que puedo sentarme en el otro.
-Procedamos. -Dice la rubia de ojos marrones.-¿Nombre?
-Michael.
-¿Michael qué mas?
-Tyler Hayes.
-¿Fecha de nacimiento?
-Dieciseis de abril.
-¡Eso fue hace dos días! Felicidades con retraso.
-Gracias.
Se aproxima a mí y me da dos besos.
-¿De dónde eres?
-De aquí, de Londres.
-¿Tienes las fotos?
-Sí, aquí tienes. -Me aproximo a ella y le doy una de las siete fotos recientes.
-Fírmame aquí. -Me ofrece un bolígrafo y lo hago.- Lo tendré listo en dos minutos.
Se marcha hacia el pasillo y desaparece. En su ausencia, me detengo en observar la sala.
Es totalmente blanca, llena de cuadros. Uno es de una chica de espaldas, otro del mar y sus grandes olas. Hay dos sofás, y un sillón pequeño, ambos de color rojo. Un gran escritorio color blanco y una silla del mismo. Está cubierto de folios, lápices, bolígrafos. Delante del escritorio, una gran ventana con vistas al centro.
-Listo. Aquí tienes. -Dice mientras se acerca por el pasillo y me lo entrega cuando ya está en la sala de estar.
-¿Cuánto te debo?
-Nada, tranquilo. Invita la casa.
-Está bien, muchas gracias.

Al bajar del piso de Paula, llamo a la segunda dueña del piso que he visto. El normal y caro. Espero que con el sueldo de la cafetería me de para pagarlo. Marco los números y la voz femenina responde casi al instante.
-¿Dígame?
-¡Hola, Mamen! Soy Michael, el chico de esta mañana. Estaba interesado en el piso.
-¡Genial! Firmamos cuando quieras.
-¿Qué te parece ahora mismo? Quiero instalarme esta tarde.
-¡Claro! Vente al piso con el DNI y una fianza de doscientos euros.
-Ahora nos vemos, adiós.
Y sin esperar respuesta, cuelgo. Menos mal que durante estos dieciocho años en el internado he ahorrado algo. Paul sabía que me tendría que ir al fin y al cabo, así que me daba diez euros semanarios. En total, ahora tengo mil euros.
Al llegar al hotel de nuevo, recojo las maletas de mi habitación y pago la estancia de una noche en recepción. Quince euros.

-¿Sólo traes eso de equipaje? -Pregunta Mamen al verme sólo con dos maletas.
-Sí. He estado toda mi vida en un orfanato, así que no tengo nada más.
-Oh, lo siento... A veces debería ponerme una cinta en la boca y no hablar nunca. Lo siento, de verdad.
-No pasa nada, estoy acostumbrado. Aquí tienes los doscientos euros. -Digo mientras saco la cartera de la maleta y saco de ella veinte billetes de diez.
-Muy bien. -Dice mientras cuenta en alto.- Firmemos.
No me detengo a leer el contrato, ya que Mamen no tiene pinta de ser una estafadora. Cojo el boli que me ofrece y firmo en el espacio en blanco.
-¿Me das tu DNI?
Asiente varias veces y me lo devuelve.
-Está bien -continúa-. Vendré a cobrar el treinta de cada mes. ¡Nos vemos!

¿Cómo he podido ser tan imbécil? Después de comer una hamburguesa en un sitio de mala muerte, he estado pensando que tendría que coger el coche para ver a Alexia. Y no tenía ganas de conducir. Entonces caí en ello. Mis poderes. ¿Acaso soy tonto? Me puedo transportar cuando quiera, a donde quiera. Hoy. A la asociación.
Y es ahí donde estoy ahora. Exactamente, en el baño de mi habitación. Salgo de ella y me encuentro a Fabio y a Alexia embobados mirándome.
-¿Estoy soñando? -Dice Alexia con la boca abierta.
-Si es así, yo también estoy soñando, porque lo estoy viendo.

jueves, 15 de agosto de 2013

Capítulo 43: "Sigo enamorado de ti."

Atravieso el parque al que me llevó Michael. El lago ya no está helado como la última vez. El agua fluye y algunos patos nadan cómodamente. Veo a una pareja reír. El chico coge a la chica de la cintura y la presiona contra él. Se lanza al lago con ella y la chica grita irritada. Después le da un beso cariñoso en los labios y él sonríe. Es la misma escena de Michael y yo el otro día. Sonrío al recordarlo, pero no por mucho tiempo. La sonrisa desaparece cuando descubro que es Michael el que está besando a la chica y sonríe. La chica rubia y con el pelo largo posa sus manos en su nuca y dirige las manos del chico a su trasero. ¡Michael me está engañando! Se veía venir, lo sabía. Corro hacia ellos enfadada y sin aliento. Las palabras flotan por todo mi cerebro y sólo son insultos. Abro la boca, pero no sale ninguna palabra. Un ruido molesto sale de ella y Michael levanta una ceja y la chica ríe al contemplarme.
Levanto sobresaltada al oír el ruido del despertador. Lo apago y me incorporo en la cama. "Todo ha sido una pesadilla", intento decirme a mí misma. Pero todo era tan real... que empiezan las dudas.
Contemplo a la rubita del pelo corto contemplándome extrañada.
-¿Qué pasa?
Está totalmente vestida, peinada y aseada. 
-Nada. Una pesadilla. ¿Ya estás lista?
-Sí. No podía dormir. Me he levantado hace una hora. Aunque he estado toda la noche sin dormir, dando vueltas en la cama. Me he tomado un café y me he arreglado.
La observo mejor. Me detengo en sus ojos. Están totalmente rojos e hinchados, además, unas ojeras cubren la parte inferior de ellos.
-¿Estás bien? -Digo mientras me acerco a ella.
-Sí. Todo está bien. Nos vemos abajo. ¡No llegues tarde! 
Agarra su cartera y antes de salir me dedica una sonrisa. Aunque se le nota a leguas de distancia que es falsa.
Me examino en el espejo. Tampoco yo estoy decente. Me costó horrores conciliar el sueño y cuando lo hice, tuve una pesadilla que pareció durar horas. Tampoco tengo ganas de sonreír, y el sueño no es causa de ello.
Dejo caer la toalla rosa que rodea mi cuerpo. Después de haberme duchado, siento que el aire helado me azota el cuerpo. ¿Aún estamos en primavera? Londres es tan variable, hace un frío de mil demonios.
Los vaqueros negros son una gran opción. Una camiseta larga de color gris y converses blancas. Opto por una coleta alta, ya que no tengo ganas de arreglarme el pelo.

-¡Buenos días, Alexia! -Dice una voz masculina detrás de mí.
Por un momento pienso que es Michael, que me está esperando con un croissant y que me dará un beso de buenos días. Pero al girarme todas mis expectativas desaparecen. Es Adam, que ha dejado tirada a Laura mientras hablaban para acercarse a mí. Ella me mira expectante.
-Buenos días. -Respondo sin ningunas ganas.
¡Lo que me faltaba, que Laura se pensara que quiero algo con su amor platónico! Será mejor ser borde.
-¿Qué tal has dormido? 
-Bien, bien. Me voy a clase.
-Oye, ¿leíste mi privado en Tuenti?
-Sí, lo hice. Así que sabes que tengo poderes...
-Sí, ¡es genial! Tú salvas vidas, ¿no? Es un poder genial.
-Sí, totalmente genial. -¿Cómo puede ser tener un poder tan genial como él dice? Es una completa mierda. Contemplo al Señor Norton andar deprisa con rumbo hacia el aula. ¡Estoy salvada! - Lo siento Adam, tengo que irme a clase. 
-Luego hablamos.
"Mejor nunca".

No me fijo en ninguno de mis compañeros. Atiendo totalmente al Señor Norton, que habla sobre los poderes con buen fin. Como el mío.
"Siempre es mejor salvar que destrozar, recordad esto. Y nunca, nunca, utilicéis vuestro poder para el mal. Sólo os dará problemas. El mal es adictivo."
Verdaderamente es una mierda ser una chica buena. Mi poder no sirve para defenderme, ya que si me hacen daño, no puedo curarme a mí misma. Tampoco puedo curar un daño que se produzca por amor. Ni puedo salvar a alguien de una muerte por vejez. Sin embargo, los malos pueden hacer daño a quien quieran.

