domingo, 24 de febrero de 2013

Capítulo 29: "No sabes que eres preciosa."

¿Conocernos?
No sé qué está planeando Michael, pero lo sigo por las escaleras en silencio.
Soy una chica tímida hasta que cojo confianza y no paro de hablar, pero me encanta el silencio. Me encanta cuando iba a la playa y escuchaba el sonido de mi mano al tocar el agua.
Odiaba la playa, pero ahora me gustaría visitarla.
No sé, supongo que ahora echo de menos lo que antes echaba de más.
-Vamos a mi cuarto, ¿te parece bien? -Asiento y siento cómo me agarra más fuerte la mano. Llegamos a su cuarto, abre la puerta y pasa -. ¿No piensas pasar?
-Es un poco raro, vine aquí para pegarte un puñetazo, ¿sabes?
-Bueno -dice, muy serio-, espero que eso no vuelva a pasar hoy.
Muestra una sonrisa y yo paso y me siento en su cama. Él se sienta en la silla del escritorio y saca una libreta y dos bolis. Arranca una hoja y me tira la libreta y un bolígrafo.
-¿Sigues solo en la habitación? -pregunto.
-Sí. Supongo que mi nuevo compañero vendrá pronto. ¿Tu color favorito?
-Bueno, me gusta el azul, rojo, naranja...
-Alexia -me interrumpe y se ríe-, sólo uno.
Verdaderamente no lo pienso, digo el primero que se me pasa por la cabeza.
-Azul. ¿El tuyo?
-Verde. ¿Comida favorita?
No me puede estar haciendo esto. La comida es mi cosa favorita en el mundo y no puedo elegir una, sería traicionar a las demás.
-No puedo elegir. Me gusta todo.
-Di una -dice, mientras sujeta el boli.
-Michael, esto me parece forzado -digo, y él me mira expectante, sabiendo que voy a decir algo que quizás no le guste-. ¿Por qué no nos conocemos día a día y no estudiando?
Él mira al suelo, dándome la razón. Me acerco a él, me siento en sus piernas y mis manos se posan en su nuca.
-Pizza -susurro, antes de darle un beso.
Cuando me aparto, aún tiene los ojos cerrados y me río. Sus manos viajan hasta mi espalda baja y se quedan allí.
-Sushi.
Me acerco a la mesa y rompo la hoja en la que ha estado escribiendo que mi color favorito es el azul y donde el apartado "comida" ha quedado en blanco.
El hoyuelo que se le forma en la mejilla izquierda me hace sonreír. Entierra su cara en mi cuello y nos quedamos así unos segundos, sin esperar nada del mundo, sólo respirando el perfume el uno del otro.
Cuando habla, su aliento me hace cosquillas en el cuello y se aparta hasta quedar a unos centímetros de mi rostro.
-Sé cosas de ti que ni tú misma sabes -declara y yo me río. Me alejo y lo miro interrogante. Tengo ganas de saber qué se supone que conoce de mí-. Bueno, sé que tu prenda favorita son las sudaderas, que si fueras un chico te atraerían más las morenas, que siempre estás sonriendo, que odias arreglarte y que no te valoras lo suficiente.
Lo miro desde una distancia considerable. Lleva la razón en todo. No sé cómo lo sabe, ni tampoco quiero saberlo. Le sonrío y él me guiña un ojo.
-Pero sí me valoro lo suficiente.
-Claro que no -afirma, en medio de una sonrisa-. No soportas que te digan que eres preciosa.
-Porque no lo soy.
Sus manos se encuentran con cada lado de mi rostro y sus ojos se centran en los míos, como si no hubiera nada más en el mundo.
-Claro que lo eres. Lo que ocurre es que tú no lo sabes.
Puedo notar el calor procedente de mis mejillas y miro al suelo. Tengo muchísimo calor y me quedo callada.
Michael coge mi barbilla y la mueve para que lo mire directamente a los ojos.
-Te lo repito: eres preciosa.
Voy a besarlo cuando unos nudillos tocan la puerta. Michael maldice en voz baja y yo me río.
-¡Pasa!
Primero asoma una nariz puntiaguda y después todo él: Paul.
Por instinto, me levanto de las piernas de Michael y lo miro.
-Siento interrumpir -dice, y me extraño de que se disculpe-, pero debo deciros que mañana iremos de excursión a la ciudad. Sobre las ocho, estad preparados.
Antes de que podamos decirle algo, se marcha. Pero yo no podría decir nada, estoy totalmente mareada y asustada.
¿Y si veo a todos mis amigos? Les podría mentir.
No, no podría.
Me froto la cara y suspiro. Siento la mano de Michael en mi hombro.
-¿Qué pasa?
-¡Mierda! -grito, hasta Michael se asusta.
Aunque esta situación no me enfada, creo que tengo un cúmulo de estrés y necesito soltarlo por algún lado. Insultar no ayuda.
-A las ocho los estudiantes van a clases. ¿Qué pasa si veo a mis amigos? Sólo Adam y Jackson saben lo mío. Pero me preguntarán. Y no sé qué puedo decirles porque yo no...
-Ey -dice, dejando que no hable más-. No te preocupes. A lo mejor no vamos por tu instituto.
Deja un beso en mi frente para intentar consolarme, pero yo sé que seguramente los vea, porque mi instituto estaba en el centro.
De repente tengo ganas de marcharme a mi cuarto y enterrarme bajo mis sábanas.
-Nos vemos luego.
Michael me coge del brazo antes de que pueda irme.
-¿Por qué? -pregunta, medio ofendido.
-Ya hemos pasado la tarde juntos.
-Un rato más -dice, y va dejando besos en mi cuello.
Una ola de calor y de placer recorre todo mi cuerpo, pero me aparto. Me sienta en sus piernas a horcajadas, de forma que mis piernas quedan cada una a un lado de sus caderas.
-Quédate.
Vuelve a besarme el cuello y la ola de calor vuelve. Siento cómo sus labios queman en mi cuello y suelto un suspiro que podría hacer volar a un elefante.
-Michael... para... -jadeo, y él ríe-. ¿Intentas provocarme?
Levanta su cara de mi cuello y me mira. Tiene los ojos más claros y los labios algo rojos e hinchados. Le puedo ver la nuez subir y bajar al tragar. Y me pregunto: qué verá él cuando me mira.
-Ajá.
Ahora besa mis labios, primero en un suave toque y después en un beso apasionado que me deja sin respiración.
Me digo que sólo me quedo media hora. Joder, soy frágil.
Las manos de Michael bajan por mi espalda hasta mi trasero. Aún con su boca contra la mía, me levanta y me posa sobre la pared. Recorre toda una trayectoria de besos: mi boca, mi mandíbula, el cuello, el lóbulo de la oreja, hasta que deja algunos por encima de mis pechos.
Le agarro el pelo por instinto y él produce un sonido gutural. Me conduce aún en sus brazos a la cama y nos tumbamos. Él está encima de mi cuerpo, besando mis mejillas y labios.
Estoy acalorada y muy nerviosa, así que no sé lo que hago para que Michael se separe de mí.
Sus ojos verdes oscuros me miran desde arriba. Tiene el pelo despeinado y la voz ronca cuando pregunta:
-¿Estás bien?
Se sienta a mi lado y yo me incorporo. Estoy jodidamente bien.
-Claro. ¿Por qué no iba a estarlo?
Él se ríe y se acerca a mi oído para susurrarme:
-No quiero presionarte. Nos vemos mañana.
Así que me deja con el calentón. Quiero decir, sé que yo no quiero hacerlo, pero el hecho de que él me haya frenado me deja tocada. Me levanto de la cama y camino hasta la puerta. Allí lo miro y le suelto:
-Eres un puto microondas. Mucho calentar, y poco cocinar.
Él suelta una carcajada y contesta a la broma.
-Ya conocerás la cocina de Michael, tranquila.
Cierro la puerta y bajo por las escaleras acalorada y roja. Casi me lo ha confirmado.
Viajo por los pasillos hasta mi cuarto, donde están Laura y Channel, riendo.
Al ver el panorama, me voy, evitando cualquier contacto con Laura. No quiero ser una gallina, pero ahora mismo no quiero enfrentarme a ella.
Decido ir a la biblioteca, y terminar de leer la biografía de Bob Marley. Bella está en el mismo sillón de la última vez, leyendo su novela romántica.
-Ey.
-¡Hola! -exclama con energía.
-¿Plan para hoy?
-Libro y café. ¿Te apuntas?
La miro y ella me sonríe. Bella es de esas chicas que no le importan una mierda lo que la gente piense de ellas, ella se quiere a sí misma y es lo que le importa. Me gustaría ser como ella.
-Hecho. Voy a por mi libro.
Vuelvo a los pocos minutos después con mi libro y me siento en el sillón de al lado.
-Vienes algo roja, ¿no?
Me toco los mofletes y noto que aún queman. Miro al suelo y le digo lo primero que se me ocurre:
-He corrido para ir a por el libro.
-Sí, claro. ¿No recuerdas que leo la mente?
Ella explota en una carcajada y me mira pícara. Me guiña un ojo y yo río.
-¡No me leas la mente!
-¿Qué? Sólo quería un poco de porno gratis...
Yo me río y me tapo la cara con las manos.
-¿Sabes que mañana nos vamos de excursión a la ciudad? -pregunto, para cambiar de tema.
-¿Si? Qué pringados...
-¿No vendrás?
-Supongo que no.
No puedo convencerla, así que volvemos las vistas a nuestros libros y leemos calladas.
Al cabo de cien páginas, Bella interrumpe el silencio de mi mente y la biblioteca.
-Laura es una puta.
-¿Qué?
-Sé lo que te ha dicho.Y créeme cuando te digo que lo va a pagar.
Mierda. Lo último que quiero es que todos mis amigos se enteren de lo de Laura e intenten pararla. Primero Michael, ahora Bella.
-¿Puedes dejar de leer mi mente?
-No lo hice. Leí la de ella.
Así que Laura ha estado pensando en mí y en lo que me dijo.
-Escucha Bella: no digas ni hagas nada. Saldremos heridas o tú o yo. Así que no.
Ella rueda los ojos y sigue leyendo. Otra vez interrumpe el silencio:
-¿Conoces a ese chico? -pregunta, mientras mira por encima de mi hombro-. Está pensando en ti.
Me doy la vuelta, esperanzada por que fuera mi padre. Pero encuentro a Adam, que llega hasta a mí exhausto, perseguido por Ophélia.
-Señogita, ha insistido en vegla, pego le dije que no podía. Dice que es su hegmano.
Él me guiña un ojo y yo lo miro extrañada.
-¡Hermanita! -exclama, y me da un abrazo-. Qué guapa estás.
-Tranquila Ophélia, es mi hermano.
Ophélia se va tranquila y yo lo cojo del brazo y lo llevo al jardín. Allí nos sentamos en un banco.
-¿Qué quieres? -susurro, enfadada. No quiero que esté aquí después de lo que pasó la última vez.
-No respondiste a mi mensajes. Quiero hablar contigo.
Ugh. Es pesado.
-Estoy con Michael, te aviso.
-No quiero volver contigo -declara riendo. Otro golpe hoy para mi feminidad-. Solamente quiero quedar bien con Michael y contigo.
-No creo que sea posible, al menos por parte de Michael.
Su cara transmite desesperación.
-Escucha, no quiero llevarme mal con él.
-No creo que haya solución, Adam.
Hablamos durante un rato. Él ha vuelto a salir con la chica de antes y dice que son bastante felices.
Me alegro de no haberme quedado con él, sólo quiere una chica tras otra y diversión. Si no estoy yo, se queda con ella y viceversa.
Aparece Michael, con sus sonrisa al verme, que desaparece poco a poco al ver el rostro de Adam. Sus puños ahora están contraídos y sus nudillos se vuelven blancos por la presión. Su rostro refleja enfado y mucha ira, es igual a la vez que terminé en el hospital. Le miro y sonrío, dándole a entender que no pasa nada entre nosotros, gesto que él no entiende. Se dirige hacia Adam, decidido y con pies de hierro.
-Vete de aquí.
-Eh tío, sólo quiero ser amigo tuyo.
-No, no va a ser posible ¿sabes? Porque sé lo que intentas con Alexia. Sé que tienes a la otra chica para cuando te canses y volver a ella. Pero no va a pasar, porque tú sólo quieres liarte con ella y yo quiero algo serio.
-¿Algo serio? -pregunta Adam, y se ríe a carcajadas. Ahora soy yo la que tiene ganas de pegarle un puñetazo. Michael asiente y él vuelve a reír-. ¿Un discurso de política o algo así?
-Enamorarme. Cosa que tú no harás en tu vida.
Trago saliva y el corazón me va a mil. ¿Ha dicho enamorarse?
La risa de Adam cesa y lo miro con asco. ¿Por qué sigue aún aquí?
-Pero yo..
-Tú nada -lo interrumpe Michael. Lo agarra de la camiseta y lo levanta del banco. Señala la cocina-. Tú te vas y punto.
Adam se marcha a paso ligero y en la puerta de la cocina me mira. Yo aparto la vista, porque ha quedado claro lo que quiere conmigo. Michael se acerca a mí y se sienta a mi lado, aún tenso.
Yo lo abrazo y le susurro al oído:
-Me gusta lo que has dicho.
Poso mi mano en su nuca y noto cómo se estremece, como siempre. Su mano viaja a mi espalda.
-Es la verdad -declara, en un susurro.
Me guardo lo último para mí: su comportamiento me ha puesto a mil.

