sábado, 29 de diciembre de 2012

Capítulo 21: "Son cosas que se dicen en caliente..."

Los ojos verdes seguían mirándome y la sonrisa no desaparecía.
Esto no era un buen despertar. Quizá hace unos días, pero ahora no entendía nada.
Había despertado y había encontrado a Michael allí, haciéndome cosquillas como si no hubiera pasado nada.
Me incorporé en el sofá y le dije muy seca:
-¿Qué quieres?
-Nada, hacerte cosquillas.
Aquellas palabras me ardieron por dentro. ¿Se pensaba que iba a perdonarlo así?
-Perdona, estoy un poco perdida -dije, entre una carcajada. Aunque lo último que quería era reír-. ¿No utilizaba a los chicos?
-Venga, son cosas que se dicen en caliente, no se piensan.
Aún más ardor.
-Pues yo pienso que en esos momentos dices las cosas que verdaderamente piensas de otra persona.
Unos segundos en silencio. Dios, él sabía que yo los odiaba.
Se mordió el labio y desvió la mirada hacia el suelo.
-¿Piensas que te pegué?
Había sido casi un susurro, y por un momento pensé que estaba dolido.
Después recordé que había estado jugando con las chicas en la biblioteca y la idea desapareció.
-Teóricamente sí. -Imité sus palabras.
Volvió a mirarme y le vi los ojos acuosos. No podía ser. ¿Michael estaba llorando?
-Sabes que lo siento por lo que dije.
-No siempre vale con una disculpa. Hay cosas que duelen -dije, y se me rompió la voz-. Además, vas siguiéndole el rollo a las chicas que te tiran. ¿A qué juegas?
-Mi querida Alexia, ¿acaso estás celosa?
Las comisuras de los labios se le elevaron despacio. El estómago se me encogió, como cuando estás en una montaña rusa. Me entraron unas ganas terribles de besarlo.
Después mostró una gran sonrisa y después rió alto.
-Venga -le animé, sonriendo-, no te flipes que eres tú el que no me ha quitado el ojo de encima en la biblioteca.
Le guiñé el ojo y su sonrisa desapareció. ¿Qué? ¿Acaso yo tampoco podía bromear?
-En todo caso, les puedo seguir el rollo porque no estamos juntos, ¿no?
-Claro que no. Tú haz lo que quieras -escupí. Las palabras estaban llenas de veneno y pareció que me tragué un poco de él, porque quería golpear a Michael y luego besarlo. Besarlo hasta que doliera-. ¿Te importa dejarme la muñeca?
-Sí, señorita.
Soltó mi muñeca y la dejó en su pierna. La miró y después me miró a mí. A mis ojos. Y a mis labios.
Podía sentir los pocos centímetros que nos separaban. Cargados de tensión y ganas.
Me castigué, porque no quería degradarme. No iba a volver con él tan rápido.
Retiré la mano. Cincuenta por ciento rabia, cincuenta por ciento tristeza. Me levanté y me dirigí a las escaleras. De repente la puerta se abrió y pude distinguir dos figuras entre la luz. Pude reconocerla a los pocos segundos.
Channel. Y la señora francesa, Ophélia.
Los gritos de Channel me frenaron en el segundo escalón.
-¡Suéltame ya!
-Señogita, no le consiento que me hable así.
-Ophélia, bonita -rogó, con sarcasmo. Reí-,  ¿me sueltas, por favor?
Ophélia alzó el mentón y la soltó. Channel se limpió las manos en los vaqueros y la miró, con rabia. Recorrió con la mirada la habitación, mientras daba unos pasos.
Su mirada se paró en mí y sonrió.
-Eh, Alex, ¿qué pasa?
-¿Qué ha pasado?
-He intentado escaparme y Ophélia me ha traído justo cuando estaba con Jackson.
Otra punzada de dolor.
-¿Has estado con él? ¿Cómo está?
-Muy bien, parece feliz -exclamó, feliz. Sonrió-. Nos hemos besado.
Se pasó las manos por el pelo, sonriente.
Quizás Jackson estaba feliz con Channel. Quizá hicieran buena pareja.
Me vino de nuevo el pensamiento de todas las cosas que me estaba perdiendo. A lo mejor no se acordaban de mí, no les importaba que no estuviera con ellos, se lo pasaban mejor sin mí.
Otra punzada de dolor.
Sonreí, aunque era lo más falso que podía hacer ahora.
-Me voy arriba -le dije, porque quería irme de una vez-, a ducharme y terminar de sacar la ropa de la maleta y colocarla en el armario.
"Y quizás llore un rato. Sí, llorar estaría genial". 
-Vale, yo voy a quedarme con Michael viendo la tele.
Subí las escaleras, entré a mi habitación y me duché. Me puse el pijama, no tenía pensado salir de la habitación. Mientras se me secaba el pelo, me conecté a Tuenti. 
Doscientas tres visitas nuevas, 1 Mensaje privado, comentarios en tu estado y me gusta.
En mi estado dedicado a los cotillas, una chica me comentó que lo hacía porque se preocupaba por mí. Me reí al leerlo. Alison le había contestado que no hacía falta.
Mis amigos le dieron a me gusta a mi estado. 
Mensaje privado de: Adam Smith
Ah, genial, me parece bien siempre que no estés con ese subnormal. ¿Cómo va tu nariz?
Responder:  Está muy bien, ya no me duele casi nada.
A diferencia de Michael, Adam se lo había tomado bien, o al menos así lo había escrito...
Aunque había llamado a Michael subnormal. Y eso me dolió.
Estuve hablando con Allison durante unas horas sobre Jackson, la organización, mis poderes... etc.
Allison: Pues a mí me gustaría tener poderes, fíjate tú.
Yo: Bueno, están bien para un rato pero agobian. Si estoy aquí es por su culpa.
Allison: O gracias a ellos.
Yo: ¿Qué?
Allison: Gracias a ellos has conocido a Michael. Y si sigues peleada con él, pues bueno, también has conocido a Channel, Alejandro, Bella...
Yo: ¿Para qué? Me estoy perdiendo miles de cosas con vosotros.
Allison: No te pierdes nada, ¡yo te lo cuento todo!
Yo: Bueno, ¿cómo va Jackson con Channel?
Allison: A él se le ve feliz, a ella no la conozco...
Yo: Oh, puntos suspensivos. ¿Qué ha pasado?
Allison: Ya sabes qué pienso sobre el horóscopo, las malas vibraciones... etc.
Yo: Sí, siempre me rallas con esas cosas. Bueno, y ¿qué pasa con eso?
Allison: Me da malas vibraciones. Y tu horóscopo y el de Jackson dicen lo mismo: "Te verás traicionado por alguien que quieres y que conoces hace poco tiempo".
Yo: Bueno Alli, me voy a dormir. Otro día hablamos. Te quiero.
Allison: Cuando quieras hablamos, que se de bien. Te quiero y cuidado con Channel.