-¡Alexia, espera! -Grita Adam mientras corre detrás de mí.- Quería hablar contigo.
Paro y lo contemplo a mi lado. 
-Habla.
-Verás... Siento haberte hecho daño.
-¿A mí? No me has hecho daño.
-Vamos... cuando te dije que me había enamorado de otra, ¿no te enfadaste?
-Para nada. Yo ya tenía a Michael. 
La cabeza me va a estallar. Y con esto y lo de Michael, el corazón y mi cuerpo pesan toneladas. Decido soltar algo de peso y quedarme agusto.
-Además, me di cuenta de que eras un cabrón sin sentimientos que sólo quiere enamorar a cuantas más chicas, mejor. Fui una más de la colección durante unos días. Pero Michael me ha llenado de una forma de la que tú no harías ni en mil vidas. 
Tomo aire y respiro. ¡Me he quitado mínimo quince kilos de encima! Ahora me siento como nueva. En cambio, la cara de Adam refleja tristeza.
-Ah. Sí. Está bien saberlo. Yo sólo quería decirte que sigo enamorado de ti. Pero si es eso lo que piensas de mí... será mejor olvidarme de ti.
"Lo siento. Lo siento mucho, no quería decir eso".
-Sí, será mejor que lo hagas, quiero a Michael.
Otro peso menos de encima. Me siento genial, llena de energía y con peso pluma.
Adam se marcha andando a paso lento y con los manos en los bolsillos. 
El peso vuelve a mí y me hace sentir peor que antes. ¿Cómo he podido ser tan cruel con él? Está bien, no quiero nada con él, pero no tenía que haber sido así de dura. Recuerdo sus ojos azules mirándome y diciéndome que seguía enamorado de mí. ¡Qué cruel he sido!
-Espera, Adam. -Digo mientras corro y me aproximo hacia él. En cambio, él no para como yo anteriormente. Le agarro el hombro y le hago parar.- Espera. Tengo. Que. Coger. Aire. Siento haber sido así de brusca. Pero yo quiero a Michael. Lo siento, de veras. Podemos ser amigos.
-¿Le quieres?
-Sí. Creo que sí. Creo que estoy enamorada de él.
-¿Más que lo que lo estabas de mí?
-De ti nunca estuve enamorada. Fueron sólo unos días. Con Michael han sido algunos más, aunque no muchos más. Pero ha sido muy intenso. Peleas, reconciliaciones, besos, abrazos, llantos... No sé cómo explicarlo.
-Está bien. No pasa nada. Siento haberte dicho que seguía enamorado de ti.
-¡No! Seguro que encuentras a una chica mejor que yo. Conozco a una chica a la que le encantaría estar contigo.
-¿Quién, mi madre? -Dice con media sonrisa, que me transmite a mí.
Señalo hacia la chica castaña que contempla melancólica las vistas desde la ventana.
-¿Laura? Eso es agua pasada.
-Pues a ella le sigues gustando. Tú verás lo que haces.
Camino hacia el comedor sin mirar atrás y sin esperar respuesta de Adam.
Cojo una bandeja roja y recorro la mesa buscando qué comer. Un plato de pasta y de ensalada. Sigo con rumbo hacia una mesa vacía. Examino mi lado izquierdo. Hay un gran plato lleno de sushi. Los ojos se me llenan de lágrimas y miro las mesas para demostrar que Michael no está. Y así es, no está. Después, mi reloj. ¿Qué estará haciendo ahora mismo mi viajero preferido?

lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 42: "¡Te quiero!"

Estamos en la cocina. Sólo han pasado diez minutos desde que Michael se ha ido.
Fabio me ha acompañado y se ha sentado conmigo para comer algo. ¿Para qué queríamos ir al comedor? En la cocina podemos hablar más tranquilamente.
-Te he dicho que no te preocupes. Va a estar bien, Alexia.
-Ahora mismo no puedo hacer otra cosa. Supongo que se me pasará mañana. O pasado. O al otro.
Se acerca a mí y me da un abrazo tierno y de larga duración.
-¿Qué quieres comer? Hoy cocino yo.
-Tengo ganas de pasta.
-Macarrones para la señorita más guapa de la organización. Bueno, la segunda.
-¡Es cierto! ¿Qué tal con Carol?
-Emmm... no sé cómo describirlo. Es cierto que nos besamos el otro día, pero nada más. Ella se muestra muy tímida.
-¿Hablo con ella?
-No,no. No te preocupes. Hablaré yo con ella.
-Sí... hablar... -Suelto una risita y Fabio una carcajada.

Me conecto a Tuenti para pasar el rato. Channel no está en la habitación, algo que se convierte en rutina últimamente. El reloj del escritorio del ordenador marca las ocho de la tarde. He estado hablando con Fabio más de dos horas y después me he quedado dormida en la cama.
Varias novedades. Sólo cumpleaños de gente. Por fin se han acabado los mensajes cotillas. Excepto dos, de Adam. El primero es de hace ayer, a las ocho de la tarde.
Tengo que hablar contigo inmediatamente. Es urgente.
El segundo, es de hace unas siete horas.
Alexia, no has contactado conmigo, te contaré todo por aquí. Paul me ha contratado para trabajar en tu internado. Sé que tienes poderes. Nos vemos pronto.
¡Y ahora me conecto, soy genial!
Voy hasta mi perfil y veo mis visitas. Han subido dos mil desde que llegué. Entonces me detengo en mi foto de perfil. Es la foto de mi cumpleaños en la asociación, de mi primera noche aquí. Salgo riendo con Michael. Todo está pensado. Imprimo la foto y llevo la flecha hasta los ajustes. Borrar cuenta. Entonces un mensaje gigante se muestra en la pantalla.
¿Está seguro de borrar su cuenta? No podrá recuperarla nunca. 
Marco el sí y aparezco de nuevo en la página principal de Tuenti.
Me acerco hasta la pared y agarro el cuadro con una tortuga y un dedo en la boca, en señal de silencio. Saco esa espantosa imagen y coloco la que acabo de imprimir. Vuelvo a colocar el cuadro y reparo en que Channel está en la habitación. Sola. Se queda mirando el cuadro unos segundos y habla.
-Esa foto os la eché yo, ¿no?
La sonrisa que muestra es de todo menos esperada. ¿Querrá hacer las paces conmigo?
-Sí. Fue el día que llegué.
-Me sigues cayendo igual de bien que cuando llegaste, aunque lo hayamos estropeado.
-¿Acaso quieres...
-... hacer las paces? Sí. Sin duda que sí. Laura me ha estado contando lo que tenía pensado para ti. Y me he dado cuenta de que es de todo menos buena. ¿Quieres hacerlas?
-¿Cómo sé que esto no es parte de su plan?
-Sólo confía en mí. No te haría tal cosa. Al fin y al cabo somos... ¿cuñadas? Me resulta raro decirlo. Mi otra cuñada era una pija sin cerebro, con la que no me llevaba bien. Contigo es diferente. Me gustas para mi hermano. Le das un toque de locura pero a la vez tranquilidad. Se nota que está muy enamorado de ti. -Dice mientras sigue mirando la foto y de vez en cuando se fija en mí y sonríe.
Hagamos un inciso. ¿Enamorado? Las mariposas vuelan hasta mi estómago con la intención de destrozarlo. ¿Esto se supone que es el amor? Mamá, deberíamos ser como los americanos, y hablar de estos sentimientos más a menudo. Volvamos a esto. ¿Y yo, estoy enamorada de Michael? Yo diría que ...
-¿Qué, quieres hacer las paces? -Dice Channel cortando todos mis pensamientos.
-Sí. Me fío de ti.
Se acerca a mí y me abraza fuerte.
-Sé que este día ha sido duro para ti. Tanto como para mí. Ahora que sentimos lo mismo, quiero volver a ser tu amiga. Como antes.
-Hecho.
Me tiende su meñique y sellamos el trato. Sonríe y me guiña un ojo. Entonces, el teléfono suena. Me acerco hasta la mesilla de noche y descubro siete Whatsapps, y una llamada de un número desconocido. Pulso el botón verde y oigo una voz masculina a través del teléfono.
-¡Pequeña salvavidas! No te he olvidado aún. -Dice y después suelta una carcajada.
"Y espero que no lo hagas nunca, porque yo te quiero". Me quedo con las ganas de pronunciar esa frase, pero pronuncio otra diferente.
-¡Más te vale que no, transformador de la barrera temporal!
-¿No podemos acortarlo? Dime más bien... No sé... ¡Viajero! ¡Gran viajero!
-Dejémoslo en viajero, anda.
Suelta una carcajada y sigo hablando.
-¿Dónde estás?
-En un hotel. Mañana busco piso. Intentaré acercarme por la noche. Además, intentaré sacarme el carnet pronto.
-¿Por?
-No lo tengo aún. Así que no podré visitarte con el coche. El autobús me deja a dos kilómetros de la organización. Seguiré andando.
-¡Mich! -Dice Channel mientras que se acerca al teléfono. Se lo tiendo y empieza a hablar con su hermano. -¡Sí, lo hemos arreglado! Sí, todo está bien. Sí. ¡No, qué va! Vale. Sí, sí. Mañana nos vemos, entonces. Adiós, adiós. Toma.
Me vuelve a tender el teléfono y Michael habla.
-¡Está bien, Alexia! Mañana nos vemos. No tengo dinero para estos gastos. ¡Te quiero!
El mundo se para a mi alrededor y siento que me voy a desplomar al suelo.
-Te quiero.
Y cuelgo el teléfono. Channel me mira con una media sonrisa.
-¡Uh, uh! Te quiero... -Dice en tono burlón e imitándome. Después pone una cara embobada y sonríe- ¡Cómo se nota que estás enamorada! Incluso tanto como a mi hermano.