miércoles, 20 de febrero de 2013

Capítulo 28: "Quizás algún día pueda vengarme."

Me siento en las escaleras con todos, esperando que acaben los diez minutos de descanso. Veo cómo Fabio y Carol, hacen muy buena pareja. Me dirijo a los dos hermanos recién llegados.
-¿Qué poder tenéis?
-Manipulación física -dice Valerie. Pongo cara de no entenderla, porque no lo hago. Ella se ríe-.¿Tienes un pañuelo? 
Busco en mis vaqueros y lo único que encuentro es un post-it que se me ha pegado en el trasero. Lo cojo y veo que está en blanco, así que se lo doy. Ella lo pone entre sus manos y cierra los ojos con suavidad. Cuando las abre, sólo hay cenizas. No puedo reprimir mi cara de sorpresa.
-Joder -susurro. Su poder es jodidamente poderoso-. ¿Funciona con personas?
-No, por ahora no.
Nos quedamos callados unos segundos. 
Como siempre y sin darme cuenta, empiezo a cantar. Mal, pero canto. 
-And they scream, the worst things in life come free to us.
Veo cómo Fabio mueve los pies al ritmo de la música y habla:
-Cause were just under the upper hand, and go mad for a couple of grams, she don't wanna go outside, tonight.
Él sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.
-¿Te gusta Ed Sheeran? -me pregunta.
-Es mi religión.
-Por fin alguien que lo conoce, es genial. 
Sonrío al escucharlo. Es el primero que lo conoce junto a mí en la Organización. Tenemos cosas en común, seguro que nos llevamos genial.
Quedan unos dos minutos de descanso. Esperando, me levanto y voy a por agua a la cocina. 
Allí está Laura, mirándome fijamente. No le hago caso, abro la puerta del frigorífico, pero ella la cierra detrás de mí.
-¿Me recuerdas?
-Laura. Viniste ayer aquí.
-No, no -dice, con una sonrisa oscura-. Ya nos conocemos de antes. 
-Lo siento, no te recuer...
-Hace unos meses -me corta, antes de dejarme hablar-, en el gimnasio. Tuve que subir por la cuerda, me caí a los pocos metros y tú fuiste la que se rió de mí sin compasión ninguna.
Sinceramente no recuerdo que la conociera, pero si ella lo dice será verdad. 
De repente, la imagen viene a mi cabeza. La chica que se cayó Laura. La chica que me miró mal fue ella. La que se fue llorando fue ella...
-Siento haberlo hecho, no quería herirte.
-¿Lo sientes? Pobrecita... Quizás algún día pueda vengarme.
Levanto una ceja y siento que voy a soltar una carcajada. Me pasa a veces, cuando algo es peligroso o serio, me río. 
Me quedo apretando los labios, intentando no soltar la carcajada y por tanto terminar la conversación. Ella me guiña un ojo y se marcha. Trago saliva y me relajo al saber que se va; pero mis piernas tiemblan muchísimo.
Aparece Michael por la puerta, con una sonrisa que poco a poco se desvanece entre sus labios.
-Eh, ¿qué pasa? El señor Norton pregunta por ti -dice, mientras mira mis piernas. Me pone las manos en los hombros y me mira desesperado.
No sé si contárselo, porque puede que Laura lo amenace también si lo involucro. Sus manos aprietan tanto mis hombros que las palabras salen solas:
-Laura. -Es lo único que puedo decir. Intento terminar la frase, pero soy la chica más cobarde del mundo y sólo con una amenaza mi mundo se viene abajo. 
Sólo pienso que me podría matar con sus manos en un segundo. 
Me agarro al mango del frigorífico, para evitar caerme. Michael se acerca a mí, me coge el brazo y lo coloca en su hombro.
-¿Laura qué?
Respiro hondo.
-Me ha amenazado. Dice que se vengará.
Los puños de Michael se van apretando poco a poco, hasta que los nudillos se vuelven del color de la luna llena. Continúo la frase.
-Prométeme que no dirás ni harás nada. -Michael calla por unos segundos y mira hacia otro lado. Le agarro la barbilla y hago que me mire-. Hazlo.
-Te lo prometo.
Le beso, intentando tranquilizarle y decirle que estoy aquí, que no va a pasar nada. 
¿Qué puede hacerme Laura? La gente tiene compasión, humanidad.
Sus puños vuelven a su estado normal.
-Vamos a clase -dice mientras me ayuda-. ¿Puedes? 
Asiento con la cabeza y retiro mi brazo de su hombro. Intercambiamos unas sonrisas y caminamos hacia clase poco a poco.
-Gracias -digo en su oído. Él no dice nada, sólo besa mi frente. 
Él mira al frente unos segundos antes de hablar:
-Siento no haberte creído. Laura no es de fiar. Llevabas toda la razón. 
Me acerco más a él hasta que el Señor Norton  o cabeza de bola de billar se acerca a nosotros.
-Llegáis tarde. 
-Lo siento, me he mareado -digo mientras busco mi sitio. En el fondo está Laura, mordiendo su lápiz con una sonrisa.
Las horas de clase son interminables, como siempre, estoy desconectada totalmente de ella, creando mis propias reflexiones. 
¿Qué estará pasando en casa? ¿Y Bola? Mi padre se lo habrá llevado, Leslie querrá tenerlo también. Seguro que mi madre está preparando tostadas para desayunar, mientras mi padre hace el café.
Leslie estaría en Internet, comprobando Facebook una y otra vez, mientras lee los apuntes de la universidad. Y Nico estaría con la música a todo volumen, mientras devora una tras otra las tostadas, sin saborearlas. La abuela iría a visitarlos con un "¡Pero qué guapos estáis!" 
Seguro que ella ya está mejor, el tiempo ha pasado lento para ella. Ella es dulce y alegre; y fuerte. 
No quiero que esté mal. Sus típicas frases me vienen a la memoria. 
"¿Pero tú has visto qué ojos? ¡Y qué sonrisa! No se lo digas a tu madre, pero tú eras mucho más guapa que ella..." Mientras ríe y me da cinco besos en un sólo segundo. Y su: "¿Tienes hambre?
Mi abuelo era más tímido, pero cuando estábamos solos era algo extraordinario. Bebía vino mientras veíamos cualquier programa y nos dormíamos sin querer.
Entre reflexión y reflexión asiento con la cabeza, sin entender ni una palabra de lo que dice bola de billar.