domingo, 4 de agosto de 2013

Capítulo 41: "La pequeña salvadora de vidas y el transformador de la barrera temporal."

-Genial, ahora el gilipollas éste aquí y yo me tengo que marchar.  -Dice Michael después de que Adam se haya marchado junto a Paul a su despacho.
-¿Tienes miedo de que me enamore de él o qué? Ya estoy enamor... ya me gustas tú.
Sonríe y me acaricia la mejilla derecha con su mano derecha. Suelto una carcajada y me mira desconcertado.
-Aún recuerdo cuando me besaste la mano el primer día que llegué.
-Sh, eso fue un fallo técnico. -Ríe- Fui un poco pringado.
-A lo mejor si no lo hubieras hecho no me gustarías.
Fabio aparece y se dirige a Michael.
-¿Qué vamos a hacer? Son las doce de la mañana. Nos quedan cuatro horas.
-Tres. Tengo que hacer la maleta.
-Bueno, tres.
-¿Ponemos música en mi habitación y venís todos?

Son las una de la tarde, y nos encontramos en mi habitación. Hemos tenido suerte, Channel no está en ella.
"Another One" de Conor Maynard suena a todo volumen. Fabio baila con Carol. Michael con Bella y Alejandro. Y yo con Angy y Valerie.
Las tres horas pasan en un abrir y cerrar de ojos, y veo cómo Michael se acerca a mí.
-Voy a hacer la maleta. ¿Vienes? -Susurra en mi oído, rodeándome por detrás de la espalda.
Me estremezco al sentir sus labios en mi oreja y asiento. Michael dice a todos que va a hacer la maleta y que a las cuatro los verá abajo, en la puerta principal. Antes de salir me mira y se pasa la mano izquierda por su cabello rubio.
Salgo por la puerta y me dirijo por los pasillos hasta su habitación. En la esquina, una mano me agarra el brazo y me mueve hasta otro pasillo.
-¡Joder, qué susto, Michael!
-Pobrecita... -Dice mientras sonríe y me guiña un ojo- Me gusta que me llames Michael, en vez de Mich. Parece un nombre de una ardilla. -Ríe- Bueno, ¿qué quiere hacer la señorita?
-Te acompaño hasta tu cuarto y haces la maleta.
-Ya la tengo hecha.
-¿No habías dicho...?
No me deja terminar y sigue hablando.
-Alexia, te creía más lista... Era para estar contigo.
Se acerca más a mí y me besa. Siento su sonrisa mientras nos besamos, y una vez más no creo que mañana no le vaya a dar los buenos días.
-Una vez más, ¿qué quiere hacer la señorita?
-No lo sé... ¿Qué se puede hacer en una sola hora?
-De todo. -Dice guiñándome el ojo.
-Marrano. -Digo mientras le doy un golpecito en el hombro y suelta una carcajada.
-Eres tú la que ha pensado mal. Podemos ir al jardín y tomar el Sol. Apreciamos mejor a la gente en silencio. ¿No crees?

El verde adorna el lugar. La fuente expulsa agua a través de la boca de una tortuga. Los árboles están totalmente poblados de flores. Los bancos, con unas pequeñas enredaderas a los lados. Las flores que adornan gran parte del césped llevan dentro de ellas unas mariquitas y por suerte, ninguna abeja.
Michael me guía hasta un lugar en frente de la fuente, debajo del sauce llorón; donde sólo hay césped. Se sienta apoyado en el tronco y yo dejo caer mi cabeza en sus piernas, mientras él me acaricia el pelo. Los minutos pasan en silencio, pero este silencio no es de los que odio. Es un silencio cómodo. Y Michael lleva razón, apreciamos mejor a la gente cuando todo está en silencio.
-¿Centro o afueras? -Dice con una sonrisa en sus labios.
-¿Qué?
-¿Qué lugar preferirías para vivir? Para buscar piso y eso.
-Mmmmm... Me gusta el centro. Pero me gustan las afueras, para que vengas a visitarme más a menudo.
-Viviré en el centro y te visitaré muy a menudo. Te lo prometo.
Me tiende su meñique y sellamos el trato.
-Las promesas no se rompen. -Dice mientras deja un beso en mi frente. -Tienes que apuntarme tu número, por si algún día no puedo venir. -Continúa diciendo.
-¿Acabamos de sellar el trato y ya pones excusas? Así no Michael, así no. -Sonrío- Cuando vayamos a por las maletas te lo apunto. ¿Cuándo encontrarás trabajo?
-Tengo una entrevista mañana de camarero.
-¿Dónde?
-¿Recuerdas al bar donde te llevé en nuestra escapada al lago? Justo ahí.
-Me gusta el lugar. La camarera es majísima y está en el centro de Londres, conseguirás bastante dinero.
-Espero. A lo mejor no me cogen.
-Vamos Michael, la camarera te tiene muchísimo aprecio, seguro que lo hace.
-¿Siempre tienes que tener la razón?
-Sí. He de confesarlo.
El silencio reina de nuevo la conversación y no puedo aguantar más.
-¿Qué pasa si te enamoras de otra?
La cara de Michael primero es desconcertante y después sonríe.
-Eso no va a pasar.
-¿Y si pasara?
-No va a pasar. ¿Quién va a existir mejor que tú, mi pequeña salvadora de vidas?
"Mi pequeña salvadora de vidas". Ahora no veía tan malo tener poderes, todo sonaba más bonito desde sus labios. ¿Por qué no habría venido antes a esta maldita asociación?
-Habrá mejores que yo. Y más guapas. Y con mejor cuerpo.
-Dudo mucho que haya alguien mejor que tú. En todo caso, no te pongas en eso.
-Sólo quiero pensar en negativo, así, pase lo que pase, no estaré tan deprimida.
-Alexia, no va a pasar nada, ¿vale? Confía en mí.

Las pesadas maletas manejadas por Michael bajan las escaleras ruidosamente. Son las cuatro y cinco minutos y todos nos encontramos en el portal de la asociación. Incluso Paul. Incluso Channel y Laura. Incluso la bibliotecaria.
El primero en despedirse es Alejandro. Se dan un gran abrazo pero no consigo oír lo que éste le dice al oído. Lo mismo me pasa con Fabio, del que sólo oigo un "yo la cuido, pero preocúpate de cuidarte tú". Valerie, Bella, Angy y Carol se despiden después. Más tarde la bibliotecaria. Después Laura. Y más tarde Adam (estos dos últimos sólo con un apretón de manos y bajo la mirada malvada de Michael).
Repaso la habitación y veo que sólo quedamos por despedirnos Paul, Channel y yo. El primero es Paul, que le da unas llaves a Michael y un abrazo totalmente descomunal. Escucho un "es todo tuyo", supongo que refiriéndose al coche.
-Ya sólo me quedan mis dos niñas.
Channel y yo nos miramos y recuerdo los primeros días de nuestra amistad. ¿Cómo podía haberme reemplazado por tal monstruo?
-Yo primero. Así os dejo solos. -Se acerca corriendo a Michael y se pone desconsoladamente a llorar- Ven... Ven a visitarme todos los días. Y tráeme chocolate, ¿entendido? Te voy a echar mucho de menos. Cuídate mucho.
-Vendré. Cuídate y no te fíes de esa Laura, no es trigo limpio. -Se dan dos besos y otro abrazo, y Channel se marcha desconsoladamente hacia la asociación.
Su mirada se clava en mis ojos y más tarde en mis labios. Y de nuevo en mis ojos.
-No llores, pequeña salvadora de vidas.
¿Llorando? Me toco las mejillas y efectivamente, están llenas de lágrimas y ni siquiera me he dado cuenta. Sencillamente no puedo hablar, porque produciría un ruido incomprensible, un gruñido de monstruo. Me lanzo a sus brazos y me abraza. Después me separa y me deja a unos centímetros de sus labios, hasta que se acerca más y los toca. Siento cómo las lágrimas tocan sus mejillas y me doy cuenta de que esto está ocurriendo de verdad. Su mano derecha pasa a mi cintura y mis brazos a su cuello. Nos besamos tan apasionadamente que no sé describir el tiempo que pasamos así.
-No me enamoraré de otra chica que bese como tú, tenlo claro. Te voy a echar de menos, pequeña.
Observo sus vaqueros, de los que asoma el papel con mi número. Respiro hondo y me dirijo a decir algo que se entienda.
-Como lo pierdas te mato. Llámame esta noche mismo.
-Tengo que comprarme un móvil, pero lo haré. -Sonríe y vuelve a besarme.- Te voy a echar de menos, mi pequeña salvadora de vidas.
-Y yo a ti, transformador de la barrera temporal.
Lo veo marcharse mientras sonríe. Al girarme, descubro a Fabio mirándome.
-Estará bien. -Dice con la voz más dulce que le he oído desde que nos conocemos.

lunes, 22 de julio de 2013

Capítulo 40: "Me marcho a casa."

El sandwich "Michael" parece ser un plato estrella, Mich se lo ha comido en dos minutos y después se ha relamido los dedos una y otra vez. Bebe un vaso de agua de golpe y después se limpia los labios con una servilleta blanca.
-Me voy a las cuatro.
Jodido el cuento de hadas.
-¿A casa?
-Bueno, a casa... no. Tengo que buscar piso con el dinero que me preste Paul y devolvérselo cuando encuentre trabajo.
-Cómprate un móvil y me llamas.
-Lo que diga la señorita. -Dice mientras esboza una sonrisa y me conquista una vez más.
-Te voy a echar de menos.
-Yo más.
Me levanto y voy a por él, besando cada centímetro de sus labios y después dejando que me arrope entre sus brazos.
Se levanta y pone sus manos en mis caderas, caminando detrás de mí hasta el salón, donde da la noticia a Fabio. Éste se mete las manos en los bolsillos y se deja caer en el sofá.
-Putos dieciocho.
-No os preocupéis, Channel sigue aquí y tendré que visitarla a menudo.
Fabio no vuelve a abrir la boca y se levanta de golpe.
-¿Qué hacemos? Son tus últimas horas aquí.
Carol baja por las escaleras y se acerca a nosotros, sonriente.
-¿Qué tal? ¿Qué hacéis? -Dice mientras se coloca el pelo.
-Estamos pensando qué hacer para no aburrirnos. -Dice Fabio mientras la contempla de arriba a abajo.
-Eh, ¿y Angy? -Digo levantando la cabeza y examinando la habitación.
A las décimas de segundo, una imagen aparece en la habitación, de golpe. Es el cuerpo de Angy, que se encuentra sonriente y riendo a carcajadas.
-¡Coño, qué susto! -Dice Michael. -¿Qué haces?
-Practico con mis poderes. Me encanta asustar a la gente. -Y después suelta una carcajada.
-Fiesta de despedida.
La voz procede de la puerta de la cocina. Nos damos la vuelta para contemplar la cara de la voz, apoyada en el marco de la puerta con los brazos entrelazados encima de su torso, se encuentra Laura. La pesadilla despierta.
-Buena idea, gracias. -Dice Michael mientras sonríe.
¿Qué hace, a qué juega? ¿Ahora es amigo de Laura? Empiezo a frustrarme.
-¿Sí, verdad? Soy tan inteligente... -Dice mientras se toca el pelo en un golpe y lo coloca por detrás de sus hombros.
-Pero tú no estarás invitada, claro.
Ese es mi Michael.
-¿Por qué? ¿A tu novia no le gustan las fiestas? ¿Prefiere salvar gatitos al borde de la muerte?
La sonrisa de Laura aumenta por minutos. No me quita el ojo de encima, y cada vez me siento más impotente de no poder tocarla. Y las ideas me llenan la cabeza. No me parece tan mal idea ir a por ella, pegarle un puñetazo y acabar con todo. Después recuerdo que "Eso no es de señoritas", según Ophélia y además, que me destrozaría en un sólo golpe.
En cambio, Michael parece vencerse por momentos, como si ya estuviera cansado de todo, de todos.
-No, prefiero salvar vidas que quitarlas. -Digo sin darme cuenta.
¿Por qué he dicho semejante cosa? La pelea no iba conmigo, hasta que han nombrado mi nombre. Claro, es un buen motivo para hablar, que de otra forma u otra estés en la discusión. Las palabras han salido de mi boca sin mi consentimiento y de forma rápida y seca.
La sonrisa de Laura se borra unos segundos, mientras me observa de nuevo, sin apartar sus ojos de los míos. Su mirada quema, como una cerilla a punto de consumirse. Después, vuelve a sonreír y se retira de la puerta y camina hacia mí.
-¿Sabes qué, Alexia?
Espera mi respuesta, pero no la obtiene, así que, sigue hablando.
-No siempre en esta vida hay que ser buena. De hecho, tú no lo fuiste conmigo, ¿no recuerdas? Las buenas mueren pronto, las malas sólo mueren en las películas.
-¿Cómo puedes guardarme rencor por una carcajada? Fue sólo una risa, una risa procedente de una caída patosa. ¡No es para tanto! Yo también me he caído y también se han reído de mí, pero me lo he tomado con humor y yo he sido otra más que se ha reído de sí misma. Las personas mueren, antes o después, buenas o malas.
-Vamos Alexia... ¿Cómo puedes decir semejante tontería? Te reíste de mí, tú y tus amiguitos. Incluso Adam... -Dice mientras se toca la frente con la mano izquierda y retira por unos segundos su mirada de mí.
-¡Ah, ya lo entiendo! ¡Me tienes rabia por haber estado con Adam!
-¿El qué?
Los puños de Michael se endurecen, y me hacen recordar la pelea entre Adam y Michael, donde la única herida fui yo.
-¿Estuviste con Adam?
Sigue sin obtener respuesta.
-Querida... te tenía rencor por una risa, pero ahora... ahora me has contado la gota que derrama el vaso. Ahora sí que no vas a tener perdón.
La puerta se abre de golpe y la luz nos permite observar a dos cuerpos. Uno es más alto que el otro, casi una cabeza, y más delgado.
La puerta se cierra y descubrimos a Paul y a Adam (por mi sorpresa). Me vuelvo para contemplar la cara de Laura, que se peina el cabello con los dedos, y se moja los labios una y otra vez con la lengua.
-Hola chicos. Éste es Adam, el chico que sustituirá a Ophélia.
Después observo a Michael, que mira hacia otro lado mientras que la vena procedente del cuello parece que va a estallar de un segundo a otro.
Esto debe de ser una broma. ¿Adam? ¿Vivirá aquí todos los días, veinticuatro horas al día? ¿Tendré que aguantarlo?
Adam me observa y después, sonríe. Sus ojos azules me atraviesan los ojos y por un momento recuerdo aquel beso en la calzada de su casa, ¿en qué estaría pensando? Ahora estás enamorada de Michael. Quiero decir... te gusta Michael.
Adam se acerca a mí y me sonríe de nuevo.
-Vaya, parece que nos vamos a ver a menudo.
-Sí, qué guay. -Sonrío falsamente y siento cómo la mirada de Michael se clava en mí como mil puñales.

domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 39: "No quiero que sientas pena por mí."