Pasan las cinco horas, largas, pero pasan. Salgo de clase, buscando el comedor. Nunca lo he visitado, como alguna cosa en la cocina sin pararme mucho a pensar. Channel y su voz chillona interrumpen mis pensamientos.
-¿Comemos juntas?
-¡Claro! 
Le sonrío y ella me guía yendo delante de mí. Para mi sorpresa, hay que cruzar varios pasillos.
-Creo que hoy toca pizza. -Hace como si se limpiara la baba y se ríe.
Soy de esa gente a la que le gusta estar sola, pero cuando quiero estar con alguien, cuantos más mejor. Así que se me ocurre que podríamos comer todos juntos.
-¿Puede venir Bella, Carol, Angy, Valerie y Fabio?
-¡Claro! -dice ella, sonriendo- ¿Y Laura?
Seguramente que Laura coma conmigo es la peor idea del mundo. Ya sabéis, por los cuchillos y eso... Esperaba una comida divertida y con diálogo, pero ahora sé que en cuanto termine mi plato de comida me iré a mi cuarto.
Pero lo pienso: quizás Channel quiera tener su verdadera amiga y la prefiera a ella. Así que no pongo inconveniente, si yo quiero que todos vengan, ella también puede traerla a ella.
Nos reunimos en la mesa de la esquina. Fabio, Bella, Carol, Angy, Valerie, Channel, Laura y yo. 
Bella me guarda un sitio a su lado, entre ella y Carol. Las dos me saludan, pero presto más atención a tres asientos a la derecha, Laura. Es raro que ahora no me esté mirando, conversa tranquilamente con Channel y parece hasta normal. Parece.
Michael llega a los pocos minutos. Me mira y me sonríe, pero después su mirada se desvía a Laura y  noto cómo sus nudillos se vuelven blancos.
Me levanto y me dirijo a él. Me pongo de puntillas para cortarle la visión y sus ojos por fin se centran en los míos. Le cojo de las manos y él envuelve las mías en las suyas. Tiro suavemente de él hacia el bufé.
-Vamos a por nuestra comida. 
-¿Por qué está aquí? 
-Tu hermana la ha invitado.
-Hablaré con ella, para decirle que se vaya -dice, mirando a Channel. Yo le vuelvo la mirada y el verde de sus ojos vuelve a estar más claro.
-¿Qué? Prometiste no decir nada.
-¡Es por tu bien, Alexia! -grita, demasiado bajo para ser un grito y demasiado alto para ser un susurro.
-No me grites. 
Él me mira y me pone las dos manos a cada lado de la cara.
-Lo siento. No quería hacerlo. No quiero que nadie te haga daño.
Aún con mi cara entre sus manos, me besa suavemente. Es sólo un pequeño contacto, que me hace querer más, pero no soy de esas chicas que se besan como si no hubiera mañana en un sitio público lleno de estudiantes con las hormonas revolucionadas.
Al menos no por ahora.
-Sé defenderme por mí sola, Michael. Es mejor si te callas. Por favor.
Su mandíbula se tensa y suelta mi cara; mirando hacia otro lado. Se pasa la mano por la nuca, nervioso.
-No lo entiendes -susurra, casi para sus adentros. Vuelve a mirarme-. Contigo no hay preocupaciones. Eres como el aire, me llevas aunque no me de cuenta. Si sonríes: todo va bien, el mundo marcha, nosotros marchamos. Tu sonrisa me hace estar en paz. Pero si no sonríes: nada marcha. 
Es cursi, lo sé, pero Michael es así. Lo miro y le cojo de la mano. Le muestro una sonrisa de oreja a oreja, bromeando. Él me mira y sonríe.
-Todo va bien. Ahora vamos a comer cinco pizzas nosotros solos y moriremos juntos de un ataque al corazón.
Él me guía por el bufé, cogemos una bandeja y un plato para cada uno.
-Cambiando de tema -dice, mientras pone un trozo de pizza en su plato y me alcanza uno para saber si  yo quiero. Yo asiento y él lo pone en mi plato-, ¿has visto cómo mira Fabio a Carol? 
-¿Crees que se gustan? -digo, riéndome.
-No sé. No pude ver mi cara cuando te conocí -bromea, antes de guiñarme un ojo-. Eso se merece un beso.
Suelto una carcajada y le beso la mejilla.
-¡No ahí! -exclama, riéndose.
Coloca pasta, ensalada y algo de fruta en ambos platos. Coge sushi y pone un poco en su plato. Cuando va a poner un trozo en mi plato, le freno.
-Odio el sushi.
Él rueda los ojos e introduce mi trozo en su boca. Cuando traga, habla:
-No sabes lo que te pierdes.
Michael me dice que ya vuelve y yo voy a nuestra mesa.Todos se marchan a por su comida, menos Fabio, que se queda conmigo.
-¿No comes? -le pregunto y él niega con la cabeza.
-Estoy algo acostumbrado a comer más tarde. 
Michael llega con su bandeja y dos Coca-Colas y sienta a la izquierda de Fabio. Me da mi refresco y Fabio y él se presentan.
-Soy Michael. No nos habían presentado -dice mientras se dan un apretón de manos-. ¿Y qué tal por aquí? ¿Haciendo amigas y eso?
-¿Qué? -dice, con una sonrisa.
-Te vemos muy bien con Carol -afirmo, moviendo las cejas. Michael y él se ríen.
-Sh -susurra Fabio-, no lo digas tan alto.
Michael se ríe y casi se atraganta al beber de su Coca-Cola.
-No pasa nada, hacéis buena pareja -argumenta Michael.
-¿Crees que le gusto?
Miro a Michael (que sonríe como un tonto) y después a Fabio.
-Te daré un consejo. Conócela perfectamente y después, si ambos queréis, salid juntos.
Michael me mira interrogante, sin saber a qué me refiero.
-Es mejor ir despacio, yo no sé casi nada de ti.
Su mirada vuelve al suelo, como dándome la razón.
Comemos tranquilamente, haciendo bromas y riendo. Para mi sorpresa, Laura no jode mi comida.
Michael por el contrario, está serio. Su mandíbula amenaza con salir disparada mientras mira a Laura. Cada vez que lo hace le hablo o le digo alguna estupidez.
Salgo de la cafetería, en rumbo hacia mi cuarto. He comido muchísimo y quiero dormir un poco. Cuando estoy a punto de subir las escaleras, Michael se para en frente de mí.
Lo miro interrogante y él jadea. Ha venido corriente para pillarme a tiempo.
-Me... me debes un favor -dice, intentando recuperar el aire-. Hoy nos toca tarde juntos.
Yo sonrío y él me coge de la mano. Me acompaña por las escaleras y no sé qué rumbo vamos a tomar.
-¿Qué vamos a hacer?
-Conocernos -declara, mientras me mira y el verde de sus ojos me tranquiliza. 
Deja un beso suave en mis labios y ahora estamos solos, así que le agarro por la nuca y le devuelvo un beso apasionado. Él se ríe contra mi boca y nos separamos un poco, aunque se queda a escasos centímetros de mi boca.
-Primero nos conocemos y después... no sé después -susurra, en medio de una carcajada.

martes, 19 de febrero de 2013

Capítulo 27: "Bendito post-it."