-Narra Michael-
La mirada de Alexia examina cada milímetro de mis ojos. Después de darle la noticia de que Ophélia ha muerto, no ha vuelto a decir nada en un mínimo de veinte segundos. ¿Qué estará pensando? 
Muerde la parte izquierda de su labio inferior y después se avalancha encima de mí y me abraza con sus pequeños brazos. Más tarde, se retira y me vuelve a mirar desde abajo con sus ojos marrones, empapados en lágrimas.
-Eh, no llores, no pasa nada, de verdad. No quiero que sientas pena por mí, de verdad. -Le digo mientras le beso en la frente. 
Verdaderamente soy yo el que debería estar mal, pero no quiero hacerla sentir mal. La muerte de Ophélia ha sido un gran palo para mí. Ahora que ella no está, me da por pensar en qué hubiera sido de mí si ella no me hubiera recogido del orfanato. A lo mejor seguiría allí, encerrado todo el día mientras decenas de familias decían que no nos querían para ellos; o tendría una familia con la que vivir mi vida. De todos modos, hubiera pasado lo que hubiera pasado, Ophélia ha sido mi salvación, la mujer que me ha hecho salir de la oscuridad para conocer finalmente la luz. Y siempre le estaré agradecido por ello.
-Lo siento, Michael.
-Alexia, no te preocupes, estoy bien.
Justo cuando acabo de decir mi frase, me doy cuenta ni de que yo me creo lo que acabo de decir. Y claro, Alexia menos. Por eso me vuelve a abrazar, y pasa sus dedos por mis rizos, enredándolos en ellos y haciéndome temblar.
Mientras tanto, Carol y Angy me miran con los ojos llorosos, intentando no llorar. Cuando mi mirada y la de Carol se cruzan, se tapa la cara con las manos y empieza a llorar. Angy, al verla de tal forma, pone su mano derecha en la espalda y hace pequeños círculos en ella, intentando hacerla mejorar.
Alexia se retira de mí y contempla cómo Fabio baja las escaleras de dos en dos y se funde conmigo en un abrazo, que verdaderamente, me hace mejorar.
-¿Cómo estás, tío?
-Bien, bien. No me preguntéis más eso, no pasa nada.
Alexia me mira mientras vaga por los pasillos hasta el jardín, yo la sigo.
Al llegar al verde lugar, se sienta en un pequeño banco y me indica con la mano que me siente. Le obedezco, y después, empieza a hablar.
-Cuéntame qué ha pasado.
Cojo aire y me decido a hablar.
-Paul ha venido a mi cuarto a las seis de la mañana, diciéndome que me vistiera rápido y que me contaría todo por el camino. Yo pensaba que mis dieciocho se habían adelantado y me quería echar de aquí. Pero al entrar al coche y arrancar, me ha contado lo de Ophélia.
-¿Qué le ha pasado?
-Ataque al corazón.
La mirada de Alexia se centra en mi mano, la coge y la arropa entre sus dos pequeñas manos.
-Hemos llegado a Londres, donde había un hombre de unos setenta años, al que Paul le ha dado un fajo de billetes. Ha procedido y ha enterrado a Ophélia. Y eso es todo.
-¿No había familia?
-No. Paul, Channel y yo. No tenía familia, lo dejó todo en Francia para venirse aquí.
-¿Y por qué Paul ha pagado a un señor para que la entierre?
-Es fácil. Las personas como nosotras no son "conocidas".
-¿Cómo?
-No estamos registrados en ningún colegio, trabajo, ni ninguna cosa por estilo. ¿No crees que es sospechoso? Ahora mismo, no existimos. Ophélia no constará como que ha muerto, porque es como si no hubiera nacido. Paul paga a altos cargos para que nos borren de listas de nacidos, cuando llevamos mucho tiempo aquí.
Las palabras dejan a Alexia boquiabierta.
-Tranquila, tú sigues existiendo, llevas poco tiempo aquí.
-Bueno, y... ¿cómo está Channel?
-Mucho peor que yo, ha estado toda la mañana llorando.
-Sé que estás mal... Aunque no entiendo por qué no quieres que te vea llorar.
-No he llorado en mi vida.
-Pues este es un buen motivo para llorar.
-Lloraré cuando me apetezca, no tengo ninguna presión de que tú me veas llorar.
Esboza una sonrisa y suelta mi mano, mientras que se pone de pie y se coloca el pelo.
-¿Vamos dentro?
Asiento con la cabeza y me lleva hasta la cocina, donde me siento en una silla.
-¿Qué quiere mi chico para desayunar? -Dice mientras abre el frigorífico y me mira con una sonrisa en sus labios.
¿Ha dicho 'mi chico'? Sólo escuchar esa frase, sonrío.
-Lo que quieras hacerme.
-Te voy a hacer mi especial sandwich "Michael".
-¿Con mi nombre? ¡Qué honor! ¿Qué lleva?
-Es secreto... -Dice mientras cierra el frigorífico con las caderas, ya que lleva unas cuantas cosas en los brazos.
Después saca una sartén y la empapa de aceite. Corta algunos ingredientes y cocina el sándwich. A los cinco minutos, coloca un plato blanco delante de mí con un sadwich en él. Finalmente, descubro los ingredientes. Lechuga, tomate, pavo, queso...
-Este es un sandwich vegetal, normal.
-No, es un Michael. Busca mejor.
Abro el sandwich y descubro un trozo de sushi en medio de él.
-Qué asco, pero qué detalle.
Ríe a carcajadas, mientras que se sienta en la silla de enfrente de mí. 

jueves, 2 de mayo de 2013

Capítulo 38: "No despiertes a Alexia."

-Ha muerto alguien.
Las palabras de Carol son como un eco que se reproduce en el silencio. Nadie habla, casi ni respiramos.
Siento mucha presión en la cabeza, como si fuera a explotar en cualquier momento.
"Soy egoísta", pienso. Soy egoísta porque estoy aliviada y feliz de que alguien haya muerto. Porque esa persona no he sido yo.
Observo cómo cada uno de nosotros intercambiamos miradas y sin embargo, me centro en Michael. No escucho nada en el ambiente salvo su respiración, pesada y a la vez relajada.
-¿Apostamos? -bromea Fabio, rompiendo el silencio.
-No tiene ni puta gracia, Fabio -inquiere Carol, molesta.
-¿Nos acercamos a ver qué ha pasado? -pregunta Angy.
Michael suelta un suspiro mientras cierra los ojos y se apoya en mí de nuevo. Siento cómo unos muros se construyen a su alrededor y muestra una fachada dura y sin importarle nada.
-Prefiero esperar a que vengan a contárnoslo -dice, tranquilo.
Y se hizo el silencio. De esos que tanto odio y que son más incómodos aún de romper.
-Quiero ver "Los Juegos del Hambre". Me dijeron antes de entrar que era genial -dice Bella, mientras examina sus zapatos una y otra vez.
El gesto me saca una sonrisa, porque Alice tenía la misma manía cuando estaba nerviosa. Apoyo la idea y pregunto si habrá algo de comer. Fabio pregunta a Michael que lo acompañe para comprobarlo y los dos se marchan hacia la cocina.
Bella también se marcha, diciendo que va a descargarse la película y que nos veremos a la hora.
-Bueno Carol -dice Valerie-, hoy tiene que caer mi hermano.
Valerie sonríe pícaramente mientras yo intento no reírme. Carol parece metida en un sueño, del que Valerie intenta despertarla dándole unos golpecitos en el hombro.
-¿Le gusto?
Valerie me mira y suelta una carcajada que me contagia, mientras Carol se queda mirándonos como quien mira a dos locos.
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A las diez y algo, Carol y Angy me acompañan hasta el cuarto de los chicos, donde veremos la película. Bella, Valerie y Alejandro ya están allí cuando llegamos.
¿Es raro que no hablemos por el camino? Supongo que en estas situaciones no, porque aunque intentemos disimularlo, todos pensamos en quién habrá muerto.
-Hola -saluda Carol, antes de dar un abrazo a Fabio-.¿Os habéis enterado de algo?
Michael y él niegan la cabeza casi al unísono y yo me quedo en el marco de la puerta, como no sabiendo muy bien qué hacer con tanta gente en la habitación de Michael. Parece otra diferente que en la que he estado con él varias veces.
Bella se dirige hacia la tele y enchufa el cable con el ordenador y segundos más tarde los títulos iniciales y la música tronadora marcan el comienzo de la película.
Bella, Angy, Valerie y Alejandro se sientan juntos en una alfombra blanca, a pocos centímetros de la televisión. Cuando voy a sentarme con Carol, Fabio llega y me guiña un ojo sin que ella se da cuenta.
Me giro y Michael mira a la tele, antes de que se percate de mi mirada y muestre una media sonrisa.
La comida va pasando uno por uno hasta dar varias vueltas completas.
Estamos sentados en la cama de Michael, apoyados en la pared y tapados con una pequeña manta.
-¿Estás bien? -le susurro al oído.
Justo cuando salen las palabras, me doy cuenta de que ha sido una pregunta estúpida. ¿Cómo pensaba que estaría al saber que alguien conocido a él ha muerto?
-Estoy bien al saber que no te ha pasado nada a ti. Pero... estoy muy nervioso. No sé... todo esto es raro.
Me pasa el brazo derecho por los hombros y me acerca a él. En un susurro, me dice que mire la cama de Fabio, donde encuentro a Carol y Fabio besándose. No es nada sexual ni fuerte, pero tampoco es un simple roce de labios.
-Y luego Fabio nos dice que no perdemos el tiempo... -le susurro, antes de reírme.
Al terminar la película las luces se encienden y sorprendentemente nadie se ha dormido. Creo que es la primera vez que no veo a nadie dormir viendo una película
-Qué película más rara... -exclama Fabio.
-Pero Fabio... Si tú precisamente no la has visto -responde Michael antes de soltar una carcajada-. Estabas más ocupado en otros asuntos.
Empezamos a compartir opiniones y a la mayoría nos ha gustado bastante. Michael describe a Katniss como una "badass" y todos terminamos odiando al Presidente Snow.
-Dejadme en paz, yo sigo llorando por Rue -susurra Valerie, mientras se tapa la cara.
Al rato cada uno se marcha a su habitación, incluso Carol, que no se queda con Fabio y me sorprende. Éste se mete en el baño, mientras que Michael se cambia en la habitación. Se quita la camiseta y de nuevo veo su torso.
-Oye, ¿esto lo haces a propósito o qué? -pregunto bromeando, a lo que él no comprende-. Lo de quitarte la camiseta cada vez que nos quedamos solos. Pareces el licántropo de Crepúsculo.
-¿Te vas a quedar a dormir? -pregunta después de reírse.
No contesto. Puede que esté demasiado embobada intentando disimular el que le estoy mirando como para realmente haberlo escuchado.
-¡Alexia!
-¿Eh?
Michael suelta una carcajada y se quita los pantalones. Después, se coloca los del pijama en un movimiento rápido.
-Que si te vas a quedar a dormir.
-Sí, sí, vale. ¿Tienes camiseta?
-Sí, claro.
Se dirige hacia la mesita de noche y saca una camiseta de color blanco con la frase y signo de "Ramones" en color negro estampado en el pecho.
Me la tira y me quito mi ropa sin sentirme tan incómoda, aunque no sé exactamente por qué. Dejo  La dejo en la silla y luego me coloco su camiseta. Me llega hasta unos centímetros por debajo del trasero.
Michael se mete en la cama y se revuelve el pelo inocentemente.
-¿Vienes?
Me dirijo hacia la cama algo nerviosa y me meto dentro de las sábanas.
Me resulta extraño estar así con un chico y sin embargo, me siento cómoda. Michael me acerca a él y en pocos minutos estoy sumergida en el olor de Michael que termina por dormirme.
Un día más en que la alarma suena y maldigo estar en la Organización. Abro los ojos e instintivamente me dirijo hacia el cuerpo de Michael, pero no lo encuentro.
En cambio, Fabio está en su cama revolviéndose en las sábanas.
Lo primero que se me pasa por la cabeza es que ha descubierto quién ha muerto.
Me levanto de un salto rápidamente y me dirijo hacia Fabio. Intento despertarlo con varios golpes, pero es imposible. Grito varias veces su nombre mientras lo zarandeo y finalmente recibo un sonido gutural a cambio.
-¿Dónde está Michael?
-Se marchó a las seis -responde, antes de salir debajo de las sábanas-. Me dijo que no te despertara.
-¿Qué ha pasado?
-No me ha dicho nada, sólo que tenía muchísima prisa y que no te despertara.
Los ojos achinados de Fabio me escrutan y entiendo que él también piensa que Michael ha descubierto algo.
Casi sin darme cuenta, me visto corriendo y bajo hasta clase.
Me visto y bajo hasta la clase. En la puerta están Angy y Carol, calladas y mirando al suelo.
-¿Por qué no entráis?
-Mira el cartel.
Me acerco a la columna de al lado y contemplo el folio con rotulador negro:
"Hoy no hay clases, después os explicaré todo.
                      Paul."

Ya son las nueve menos cuarto y no recibimos señales de nadie. Tras estar mucho tiempo dando paseos de izquierda a derecha, decido sentarme en los escalones junto a las chicas porque mis piernas empiezan a temblarme demasiado como para que pueda seguir andando sin caerme.
¿Podría haber sido Channel?
La puerta se abre media hora después y se contemplan unos rizos a través de la niebla de la noche.
-Mi visión -susurra Carol, mientras me da un codazo-. Fue exactamente lo que vi.
Michael entra a la habitación y me acerco a él corriendo. A unos centímetros de su cara, veo cómo los ojos salen de sus órbitas, rojos e hinchados cansados de derramar baños de agua.
Lo único que puedo hacer es abrazarlo y cuando lo hago, pecho con pecho, oído con oído y respiración con respiración; me susurra:
-Ophélia... ha muerto.
Sus brazos se ciñen a mi alrededor y suelta lo más parecido a un llanto que ha salido del cuerpo de Michael en la vida.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Capítulo 37: "Ya ha ocurrido."