Me quedo mirando cómo Michael se marcha y vuelvo a mirar a Laura (que sigue mirándome).
Ella es de estatura media, está delgada y el pelo castaño y lacio le llega hasta el pecho. Siento sus ojos marrones en cada centímetro de mi cuerpo, quemando.
Intento evitarla, mirando a otro lado, y encuentro a Carol. Está sentada en las escaleras, mirando hacia el suelo. Cada una de sus manos agarra un lateral de la cabeza y apoya los codos en las rodillas, haciendo que parezca mucho más pequeña. Da pequeños quejidos, encorvándose hacia adentro.
-Carol -digo, tocándole el hombro-, ¿te encuentras bien?
Sus ojos me miran. Me miran de una forma hasta ahora desconocida: muestran pena e incluso miedo. Están llenos de lágrimas luchando por brotar de sus ojos. Siempre que veo a una persona con los ojos llorosos, me lo transmite.
-¿Qué pasa? -pregunto, claramente desesperada.
-He -susurra, y se le rompe la voz. Traga saliva- ... he visto el futuro.
Me siento a su lado en las escaleras, y espero a que esté preparada para hablar. Me miro los pies y respiro. Entonces habla:
-Laura. Ella... no es buena.
La frase hace que me tiemblen un poco las piernas. ¿Qué puedo esperar del futuro? 
-Dime de una vez qué has visto.
-Nada exactamente -confiesa, suspirando-, sólo borroso, pero creo que podía reconocer a Laura. Me pasa a veces. Cuando veo borroso el futuro puede variar.
-Vale, tranquila. Tampoco creo que no sea buena chica -digo mientras la abrazo. Está temblando como un perrito de dos meses, cuando tiene miedo. Parece que se calma un poco-. Si pasa algo, lo afrontaremos juntas. Estoy aquí.
Ella sonríe y me abraza, muy fuerte. Por un momento siento cómo me aplasta y paro de respirar. Ella se da cuenta y me suelta, en medio de una carcajada. Le digo que tengo que ir a terminar el libro, y ella me despide. Despido a Angy con la mano, que está en el sofá.
Llego a mi habitación, mucho pequeña ahora de lo que había recordado antes. Cojo el libro y empiezo a leer. Cuando termino, me doy cuenta de que se me ha hecho relativamente corto. Ya son las diez y media y estoy agotada, así que me pongo el pijama y me meto en la cama. 

Despierto de un sobresalto, con sudores fríos y helada. Miro el reloj de la mesita: son las cinco y treinta y dos. He tenido una pesadilla; intento recordarla, pero ya se me ha olvidado. Noto un bulto al lado de mí, una persona. ¿Channel tiene miedo a la oscuridad? Enciendo la lámpara de la mesita de noche. Cuando descubro quién es, lo observo por unos segundos. Así de tranquilo, parece más joven y relajado.
Michael.
Tiene un post-it azul en la frente. Lo cojo con suavidad, para no despertarlo, y lo leo mentalmente.
"Siento haberme metido en tu cama, Son se ha marchado a casa y me aburro. Siento también haberte metido mano."
Me río demasiado alto y él se mueve un poco. Su brazo derecho está en su nuca y el otro está debajo de la mía.
El sudor se vuelve más frío con el paso del tiempo, así que en cinco minutos ya estoy helada. Mi brazo  busca su torso y cuando lo encuentro, dejo mi mano en sus abdominales definidos. Al notar mi mano fría, se estremece y yo me río. A diferencia de mí, está calentito. Apago la luz e intento dormir de nuevo, rodeada por Michael. Ahora mismo no tengo miedo del futuro, sólo me importa el presente. Este mismo presente.

El sonido más molesto del mundo suena a las siete y media de la mañana. Apago el despertador sin abrir aún los ojos. Siento las molestias de Michael y supongo que es por la luz del Sol. Me acurruco entre sus brazos y él se ríe. 
-Eh, eh, eh. Pero Alexia, ¿qué haces metiéndome mano? Pensaba que era el único que podía hacerlo.
Yo me río y busco su mejilla con mi mano. Cuando la encuentro, lo atraigo hacia mí y le beso. No estoy de acuerdo con los besos apestosos por la mañana. Él me besa el cuello y sin poder evitarlo, suelto un sonido gutural. Me zarandea suavemente y vuelve a hablar:
-Despierta, dormilona.
Abro los ojos poco a poco, estirándome. Cuando me estiro totalmente, le doy un golpe en la cara a propósito a Michael y hago como si me sorprendiera que estuviera aquí.
-¿Se puede saber qué haces en mi cuarto?
-Son se ha ido a casa, ya controla sus poderes. Decidí venirme aquí, contigo.
-¿Acaso no quieres admitir que te da miedo estar solo? -pregunto sonriendo.
-No. Sólo prefiero estar contigo.
Sonrío y él se sienta en la cama. Me acerco a él y lo abrazo por detrás, tirándolo de nuevo a la cama. Él se da la vuelta, quedando encima de mí. Sus manos están a cada lado de mi cabeza, apoyando su peso, así que no nos tocamos. Él me mira durante unos segundos y después besa mi mandíbula. Lo empujo y él se ríe. Ahora está sentado y yo me coloco encima de él, con una pierna a cada lado de sus caderas. Me abraza y yo le toco la espalda, siguiendo el contorno de sus músculos. Él baja sus manos por mi espalda, hasta llegar al final de mi camiseta. Introduce las manos dentro y me toca la espalda baja.
-Estás helada -dice, serio.
-Y tú caliente.
-Por fin lo entiendes. -Me guiña el ojo y yo me río antes de golpearlo en el hombro.
-Parad. Tengo menos de dieciocho años. Igual que vosotros, por cierto -dice Channel, que se levanta poco a poco de su cama.
-Ve a tu cuarto a cambiarte -le digo a Michael. Paso mis manos por sus mejillas y me quedo en su nuca-. Luego nos vemos.
Él sonríe y se levanta de la cama, con pesadez. Sé que seguramente ha dormido mal, porque me muevo muchísimo cuando duermo. Se despide de su hermana y se va.
Me preparo para clases y cuando termino, cojo el material necesario.
-Nos vemos abajo -le digo a Channel, sonriendo. Ella asiente y me devuelve la sonrisa.
Bajo las escaleras, escuchando varias veces el timbre sonar una y otra vez. ¿Por qué no abre Ophélia?  Decido abrir yo.
Hay dos personas que parecen de la misma edad. El chico es muy guapo, moreno y de ojos marrones, alto. La chica es rubia de pelo rizado, con gafas de color rojo, sus ojos son azules, preciosos. Sin darme cuenta, me pregunto si son novios. Y creo que lo son, hacen una pareja bonita.
-Hola, soy Fabio -dice el chico, con un acento italiano.
-Yo Valerie -dice ella, colocándose las gafas.
Yo me quedo mirándolos, sin darme cuenta de que el tiempo pasa rápido y ellos me miran raro, aunque sonríen.
-Yo soy Alexia.
-Ah, es un nombre de origen griego -dice Fabio, sonriendo.
-¿Sí? No tenía ni idea. -Río. Me quedo mirándolos con cara interrogante, cosa que él nota. Sabe que soy una cotilla.
-No, no somos pareja. Somos hermanos por parte de padre -dice, y al verme con los ojos muy abiertos (no porque no lo entienda, sino porque habla jodidamente rápido), intenta aclarármelo-. Mi padre es italiano, se casó con una mujer italiana y me tuvo a mí. Se separaron y mi padre se casó con una mujer española, teniendo ellos a Valerie.
No sé qué decir, así que les sonrío. Ella se coloca el pelo a un hombro y dice:
-Yo tengo catorce años. Y él dieciséis.
-Lo siento -digo, al escuchar el timbre-, siento tener que dejaros, pero las clases acaban de empezar y ya he llegado tarde varias veces. ¡Encantada!
Cuando llego a clase, me encuentro al Señor Norton en la puerta. Me examina, pidiéndome una explicación. 
-Ophélia no estaba en la puerta, así que tuve que abrir yo.
Él asiente y me deja pasar primero. Me siento en la penúltima silla, mientras reparte los exámenes. Cuando llega a mí, examino el papel. Es largo, pero es de tipo test. Sólo me digo una cosa: quizás pueda aprobarlo. Decido hacerlo poco a poco; y cuando termino repaso cada ejercicio una y otra vez. Llamó al Señor Norton cuando quedan apenas cinco minutos de la primera hora. Se lo entrego, siendo la última en hacerlo.
-Bueno -dice él, juntando los exámenes-, quedan cinco minutos, así que os daré los exámenes que hicimos hace bastante. Se me olvidó corregirlos.
Recuerdo ese día: fue cuando Adam y yo nos sinceramos, cuando empecé a salir con Michael, cuando Jackson y Channel se conocieron... etc.
Los exámenes van pasando poco a poco, estrujando mi estómago, poniéndome nerviosísima. El Señor Norton dice mi nombre. El examen va pasando por cada una de las manos de mis compañeros hasta llegar a las mías. Cuatro con seis.
-Un cuatro con seis es un cinco. 
-No -dice el Señor Norton-. Es un cuatro con seis. 
Noto cómo intenta burlarse de mí. Aún quedan unos minutos de clase cuando noto un escalofrío procedente de mi pelo. Al darme la vuelta, Michael juega con mis rizos con su lápiz. Hago como si no le he visto, y miro hacia delante.
Salimos de clase. Fabio y Valerie están sentados en las escaleras, hablando con Angy y Carol. Me acerco a ellos.
-Ey, ¿qué tal?
-Bien, no queremos empezar las clases -dice Angy, haciendo pucheros.
Carol me gesticula para que hablemos y se levanta. Se acerca y vamos unos pasos más allá. No quiero hablar de sus visiones, porque me dan miedo. 
-Tengo que decirte algo -dice, y siento cómo el estómago me da un vuelco-. Creo que me he enamorado. ¿Has visto a Fabio? Qué chico...
Yo suelto una carcajada. No tiene gracia, pero el hecho de que sea una buena noticia me hace reír.
-Es guapo.
-Eh, tú ya tienes a Michael -afirma, riendo.
-Ya sabes, a por él.
Ella asiente, sonriente. Vuelve sobre sus pasos y se sienta al lado de Fabio, que la saluda con una sonrisa.

lunes, 18 de febrero de 2013

Capítulo 26: "Escalofríos."

Vuelvo a mi habitación algo molesta. ¿Por qué tengo que leer un libro cuando empiezo a hacer amigas?
Cuando entro, Channel aún no ha vuelto. Encuentro el libro del señor Norton encima de la cama y lo miro detenidamente.
"¿Para qué sirve mi poder?"
El título me hace pensar que quizás pueda ayudarme. En el índice del libro busco mi poder, que me lleva a la página doscientos tres y dura quince capítulos. Venga ya, ¿todo esto en un día? El señor Norton ha fumado algo, seguro.
Tiro el libro en la cama y enciendo el ordenador. Tarda un rato en cargarse y entro a Tuenti, desconectada. Tengo cientos de notificaciones (la mitad de gente cotilla), pero no tengo ganas de verlas. En novedades sale Holly, etiquetada en varias fotos tomando café con amigos que no conozco. Holly. Me acuerdo muchísimo de ella.
Recuerdo su pelo rubio y la pequeña sonrisa que siempre llevaba con ella. Aunque la canción era relativamente antigua, estaba obsesionada con When I Look At You de Miley Cyrus; y me obligaba a escucharla cada vez que quedábamos. Nunca la escuchaba cuando la cantaba, era muy turran.
Salgo de Tuenti, abro otra ventana de navegador y entro a YouTube. Busco la canción en lyrics, porque verdaderamente nunca había oído ni una palabra. Me quedo con el principio: "everybody needs an inspiration." 
Todo el mundo necesita una inspiración.
Me quedo callada unos minutos, escuchando la canción en silencio, sintiendo el ritmo y disfrutando de aquella voz. Cierro el navegador y me siento en la cama.
Si todo el mundo necesita una inspiración, ¿cuál es la mía? No lo sé.
Quizás hablara de una persona, pero eso lo hace más difícil aún. ¿Quién es mi inspiración? ¿Mi familia? ¿Mis amigos? ¿Quién?
¿Michael?
Éste último me hace pensar. Desde que Michael entró en mi vida, la mayoría de mis días han sido felices (quitando algunos después del golpe en la nariz). Siempre consigue sacarme una sonrisa, y es algo que valoro muchísimo. Me hace rabiar para después volverme a hacerme sonreír.
Me gusta. Michael me gusta.
No sé cuánto llevamos juntos (si es que lo estamos), pero se ha convertido en alguien en el que confiar. Quizás le quiera. Es una palabra fuerte para decirle a alguien al que conoces desde hace tan poco tiempo, sumándole que casi no conozco nada de él.
Puede que sea mi inspiración.
¿Seré yo la inspiración de alguien?
Contemplo la habitación, blanca, que me parece más grande por segundos. Me tumbo en la cama, mirando hacia el techo, con el libro a mi derecha.
Lo miro y lo agarro. Amo leer, pero algo interesante, no esto. No hay remedio, tengo que leerlo. Desde el primer párrafo lo odio. Muestra lo típico: que por tener poderes eres especial, que la Organización te ayuda, que no tienes que temer de nada ni nadie... etc.
¿Por tener poderes soy especial? No. Soy un bicho raro que no puede decirle a su mejor amiga que tiene poderes.
"Usted debe pensar que es un privilegiado por haber sido otorgado con su gran poder." Me río. "No tema, la Organización le protegerá de cualquier mal que pueda sucederle. La Organización es su familia."
Vuelvo a reírme. A mí me han traído en mi decimosexto cumpleaños, demasiado tarde para protegerme. Quizás ahora mismo alguien de trece años está siendo marginado por tener poderes. ¿La Organización lo está protegiendo? No.
O quizás alguien está salvando a otro alguien de morir.
Ahora que lo pienso, no es tan poco probable que haya dos personas con poderes, un villano y un héroe, peleando por mantener a una persona a salvo.
Sin quererlo, pienso en SuperMan. Seguramente sea mi superhéroe favorito: alto, moreno y lleno de gomina hasta las cejas, musculoso y sin problema para apartar a cualquiera de su camino para tener a Lois con él. Puede que ella fuera su inspiración. O quizás la gomina. Quién sabe.
Sé que el superhéroe favorito de Jackson era AquaMan. Deseaba poder respirar bajo el agua y comunicarse con los seres marinos como él.
Una vez más, echo de menos mi anterior vida.
En resumen, hago de todo menos leer.
El sonido de alguien llamando a la puerta me despeja de todos mis pensamientos.
-¡Adelante!
Michael sonríe de oreja a oreja. Tiene los rizos despeinados y los ojos verdes hinchados.
-Hola -dice, cerrando la puerta. Tiene la voz ronca.
-¡Ey!
Se tumba a mi lado en la cama y se frota la cara. Después me mira, para preguntarme:
-¿Qué haces?
Le enseño el libro que intento leer, con cara de asco. Él imita mi gesto y después se ríe.
Vuelvo mi vista al libro, pero me concentro más en mirar a Michael por el rabillo del ojo que en leer. Me coloca un mechón detrás de la oreja y le miro. Sus ojos parecen uno de esos bosques de sudamérica, frondosos pero increíblemente preciosos. No sólo en el color, sino en que es difícil adentrarse en ellos sin salir sin un rasguño. Seguro que su exnovia tuvo que pasarlo mal.
Le peino un poco el pelo con los dedos y él cierra los ojos.
-No voy a permitir que vuelvas a entrar a mi habitación despeinado, ¿sabes?
-Lo siento -dice, riendo-. Me acabo de levantar de la siesta y lo primero que he pensado antes de en peinarme, es en venir a verte. ¡Siento ser tan poco romántico!
Suelto una carcajada que hace que cierre los ojos, casi sin darme cuenta. Al abrirlos, él sigue mirándome.
-Estás muy guapa ahora.
-Ah, ¿no estoy guapa siempre?
-Sí, quiero decir que leyendo lo estás aún más -dice, guiñándome el ojo. Yo le hago una mueca y él ríe-. Es imposible contigo.
Puedo ver cada uno de los brillos de sus ojos, que parecen rayos de sol intentando traspasar el gran bosque verde.
Le beso suavemente y él sonríe. Bajo la mirada hacia el libro y él se tumba completamente en la cama. Llaman otra vez a la puerta, esta vez más flojo.
-Pasa.
Carol y Angy aparecen en el umbral de la habitación. Sonríen al vernos.
-Si interrumpimos nos vamos -dice Angy. Carol ríe.
-Tranquilas, no interrumpís. Michael ya se iba, ¿verdad?
Él abre la boca yen una expresión de sorpresa y ríe. Después asiente, antes de acercase a mi oído y susurrarme:
-Estás cogiendo el hábito de echarme siempre.
Puedo sentir cómo sonríe en mi oído antes de darme un beso en la mejilla y retirarse. Se despide de las chicas y se va.
-Está bastante bueno -dice Carol, algo sonrojada-. Tienes mucha suerte.
Ella se sienta en la silla y Angy en la cama de Channel.
-¿Cuál es vuestro poder? -pregunto mientras me siento en la cama.
-Veo el futuro -declara Carol. Me deja con la boca abierta y ella se ríe-. No es para tanto. A veces me da miedo saber lo que va a pasar, tienes que avisar de lo que puede pasarle a alguien querido. Además, si sabes muchas cosas de tu futuro, nada tiene gracia.
-Yo me hago invisible. -Angy en cambio, al decirlo, pone una sonrisa pícara y continúa hablando. -Puedo observarte mientras te lías con Michael.
Yo reproduzco una carcajada antes de que Channel entre en el cuarto, sonriente. Saluda a las chicas con la mano y me mira.
-Ha llegado una chica nueva, parece maja. Se llama Laura y su poder es fuerza incontrolable -dice, entusiasmada. Sé qué es tener fuerza incontrolable, pero no entiendo que eso sea un poder. Pongo cara de no entenderla y ella se ríe-. Es decir, no mide su fuerza. No sabe cómo controlarla.
Carol se levanta de un salto y nos mira.
-Vamos a conocerla.
Bajamos las escaleras hasta llegar a la planta baja. Busco en la habitación hasta dar con dos maletas gigantes y a una chica entre estas dos. Ella me mira fijamente. Puedo sentir un escalofrío al mirarla. ¿Qué cojones?
Channel nos presenta y ella le da un apretón a cada una, sin dejar de mirarme a mí. Soy la última en darle la mano.
Su mano se cierra alrededor de la mía y sonríe, educada. Siento el dolor en menos de un segundo, recorriéndome desde la mano hasta el hombro. Mi respiración se agita y me intento separar, asustada. Ella mantiene su mano alrededor de la mía hasta que consigo soltarme.
-Encantada -dice.
Tiene una fuerza increíble. Se limpia la mano en sus vaqueros ajustados y nos mira.
Veo a Michael salir de la cocina con un sándwich de chocolate en las manos. Se acerca a nosotros y me ofrece un bocado. Muerdo el pan y lo saboreo dentro de mi boca. Él muestra una sonrisa antes de darme un beso rápido en los labios.
-Te quedaba chocolate.
-Si, claro -digo, riendo-. Que te gusta besarme, y listo.
Él pone su mano en mi cintura y me deja un beso dulce y tierno en la frente.
-También es verdad.
Miro a Laura de nuevo. Ella mira a Michael examinando cada centímetro de su cuerpo. Michael nota que la miro y se ríe.
-Eso me gusta -dice, en mi oído-. ¿Te pelearás con ella?
Le pego un golpe en el hombro y él gruñe.
-Me ganaría con su poder.
-Yo te defendería y ganaríamos.
-También te ganaría a ti -digo, riendo.
Él se muestra ofendido, antes de reírse.
-Yo estoy cuadrado, baby -susurra, antes de besarme en el cuello-. ¿Qué hay de un ratito solos? Odio bastante a la gente en general.
-Tengo que leer el libro -digo, antes de dejar un beso en sus labios-. Perdona.
-Me debes una -susurra, antes de gruñir.
Me besa en los labios suavemente, mientras que su mano toca mi pelo y su otra mano se apoya en mis caderas. Mi mano derecha revolotea buscando su nuca y mi mano izquierda encuentra el bolsillo izquierdo del pantalón en su trasero. Pellizco su trasero para que se retire y él grita, antes de que ambos soltemos una carcajada.

viernes, 15 de febrero de 2013

Capítulo 25: "Buena pareja."