Nos quedamos en el jardín un buen rato, contemplando el verde césped y tomando el Sol, por fin hace buen tiempo. Conversamos sobre el cumpleaños de Michael.
-Yo quiero beber. -Dice Fabio mientras le toca el pelo a Carol.
-Y yo. -Dice Carol.
-Yo tuve una mala experiencia con el alcohol, así que no sé si beberé. -Dice Valerie.
-¡Pero si eres una borracha! -Dice Fabio.
-Bueno, beberé sólo uno... o dos...
Todos empezamos a reír al oír el comentario de Valerie. Cuando me giro para contemplar las puntas de mi cabello, observo dos personas de lejos. Al alzar la vista y contemplarlas directamente, los dos cuerpos se convierten en Channel y Laura. Le doy un codazo a Michael, para que observe quién viene por el camino de piedras. Channel sigue viva. Al contemplar a las dos, las risas se cortan de golpe.
-¿Qué pasa? -Dice Channel mientras se sienta en el césped al lado de Laura.
-¿Tú eres tonta, no das señales de vida o qué, quién mierda te crees que eres? -Grita Michael detrás de mí. Me tapo los oídos para evitar oírle, me está gritando a unos centímetros del oído, aunque los gritos sean para su hermana. Sus puños están muy duros, está realmente alterado. Alcanzo uno de ellos y lo protejo en mis manos, pero él lo quita instintivamente, no tiene ningún interés en relajarse. Realmente se preocupa por su hermana, algo que aún le hace más tierno. Channel mira a Laura y ríe a carcajadas.
-Relájate Michael, he estado hablando con Laura en diferentes sitios de la organización.
-¿Que me relaje? Cómo se nota que no has estado aquí durante un tiempo. Eres una idiota, déjate de gilipolleces.
Channel abre la boca y se levanta del césped. Se sacude el vaquero con las manos y se marcha con Laura dentro de la organización.
-Mich, tranquilízate... -Le dice Fabio.
-¿Que me tranquilice? ¿Pero tú la has visto? Qué niñata...
-Se ha comportado mal, pero tampoco tienes que tratarla así.
Se pasa la mano por el pelo, colocando algunos de sus rizos hacia atrás, mientras resopla.
-Vamos a cambiar de tema... -Dice Angy.
Empiezan a hablar de sus gustos musicales. Michael, coloca su mano en mi muslo y deja caer su cabeza en el espacio de mi cuello.
-Lo siento. Ahora si puedes relajarme. -Susurra mientras deja un beso en el cuello y después sonríe.
Paso mi mano por la suya, y después por sus muñecas. Sus largos dedos se mueven de vez en cuando, al notar las cosquillas procedentes de la muñeca.
-A mí me gusta el reggaeton. -Dice Valerie.
-¿Cómo puedo ser tu hermano? -Dice Fabio mientras ríe. -A mí me gusta... Ed Sheeran y rap.
Comentan cada uno de sus gustos y artistas favoritos, pero realmente no presto atención, los besos de Michael me hipnotizan. Mis labios se abren, gesto del que Michael se percata.
-Quizás no debamos esperar...
-No, creo que sí deberíamos esperar.
Michael suelta una carcajada.
-Eres una chica muy cabezota. Eso me gusta.
Noto cómo mis mejillas empiezan a calentarse.
-No te ruborices, eso también me gusta de ti.
-Para de decirme cumplidos o caeré en la tentación.
-Si dices eso, voy a decirte mil cumplidos.
-¿Por qué no vas a pedirle permiso a Paul para tu fiesta y así se te baja el calentón?
Ríe y después habla.
-Como diga la señorita. Pero te aseguro que cuando venga aún tendré el calentón. Fabio, ¿vienes?
-¿A dónde?
-A hablar con Paul. Por lo del cumpleaños y eso.
-Ah, claro.
Los dos chicos se marchan hacia la cocina y nos dejan solas.
-¿Lo has hecho con Michael? -Dice Carol.
-¡Carol! -Dice Angy. -¡Eso no se pregunta!
-Tengo curiosidad...
-No, no lo he hecho con Mich. ¿Por qué?
-No sé... Como ya he dicho antes, curiosidad.
Reímos.
-¿Qué tal con Fabio?- Dice Bella.
-Ains... es tan mono. Pero... ¿no creéis que es un poco pronto?
-No tiene por qué. Que se lo digan a Alexia. -Dice Angy.
-Si estás segura... el tiempo no importa. -Digo.
-¿Creéis que le gusto?
-Algo me huelo. -Digo mientras río.
Los chicos vuelven y se sientan en sus respectivos sitios.
-¿Qué ha pasado? -Dice Bella.
-No hay fiesta. -Dice Michael mientras vuelve a dejar su cabeza en mi cuello.
-Joder... Bueno, vemos una peli. ¿Os apetece? -Dice Angy mientras se ata los cordones de sus converses.
-Algo es algo. -Dice Carol.
Miro el reloj de Michael: 19:42. Se oyen varios portazos procedentes de la organización. Miro a Carol, está con la cabeza entre las piernas y casi gritando del dolor. A los pocos segundos, me mira.
-Ya ha ocurrido. -Dice Carol mientras vuelve a mirarme.
-¿El qué ha ocurrido? -Digo levantándome de golpe.
-Ha muerto alguien.

sábado, 20 de abril de 2013

Capítulo 36: "Al menos, no bromees con ello."

Me levanto rápidamente de la silla al oír la campana del recreo. Una voz grave vuelve a despejarme de mis pensamientos.
-Alexia, ¿podemos hablar? -pregunta el Señor Norton mientras se coloca el chaleco de color gris.
-Claro.
-Em... te he visto muy distraída últimamente. Y quería informarte de que si yo no te apruebo, deberás quedarte más tiempo aquí. Algo así como repetir curso.
Abro la boca para decir algo, pero me quedo sin habla. Las palabras se amontonan en mi cabeza y no pueden salir. Sólo llevo unas semanas aquí y ya estoy deseando marcharme. ¿Quién va a quedarse un año más aquí? Ah, a este ritmo... yo.
-¿Cambiarás?
Asiento con la cabeza.
-Está bien, ya puedes marcharte -dice, moviendo la mano hacia la puerta.
Vago hasta las escaleras, donde todos están sentados. Todos menos Laura y Channel, que no han aparecido en todo el día. Me río al verlos, parece la entrada a una serie americana.
Michael me mira y me indica un escalón por debajo de él para que me siente. Cuando lo hago, me aparta el pelo hacia un hombro y me habla en el oído.
-No he visto a Channel en todo el día. ¿Crees que puede ser ella la que muera?
Las palabras de Michael son directas, aunque se detiene entre una palabra y otra, con miedo. Muevo la cabeza negativamente, pero verdaderamente, no estoy siendo sincera con él. No tengo ni idea de si puede ser o ella o no. Por una parte, es algo muy sospechoso; y por otra, no quiero verle triste. Lo acerco a mi cuello y sus brazos llegan hasta mi cintura, los acaricio durante unos segundos antes de que él los retire. Odiamos a esas parejas pastelosas y no queremos ser una de ellas.
Los chicos hablan sobre el poder de la electricidad.
-Tiene que ser la leche freír a alguien -dice Fabio mientras se toca la barbilla.
-A mí no me gustaría. Me gusta más salvar vidas.
Los demás asienten, apoyando que también les gustaría salvar vidas. Aquí me he dado cuenta de que soy alguien afortunada, que tener poderes es genial. Mi madre siempre ha querido que sea médica, podría serlo con mis poderes.
¿Y por qué mantener la organización en secreto? Que todo el mundo sepa quién tiene poderes, podríamos ser de ayuda. Podríamos ser normales.
Suena la campana que indica que volvamos a clase. Al entrar, el señor Norton sigue con su explicación, pero ahora presto más atención. Lo que me faltaba, repetir.
¡Ni pensarlo!
Las tres horas restantes pasan rápido, y antes de que haya mirado el reloj por segunda vez, nos dirigimos a comer. Michael repite sushi y a mí me trae un buen plato de pasta con salsa.
-Aquí tienes -susurra mientras coloca la bandeja de color rojo delante de mí.
-Gracias. -Sonrío.
-¿Qué vamos a hacer mañana para tu cumple? -Dice Angy mientras se lleva una patata frita a la boca.
-Ni idea. Celebrarlo, como hicimos en el de Alexia. Fiesta.
Hablamos sobre lo que hay que comprar y además, tenemos que pedirle permiso a Paul.
-Me encargo yo -afirma Michael-. Aunque no creo que quiera fiesta.
Se lleva un trozo de sushi a la boca y lo saborea. Después bebe agua.
-Da igual. Al menos... podemos ver una película.
-¿En mi cumpleaños? Qué divertido...
Todos reímos y después hablo.
-Es mejor que no hacer nada.
Me mira y enarca una ceja. Sé que no llevo razón, que lo mejor sería emborracharse, bailar y contarnos historias que nos hiciesen reír, pero estamos en la Organización y eso no pasa aquí.
Terminamos de comer y después salimos al jardín. Carol y Fabio hablan apartados de los demás. De vez en cuando él le hace alguna broma, a lo que ella le responde con un golpecito en el hombro. Angy habla con Bella y Alejandro sobre su vida fuera, mientras que él se limita a observarlas con la boca abierta.
Michael y yo nos unimos a los últimos. Michael les cuenta la visión de Carol.
-¿Visión o sentimiento? -pregunta Angy, mordiéndose una uña.
-Visión.
-Qué puta putada, joder -casi grita Bella.
Ella es de las únicas personas que puede permitirse utilizar un noventa y nueve por ciento de tacos en una frase sin llegar a lo obsceno.
-Gracias por el apoyo, chicos -susurra Michael, mientras les guiña un ojo.
-Joder Michael, ¿qué quieres que haga?
-No sé. No bromear con ello. ¿Te crees que es fácil saber que alguien a quien quiero va a morir? Y hace dos días que no veo a Channel, lo que me hace pensar que puede que ya haya muerto. Pero de todas formas, si no es ella, ¿quién puede ser?
Aquí siento cómo un vacío me pesa e incluso Michael se para durante un segundo. Ambos sabemos que con el tema de Laura soy la que más posibilidades tiene.
-La puta incertidumbre me agobia -continúa-. No saber qué pasa, no saber quién puedo perder dentro de unas horas, no ser capaz de proteger a esa persona. Me crea un nudo en el estómago; algo con lo que no puedo estar a gusto.
Todos miramos al suelo. Las palabras de Michael me asombran y a la vez me entristecen.
Aunque Michael no quiera afirmarlo, la principal candidata a la muerte soy yo. La súper fuerza de Laura me haría pedazos en segundos.
Siempre me han preguntado qué haría si supiera que moriría mañana y siempre he dicho que pasaría el día tomando el sol, junto con mis amigos y familia. Pero ahora que la muerte está más cerca, no sé qué haría. Al pensar que dentro de unas horas no sienta nada en mi cuerpo, el nudo en el estómago de Michael se contagia al mío.
Pero no quiero preocupar a nadie, así que, lo mejor que puedo hacer es quedarme en silencio, como los demás.

lunes, 8 de abril de 2013

Capítulo 35: "No me provoques."

Aún tambaleante, me giro hacia la puerta y ahí está Michael mirándome. Está apoyado en la pared, con los brazos recogidos uno en el otro y una cara interrogante. Corro hacia él y le abrazo muy fuerte. Sus brazos tardan unos segundos en reaccionar y me abrazan torpemente. 
Sería genial que pudiera decir que me hacen sentir segura como en las películas, pero la seguridad es algo abstracto ahora mismo.
-Eh, ¿qué pasa? 
Agarra mi mentón y me obliga a mirarlo. Sus ojos me escrutan interrogantes y creo que sabe todos mis pensamientos.
-Carol. Ha tenido una visión... Alguien muere -digo, rápido y nerviosa. Le explico por qué creo que soy yo la que morirá. 
-Ese razonamiento es estúpido. Hay cientos de muertes al día. Además, no estás sola, Fabio sabe lo de Laura. -Lo miro detalladamente y lo intento asesinar con la mirada.- No te pongas así, sé que no tenía que haberlo contado, pero es por tu bien.
-Aunque lo hicieras por mi bien -y él sonríe-, Carol ha visto una imagen: la tuya llorando, no un sentimiento. Así que la visión no va a cambiar. 
Su expresión cambia y supongo que ahora tiene clara conciencia que alguien a quien quiere desaparecerá.
-Me voy a mi cuarto. ¿Vienes?
Asiento y subimos las escaleras en silencio. Abre la puerta de su habitación, pasa delante de mí y cierra después.
Me tiro a su cama, me coloco boca abajo de la forma menos femenina posible y oigo cómo se ríe. Giro la cabeza y veo cómo busca algo por toda la habitación.
-Mierda. ¿Dónde está mi pijama?
Se dirige a la mesita de noche y lo encuentra. 
-¿Ya vas a dormir? Creo que eres un viejo de noventa años en un cuerpo joven aunque bastante feo.
Se quita la sudadera y deja ver sus definidos abdominales.
En ese mismo momento el estómago se me encoge y me ruborizo.
Poco a poco se coloca una camiseta de mangas grises y torso blanco. 
-No voy a dormir, es para que la ropa se seque. -Me mira y ríe.- Será mejor que dejes de mirar este cuerpo joven aunque bastante feo. 
Se baja los pantalones y después se pone el pantalón de pijama con el que le abofeteé. Suelto una carcajada y él me mira.
-Ese pantalón me trae buenos recuerdos.
Se tumba a mi lado y se ríe. Me giro y lo miro. Huele a azúcar, como siempre.
-Será mejor que te quites esa ropa mojada. En mi cajón hay más camisetas.
Me guiña un ojo y retira las sábanas de la cama, metiéndose en ella. 
Abro el cajón y busco una camiseta. Debajo de las demás, hay una de color gris de manga corta, aunque a mí me llega a los codos.
Me giro y no me sorprendo al ver que Michael me mira divertido. Para él quitarse la ropa no es nada importante, pero para mí supone un océano. Organizo la forma más rápida de cambiarme de ropa y así lo hago. Me quito la chaqueta despacio y se la tiro a la cara. Retiro el jersey y me pongo la camiseta rápidamente. Michael retuerce el abrigo y me lo pasa por el pecho, de modo que mi espalda cae encima de él. Me mueve estratégicamente y termino sentada encima de él, con el abrigo rodeándome la espalda. 
Me mira y se acerca despacio a mí, como si nunca me hubiera besado en la vida. Nuestros labios se rozan y soy yo la que lo acerca a mí. Llevo mis manos a su pelo y él lleva las suyas a la parte baja de mis caderas. El ardor que me recorre hace que suelte un pequeño gemido entre el beso. 
Michael me besa el cuello y se retira despacio de mí. Me apoyo en su hombro y me cubro la cara, riéndome. Siento como su hombro baja y sube por la respiración agitada y su risa.
Me aparto de él y me quedo en el filo de la cama de nuevo.
-¿Me meto con la falda?
-Será mejor que no, no quiero que se arrugue. Y las medias también, no pueden romperse.
Nos reímos a la vez y justo cuando me quito la ropa me agarra de la mano, me acerca a él y me tapa con las sábanas.
-Estoy helada -digo, porque estoy nerviosa y digo lo primero que pasa por mi cabeza.
-Tienes los píes fríos -susurra, sonriendo.
Baja sus manos a mis caderas y me levantan un poco la camiseta. Me acerca a él en un rápido movimiento y estoy completamente pegada a él.
Totalmente.
Me besa y yo pongo mis manos en su cuello.
-¿Más caliente? 
La carcajada que produce hace que me ría. Le doy un golpe en el hombro y él toca el borde de mi ropa interior.
Dios, Michael.

Suena la alarma. Un día para el cumpleaños de Michael y por lo tanto, para su ida.
Mis ojos se abren de golpe y me estiro en la cama. Después apago el despertador y veo que Michael sigue dormido.
-¡Michael, buenos días! Despierta de una vez -digo mientras salto en la cama a su alrededor.
-Sh...
-Venga, ¡es raro que yo te tenga que despertar a ti!
-Porque tú eres una dormilona. Déjame un rato ser como tú. Menos lo de fea, claro.
-¡Pero si me amas! -exclamo mientras río a carcajadas. No responde y veo que muestra una sonrisa, mientras su cabeza se esconde entre las sábanas. Me sumerjo en ellas hasta buscar su rostro. Le doy besos por las mejillas, frente, nariz... hasta llegar al cuello, donde se estremece, aunque sonríe. 
-¿Te vas a despertar ya?
Me pongo de pie en la cama y abre los ojos. Me mira y sonríe.
-Debería haberlo hecho en el primer salto. No sabes las vistas que tengo desde aquí.
Chillo y me tiro encima de él. Suelta un sonido parecido a un gato agonizando y da la vuelta a nuestra postura, ahora él está encima de mí. 
Se acerca a mi cuello y me besa despacio. Mis piernas están alrededor de sus caderas y cuando me besa echa el peso en mí, de forma que estamos más unidos que nunca.
-Por favor, no me provoques. Tienes una imagen muy sexy con el pelo alborotado, mi camiseta y ropa interior, mis actos no serían razonables. 
-Mierda, Michael -suelto sin pensar y él sonríe, satisfecho.
Va al baño y oigo cómo se lava los dientes.
-¡Voy a cambiarme a mi cuarto!
Michael muestra su pulgar a través de la puerta del cuarto de baño.
La ropa aún sigue mojada. Así que opto por no ponérmela. Intento viajar por los pasillos hasta mi cuarto sin que nadie me vea. 
No lo consigo. 
Justo dos pasillos antes de mi cuarto, me encuentro con Angy.
-¡Joder! ¡Qué susto, Angy! ¿Qué hacías aquí?
-Estaba practicando con mis poderes. ¿Y tú, pillina? ¿Qué haces semi desnuda?
Se me escapa una carcajada y ella se cruza de brazos, como mi madre cuando sabe que he hecho novillos.
-Tengo que cambiarme, ahora nos vemos en clase.
-Sí anda, vístete que te vas a constipar, bombón. 
La veo desaparecer justo delante de mis ojos y me voy a mi cuarto, donde no hay nadie. Supongo que Chanel ya ha salido.

Llego a clase temprano, la primera vez en todo el curso. El Señor Norton explica el poder de la electricidad. Y una vez más, no presto atención. Miro por la ventana y me pregunto qué estarán haciendo mis amigos ahora mismo. Una voz grave me trae de nuevo a la clase.
-¡Alexia!
-¿Eh?
-¿Puedes prestarme de una vez atención? -dice el Señor Norton, demasiado alto.
No contesto, sólo lo miro algo asustada. Su mirada hacia mí es fulminante. Después de que la clase se quede estupefacta, intenta disimularlo volviendo con su tema.
-¿Por dónde íbamos? Ah sí. La electricidad es el poder más común en el mundo.