Diario de Alexia:
El resfriado ha desaparecido, así que visitaré de nuevo el jardín. 
Sigo con el plan Carpe Diem/Vivir intensamente (ya no sé ni cómo llamarlo), pero no sé exactamente lo que debo hacer, me gusta pensar las cosas antes de hacerlas. Llámame rara.
Me gustaría ser como esa gente que va a alguna estación y coge el primer tren que lleve a cualquier sitio, con un par de mudas y mucha curiosidad.
Pero yo no puedo ser así.

Cierro el diario y lo coloco debajo de la almohada, como siempre. Seguramente allí nadie pueda leerlo. Quiero decir, no escribo cosas importantes, porque no me gusta expresar todos mis sentimientos en un cuaderno que cualquiera puede leer. A veces me gusta guardarme las cosas.
Entra Channel, con libros en la mano.
-El señor Norton dice que debemos leerlos, te he traído el tuyo.
-Gracias.
Ella sonrió, esa sonrisa que se parecía a la de Michael. Pensé en la supuesta traición, no había ocurrido, ¿por qué iba a dejar de hablarle? Channel parecía buena chica. Fue la primera persona que conocí aquí, y me introdujo en su vida en un segundo. Me considero vergonzosa al empezar una relación, pero luego me suelto hasta parecer pesada.
Sé que si no fuera por ella, no tendría amigos aquí.
-Siento haberme comportado últimamente rara contigo.
-No pasa nada -dice, con una sonrisa. Se acerca a mí y me da un abrazo-. Siento haber sido una pesada. Sé que necesitas tu espacio. Sólo quería... tener una amiga de verdad.
Nos separamos y la miro. Primero sus padres la abandonan. Cuando cree haber encontrado un hogar, con Shiff y su hermano en la acogida, Ophélia aparece para arrebatarle otro lugar.
Su hogar es la Asociación, y siento que no haya podido disfrutar de todas las cosas de las que yo he disfrutado.
Es diferente con Michael. Parece fuerte e irrompible por dentro, y aún no he llegado a conocer la parte de él blanda (si es que la tiene). Channel es frágil desde el primer momento en el que la miras.
-Somos amigas de verdad -le afirmo, con una sonrisa. Sólo quiero hacerla sentir mejor-. Cuando salgamos de aquí, te llevaré a mi casa y conocerás a todos mis amigos y mi familia.
Ella sonríe, con pena. No tiene amigos, sólo a mí. Su familia está formada por Michael y Ophélia.
-Bueno, ya conoces a Jackson -le digo, guiñándole el ojo-. ¿Qué tal va eso?
-No funcionó -confiesa, con amargura-. Quizás cuando salga de la organización...
-¿Habéis roto?
Ella asiente, aún con una sonrisa. Tiene esa costumbre que Michael tiene: sonreír hasta cuando todo va mal.
-Bueno, ¿y tú con mi hermano? Joder, suena... raro.
Yo me río y después me encojo de hombros.
-¿Eso es un bien? Porque ese post-it parece confirmarlo...
-Sí, supongo que es un bien. No queremos nada rápido, ya sabes.
Ella asiente y se levanta, alisándose el pelo con los dedos. Se despide de mí y se marcha.
Miro la maleta aún sin colocar en el armario. No hay nada que hacer por ahora, así que me pongo manos a la obra. Vuelco la maleta en el suelo y parece una bola gigante. Saco prenda a prenda y la doblo, separándola por camisetas, pantalones, vestidos... etc.
Tardo media hora en colocar todo. Ahora tengo que salir, así que miro la ropa perfectamente colocada y no sé qué ponerme.
Una camiseta sobresale y sin saber cuál es, me la pongo. Me enfundo unos vaqueros claros y me coloco las zapatillas. Parecen no querer entrar, así que apoyo el pie en el suelo y empujo con todas mis fuerzas, dándole sin querer a la maleta, ésta cae y una especie de libro sobresale.
Me acerco y descubro que es un álbum, de color azul. Tiene una nota en la tapa. La letra es delicada y fina; la reconozco en un abrir y cerrar de ojos: mi abuelo.
"Pequeña Alexia,
Sé que es tu cumple y no he podido verte. Siento que no haya podido ser así, pero estoy enfermo. Te escribo esto desde mi habitación en el hospital. Pero no te preocupes, no es nada grave..."
Intento reprimir las lágrimas, y un nudo se me forma en el estómago. Sigo leyendo.
"Es tu decimosexto cumpleaños y siento tantísimo no poderlo celebrar contigo... Pero no te preocupes, en cuanto mejore nos comeremos una tarta entera y brindaremos por nosotros. 
Espero que tu padre te entregue esto, sino será hombre muerto.
Te mereces el universo. 
Siempre contigo, George."
Llevé la nota a mi pecho, rompiendo a llorar. La guardo en el diario y me seco las mejillas.
Abro el álbum y hojeo las fotos. Él abrazándome con apenas unos días, dándome de comer, jugando conmigo, paseándome en un carrito...
Joder.
Llego al final del álbum y veo el garabato: Te quiero.
Cierro el álbum y lo meto en un cajón de mi mesita de noche.
Me suelto el pelo, me lavo los dientes y la cara. Me observo los ojos rojos en el espejo y me digo: me da igual.
Al bajar a la planta baja, veo que Michael está viendo la tele sentado en el sofá. Está solo. Paso disimuladamente hacia la cocina, porque quiero estar un rato sola, pero es demasiado tarde.
-¡Alexia! -Exclama, mientras se levanta del sofá.
Me vuelvo en redondo y lo saludo con la mano.
-¿Estás huyendo de mí?
Estoy a punto de contestar "sí", cuando sonríe. Es una broma.
-Sólo quería estar sola un rato.
Sé que se ha dado cuenta de que he estado llorando cuando dice:
-Está bien. Nos vemos luego.
Me sonríe y cada uno vuelve a su camino.
Salgo al jardín y me siento en el banco de siempre. Hoy hace más brisa, cosa que agradezco. Me tumbo en el banco, intentando dejar la mente en blanco.
No funciona. Nunca funciona.
Veo pasar a dos chicas que parecen de mi edad. Una tiene una pequeña melena rubia hasta los hombros, y la otra tiene el pelo castaño, largo y ondulado.
Presto atención a su conversación, pero sin mirarlas.
-Ey -dice la castaña-, ¿has escuchado la última de Coldplay?
La rubia niega con la cabeza y la castaña empieza a cantarla.
-'Cause you're a sky, cause you're a sky full of stars. I want to die in your arms, arms. 'Cause you get lighter the more it gets dark...
Se para y se examina los pies.
-Mierda, ¿cómo sigue?
Esa canción es de antes de que entrara en la Organización. La escuchaba con Jackson cada día. Sin darme cuenta, la canto:
-I'm going to give you my heart...
Las dos se vuelven y la castaña sonríe. Siento cómo me ruborizo cuando se acercan a mí.
-Creo que esta chica me cae bien -declara la castaña, sonriente-. Me llamo Angy.
-Yo Carol -se presenta la rubia, tímida.
-Alexia.
-¿Cuántos años tienes? -pregunta Carol.
-Dieciséis.
Angy me dice que tiene quince recién cumplidos, y que a Carol le falta poco para los dieciséis. Me proponen que vayamos a comer, y yo acepto sin duda, al oír a mi estómago rugir.
Vamos a la cocina y Angy y yo nos sentamos en la mesa, mientras que Carol prepara unas tostadas. Giro mi cabeza hacia la puerta, reconocería ese pelo en cualquier lugar. Michael. Sigue viendo la tele. Gira su cabeza, y yo la mía, evitando que se de cuenta de que estaba observándole. Veo como sonríe, apaga la tele y se dirige a la cocina.
-¿Hay tostada para uno más? -pregunta, apoyándose en el marco.
-Clar... -Dice Carol, mientras se da la vuelta. Se le abre tanto la boca que provoca que me ría.
-¿Os conocéis? -pregunto.
Carol niega con la cabeza, ruborizada. Seguramente le parece atractivo. Presento a todos y Michael se acerca a mí. Me mira desde arriba y me da un beso en la frente. Él se marcha, y miro la cara de Carol. Es todo un poema.
-Guau, ¿es tu novio? -Carol parece que va a estallar en una carcajada de un momento a otro.
-No, no -niego, y después me lo pienso-. Bueno, no sé.
Angy se ríe y se acomoda en su silla.
-Vaya -dice-. Esta chica apunta alto. Hacéis buena pareja.
Carol se ríe y saca las tostadas, quemándose y diciendo palabrotas.
-Sí, la verdad es que sí.

Cuando miro el reloj, han pasado tres horas. Me han parecido cinco minutos.
-Chicas -digo-, nos vemos más tarde, ¿vale? El señor Norton me ha mandado un libro y tengo que leerlo.
-Claro, ¿en qué habitación estás? -pregunta Angy mientras se lame sus dedos.
-En la diecisiete.
Ellas asienten y me despiden.
Sólo pienso en una cosa: maldito señor Norton.

martes, 5 de febrero de 2013

Capítulo 24: "Cosas del destino."

Aún sigue agarrado a mis caderas.
Noto que huele mi pelo una vez más, admito que le gustará mi olor, siempre lo hace.
Subo mis brazos y los dejo caer en su nuca, sonríe. Hace juego con sus ojos verdes. Su cuello está apoyado en mi cabeza y mi cabeza en su pecho. Huele terriblemente bien.
Los recuerdos invaden mi mente, recuerdo a mi madre decir que creía en el destino, que todo estaba escrito. Yo sin embargo, pensaba que el destino no está escrito, lo decides tú y tus propios actos. Siempre la chinchaba para que se enfadara y después reíamos durante horas al recordarlo. Aparto mi cabeza de su pecho y me quedo mirándole antes de hablar, él me devuelve la mirada.
-¿Crees en el destino? -pregunto mientras le sigo mirando. Levanta una ceja, medio riendo.
-¿A qué viene eso?
Mierda. ¿Pensará que soy una friki o algo así?
-Sólo responde.
-Sí, creo en el destino -afirma-. Mi padre siempre creía y yo... no sé. Supongo que desde pequeño siempre he querido a aferrarme a algo de él.
-¿En serio crees que el destino ha querido que nos conozcamos? -Digo mientras alzo la cabeza de nuevo. Él asiente y sonríe-. Nunca me has hablado de tus padres...
Noto cómo se tensa su mandíbula y me maldigo por ser tan cotilla.
-¿No? Bueno, emmm... -susurra, casi para sus adentros-. Es una historia bastante corta. Pasamos unos años con ellos. Quizá cuatro o cinco. No me acuerdo mucho de ellos -dice, antes de aclararse la garganta-. Nos abandonaron en un centro de acogida, sin razón ninguna. Allí nos recogió el señor Shiff, que hizo todo lo posible para encontrarnos una familia. Pero nadie quería a un chico de cinco años y a una de cuatro. Ya sabes, es mucho más bonito recién nacidos. Pasaron dos años y el centro de acogida parecía nuestro hogar. Shiff nos trataba como a sus hijos y nosotros aceptábamos que no gustáramos a la gente. Channel era una niña horrible de pequeña (no se lo digas), y yo era muy borde en cuanto a conocer a nuevas personas.
Me sumerjo totalmente en la historia, imaginando a Channel horrenda y a Michael diciendo palabrotas con menos de siete años.
-Un día -sigue, sonriente-, Ophélia llegó al centro y nos conoció. Nos preguntó si teníamos poderes y me asusté. Ella nos mostró su poder, haciendo que Channel viniera de una esquina a otra sólo con su mente. Le contamos todo y ella nos trajo aquí con seis años.
Le miro desde abajo. La historia es triste y alegre a la vez, pero no sé qué expresión mostrarle. Así que le miro, con las manos aún en su pelo.
-No tienes que decir que lo sientes. No los conocías. Casi que yo tampoco.
Me aprieto más a él, intentando consolarle. Respiro otra vez su aroma inconfundible.
-¿Y tú? -pregunta, mientras me mira con una sonrisa.
-¿Yo qué?
Me separo un poco de él, para observarlo.
-¿Crees en el destino?
-Claro que no -afirmo, con una carcajada.
Vuelvo a apoyarme en su pecho y él me coge de la barbilla, para mirarlo.
 -Bromeas, ¿no?
-¿Qué? -pregunto, sonriente-. No creo en esas tonterías.
-¿Tonterías?  -pregunta extrañado. Las comisuras de sus labios se elevan, formando una sonrisa pícara-. Te vas a enterar, tonterías.
Da toques por todo mi cuerpo, haciendo que estalle en mil carcajadas. Él parece divertirse mucho más de lo que yo lo hago.
-¡Para, para!
Ahora me sube a su espalda, con mi estómago encima de su hombro derecho.
-Dilo -dice, y yo le doy unos golpes en la espalda con mis manos-. ¡Que crees en el destino, que todo está escrito!
Sigo pegándole puñetazos cuando decide que quiere más acción. Me acerca más al suelo, a diez centímetros de tocarlo con la nariz.
-Vale, vale. ¡Creo en el destino, todo está escrito!
Él ríe a carcajadas, y le doy otro puñetazo.
-¡Bájame ya! -grito, medio asustada, medio riendo.
Me suelta en el suelo y deja un beso clavado en mi mejilla.
-¿Me vas a hacer caso?
-¿En cuánto a qué?
-Vivir intensamente.
No estaba pensando hasta que lo ha mencionado. Sé que va a pasar algo malo, siempre pasa cuando soy feliz. Quizás si...
-Ya estás pensando -susurra Michael, interrumpiendo mis pensamientos. Me besa el cuello y sin poder evitarlo, suelto un gemido.
Su risa se oye por toda la habitación. Lo aparto de mí y le doy un golpecito en el hombro.
-Vale, vale -dice, subiendo los brazos, como si fuera inocente.
Me giro en redondo, cruzando los brazos, como si estuviera enfadada. Sé que él va a seguirme la broma.
Se acerca a mí y me abraza por detrás. Lo aparto y él se ríe.
-Un donut podría hacer que se me pasara el cabreo...
-Está bien -dice, como si se lo pensara-. ¿Pero me recompensarás?
Me encojo de brazos y él se ríe. Deja un par de besos en la línea de mi mandíbula antes de irse.
Cojo el móvil, un mensaje nuevo, de Adam.
De: Adam
¿Podríamos hablar?
No respondo, ahora no tengo la cabeza para eso. Recuerdo mi idea de los post-it y los sostengo en mis manos hasta que Mich entra a la habitación. Entra y me da el donut.
-Falta un bocado.
-Ni idea -dice mientras mira a ambos lados y se limpia con la manga de su camiseta los labios.
-¿Ni idea? -Me acerco y le beso las comisuras de los labios. Él cierra los ojos-. Sabes a azúcar.
Se encoge de hombros y sonríe. Muerdo mi donut y él me quita los post-it de la mano.
-¿Qué son?
-Post-it -digo con la boca llena.
-Hasta ahí llego -susurra, sonriendo-. ¿Para qué son?
Trago el donut y veo cómo me mira expectante, con una sonrisa.
-Tuve una idea: cada persona que entre en mi habitación tiene que dejar un post-it y pegarlo en la pared.
-Es buena idea. No tan buena como mi álbum, pero está bien para principiantes -dice, sonriendo-. No mires.
Me giro y veo cómo se apoya en el escritorio para escribir. Puedo imaginarme mil cosas, pero prefiero no hacerme ninguna idea.
-Listo.
Me doy la vuelta cuando está pegándolo en la pared. Está justo en el medio, el papel azul que destaca en toda la pared blanca. Me acerco para leerla.
"Vive intesamente.
      Conmigo.
                        -M."
Siento cómo me abraza por detrás y besa mi mejilla. Me giro y veo su sonrisa. Deja un casi imperceptible beso en mis labios y se ríe.
-Sabes a azúcar.
Arrugo la nariz y sonrío. Su mano viaja hasta la parte baja de mi espalda y la otra apoya su peso en la pared. Mi mano derecha está en su cadera y la izquierda en su nuca. Le doy vueltas a cada uno de sus rizos, y él se estremece. No puedo aguantar la risa.
-¿Se puede saber de qué te ríes tanto?
-Tienes cosquillas -declaro, sonriente.
-¿Yo? No.
-¿No? -pregunto mientras le hago el mismo movimiento en la nuca. Se encoje de hombros y me río.
Podía sentir cómo la fiebre me iba subiendo. La cabeza quería explotar y empezaba a picarme la garganta.
-¿Nos podemos ver más tarde? Creo que el resfriado vuelve al ataque.
-¿Me echas?
-No, te invito a salir fuera de mi cuarto.
Él se separa de mí y sonríe. Me gusta que con Michael nada sea previsible. Me gusta que un día seamos inseparables y al otro nos demos espacio.
-Ja, ja.
Lo acompaño detrás de él hasta la puerta y me besa la frente. Le cojo de la mano antes de que baje el segundo escalón, ahora estamos a la misma altura. Le doy un beso suave y me retiro, viendo su sonrisa.
-Nos vemos mañana.
Sé cómo contestaría él a eso, así que lo imito:
-Quizás.
Puedo oírlo reír al bajar las escaleras a trote.
Vuelvo a mi cama y observo la nota.

Conmigo.

viernes, 1 de febrero de 2013

Capítulo 23: "¿Vivir intensamente?"

Diario de Alexia, 24 de abril de 2013:
Por fin ha llegado la primavera en este sitio, tarde, pero mejor que nunca. 
Tengo ganas de salir, tardes con helados y flores. 
Sólo hago dos cosas: extrañar lo que tenía antes y pensar demasiado.
Echo de menos a mi familia, a mis amigos, al exterior. Según dicen, el jardín de aquí es enorme, así que hoy lo comprobaré por mí misma.
Ojalá se parezca en algo al que visitaba con mis amigos y así pueda que me sienta mejor. No sé.
Pienso demasiado. Lo sé, lo estoy haciendo ahora mismo. Intento pensar en Carpe Diem, pero no consigo alcanzar la serenidad que quiero.
Mierda. Ya estoy pensando otra vez. 

Cierro el diario, cabreada conmigo misma. ¿Por qué no puedo dejar que las cosas fluyan?
Miro el reloj: las doce de la mañana. No he ido a clase, Bella me ha contagiado su resfriado al toser como unas quince veces en mi cara. Aún estoy en pijama, después de haber dormido toda la noche del tirón, culpa de la fiebre.
Saco los pies de la cama para que Bola juegue con ellos, pero pasan los segundos y no llega. Quizás Channel puede haberlo sacado a pasear.
Me paso las manos por la cara y pienso qué puedo hacer. Quiero salir de estas cuatro paredes, así que sigo con mi propósito de ir al jardín.
Hago toda mi higiene personal y me visto.
Finalmente llego al jardín, que se comunica a la cocina por una puertecita blanca. Ahora entiendo lo que decía la gente, es grande y verde. Hay unos bancos blancos en las esquinas, que se unen por un camino de piedrecitas entre ellos y a una fuente en el medio. Hay un árbol gigante en el fondo, diría que es un sauce llorón, en el fondo del jardín. Me siento en uno de los bancos y busco mi móvil para escuchar música.
"Mierda, me lo he dejado arriba. ¿Subo a por él?" Pienso. Qué pereza. Pero tendré que subir, no hay nada mejor que hacer. Cuando faltan unos peldaños para llegar a mi planta, aparece Channel.
-¡Ey! Me había imaginado que estarías en la biblioteca, te traigo el móvil.
¿Pero qué cojones? ¿Qué hace con mi móvil? Miro si tengo contraseña y recuerdo que se la quité hace tiempo.
Me ha cotilleado el móvil.
-Ah -digo, sorprendida-. Gracias.
Cuando bajo una escalera me agarra el brazo.
-¿No vas a decir nada más?
-¿Qué quieres que te diga? -pregunto, intentando soltarme de su brazo.
Ella lo nota y me suelta. Se apoya en la pared y cruza los brazos sobre el pecho. Así me recuerda a Michael.
-Pues, ¿qué tal estás?
-¿Qué tal estás?
-Bien, gracias -exclama, feliz.
-¿Me puedo ir ya?
No contesto, bajo corriendo las escaleras y tropiezo con una.
"No corras por las escaleras". La voz de mi madre me invade y me paro para agarrarme la cabeza. Hace tanto que no la veo que el simple sonido de su voz me hace daño.
Cuando me siento en el banco, me pongo los auriculares y Ed Sheeran es lo único que invade mi cabeza.
De repente me viene a la mente el álbum de personas especiales de Mich. ¿Tendría mi foto puesta en él?
La simple imagen me hace sonreír y pienso: es una idea original. Necesito algo así, un recuerdo de cada una de las personas que quiero en mi vida.
La idea aparece como un soplo de aire fresco. Post-it.
Corro hasta la biblioteca y algunas personas me miran asustadas.
-¡Hola! -grito, demasiado alto, intentado recuperar el aliento. Algunas personas se vuelven hacia mí y me apoyo en el mostrador.
-Hola, soy Claire, ¿qué quieres? -Sonríe.
Le veo los pequeños dientes y sonrío.  La bibliotecaria, quiero decir Claire, debe tener unos 60 años.
-Sí, ¿tienes post-it?
-Perdona, ¿posi? -pregunta, y yo suelto una carcajada. Ella también se ríe. Algunas personas vuelven a mirarme y me callo- ¿Qué es eso, querida?
¿Cómo le explico qué es un post-it?
-Pues... Son papelitos que se pegan por un extremo.
-Ah, sí. ¿Notitas?
Ella sonríe y mete la mano en un cajón mientras que con la otra saca el dedo índice, diciéndome que espere. Tarda una eternidad en sacarlos y me mira, mientras se sube las gafas, que en cuestión de segundos vuelven a caerse.
-Sí, son esos. ¿Tienes de varios colores?
-Sólo me quedan azules, rosas y naranjas. ¿Bastará con quince de cada color? Seguramente los necesitaré, tengo que apuntar muchísimas cosas. ¿Sabes? Esta cosita de aquí ya no funciona tan bien -susurra, señalándose la cabeza. Algunos mechones de pelo color blanco son rebeldes a la laca.
-Sí, bastará. Muchas gracias.
Ella me sonríe y la despido con la mano.
En menos de treinta segundos estoy en mi cuarto, intentando recuperar el aire.
Sí, lo sé, mi condición física es una verdadera mierda.
Dejo los post-it en el escritorio y me tumbo en la cama, con la cabeza colgando por uno de los lados. Siento la sangre en mi cabeza y me siento, mareada.
Seguro que Claire tiene mejor condición física que yo.
Pongo la radio y suena algo de Coldplay que no consigo reconocer.
Mierda, antes me sabía cualquier canción sólo con escuchar una palabra. De hecho, jugaba con Jackson a eso.
Llaman a la puerta y me doy golpecitos en la cara, intentando que vuelva a su color normal, porque seguro que la tengo roja por la sangre.
-¡Adelante!
Michael entra y muestra una gran sonrisa, que me contagia. Me saluda con la mano y se sienta en la silla del escritorio.
-¿Qué es esto? -pregunta, mostrándome los post-it.
Cuando voy a responder, me corta.
-¿Qué te pasa en la cara?
Me toco la cara y le miro.
-¿Qué me pasa?
-Estás roja. Oh -dice, y suelta una carcajada-. ¿Es por mí?
Me río y comprendo que está bromeando.
-Oye Michael -digo, y él me mira-, ¿tienes mi foto en el álbum de personas especiales?
Sonríe, esa sonrisa que hace que parezca el chico más inocente del mundo.
Sin poder evitarlo, lo imagino con dos años rompiendo platos. Puedo ver cómo sus padres lo regañan, él sonríe y ellos lo perdonan. Puedo verlo diciendo que ha sido Channel y cómo sus padres le creen.
-Eso es algo demasiado confidencial.
Me tumbo en la cama.
-Alexia -me llama, y yo me giro para verlo-. Bueno... esto... nada.
Me río y él se pone serio. Me coloco en el borde de la cama y le toco la cara.
-Ey. -Toco su barbilla y hago que me mire.
Parece que va a empezar a llorar. La sonrisa que tenía antes parece haberse borrado. Los ojos verdes vidriosos se acercan a mí.
Trazo una línea por su mandíbula, casi invisible. Se acerca a mí hasta que nuestras narices se rozan. Lo esquivo y apoyo mi frente en la suya. Tengo la respiración tan agitada, que lo único que puedo decir es:
-No.
Sé que no es nuestro primer beso, pero con Michael todo parece nuevo. Cada vez que me mira parece que es el primer día en el que lo conocí. Cada vez que sonríe parece que es la primera tontería que le hace gracia de mí.
-Alexia -susurra, todavía frente con frente. Huele a menta y a algo dulce-, lo del otro día me hizo sentir bien. Cómodo. Como antes.
Retiro el rostro y su cabeza busca mi cuello. Se queda allí, inhalando mi olor, haciéndome sentir tan insignificante como un gramo de azúcar.
-Pero no es posible...
-Vive, Alexia. Vive como si de verdad fueras humana, con sus errores y aciertos. No pienses.
No sabe nada. Quiero decir, no todo es así de fácil. No es el bien y el mal, el dolor o la alegría.
-No quiero arrepentirme.
Puedo sentir su sonrisa en mi cuello antes de plantar un beso allí.
-No lo harás -susurra. Sé que ha notado cómo mis pulsaciones han aumentado cuando añade:-. Vive intensamente.
Se aparta de mi cuello y vuelve a poner su frente contra la mía, con los ojos cerrados. Acerca sus labios a los míos, y siento el breve roce de ellos, haciendo que enrosque una pierna en su cintura.
Nuestros labios se rozan, pero no llegan a tocarse.
-Por favor -susurra, tan bajo que casi no lo oigo.
No me suplica, me pide que viva. Que haga cosas que pueden hacer que me arrepienta.
Las palabras no hacen que me de pena, sino deseo.
Estrello mi boca contra la suya, en un golpe que duele y que sienta jodidamente bien. Él posa sus manos en mis caderas y me levanta, como si pesara dos gramos. Me enrosco en sus caderas.
Sin darme cuenta, llevo mis manos a su nuca, donde su pelo crece. Tiro de él y él emite un sonido gutural contra mi boca.
Me baja suavemente hasta que toco el suelo y aún con sus manos en mis caderas, se separa de mis labios. Después deja un suave beso en los labios y otro más en la frente.