Me tumbé en la cama. Sentí como si llevara dos semanas sin dormir.
Me cubrí con las sábanas y aunque no estaba triste, lloré.
Lloré por mi abuelo, por Michael, por Channel, por Jackson y hasta por las desgracias en el mundo.
Pensé en esos pequeños niños de África, que llevan semanas sin comer y aún sonríen. Dejé de llorar, y me castigué por ser tan egoísta.
Y descubrí más sobre mí misma: era egoísta, débil y dura conmigo misma.
Me odié, odié todo mi ser por unos segundos, y una imagen apareció en mi cabeza, como un vídeo.
Mi abuelo me sentaba en su regazo y me tocaba el pelo. Era mucho más joven, quizás hace diez años o más.
Me sonrió, y las gafas se le movieron unos milímetros.
-No dejes que nadie te degrade. Ni tu peor enemigo. Ni tú misma.
Me besó en la frente y se colocó las gafas.
-Conviértete en tu mayor amante, pero nada de arrogancia, cariño -dijo, entre una risa-. Aunque nadie te querrá como yo lo hago, mi vida.
Noté la sal de mis lágrimas y me dormí, aún llorando.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Capítulo 20: "Jugando a juegos".

No podía disfrutar de los libros tanto como me gustaría por culpa de Michael y Channel.
El primero disfrutaba haciéndome sufrir. La segunda estaba desaparecida.
-Si quieres nos vamos, no quiero que estés obligada. -Bella me dijo, antes de beber un poco de café.
-No estoy obligada. No me molesta -mentí.
Me molestaba que estuviera rodeado de todas esas chicas.
Me giré para observarle mejor. Odiaba estar así. No quería estar celosa, ni tener nada que ver con él en la vida. Pero no podía evitarlo: cada vez que intentaba quitarle los ojos de encima, lo miraba con más detalle.
Nuestras miradas se cruzaron otra vez, pero esta vez, él giró la cabeza hacia una rubia y ella le tocaba el pelo. Michael me miró y me dedicó una sonrisa.
Pude saber lo que estaba pensando. "Ahí la llevas".
Mi cabeza me gritaba que parara. No teníamos nada y no lo tendríamos nunca más. Pero no podía.
Dios, lo odiaba.
-¿Crees que lo hace para darte celos? Porque yo sí.
-No sé -dije, confusa-, a lo mejor le gusta.
Bella estalló en una carcajada.
-Sí -afirmó, seria-. Por eso cada vez que le miras está mirándote. Te creía más inteligente. 
No respondí. Y me odié por ello, porque estaba alegre. Un pedazo de mí se alegró de que él siguiera deseándome.
-Está jugando -añadió Bella.
¿Jugando?
Una idea brilló dentro de mí. Yo también sabía jugar al mismo juego. Y tenía al mejor jugador.
Adam.
-Ni se te ocurra -me prohibió Bella, leyendo mi pensamiento-. No. Te van a odiar.
Aunque me molestaba, llevaba razón. No quería perderlos a ambos, así que tenía que renunciar a eso.
-Voy a ser madura y no jugaré a lo mismo -dije, media verdad media mentira-, pero no me puede ver jodida.
La sonrisa de Bella desapareció y se llevó las manos a las sienes. Mostró una mueca de dolor y cerró los ojos.
-¡Bella! -exclamé, asustada-. ¿Qué pasa?
-Nada, tranquila. Tengo que ir a tomarme las pastillas.
-¿Qué pastillas?
-Son una receta de un doctor de Londres amigo de la Asociación. Son unas que impiden que me vuelva loca. Tengo que tomarlas cada ocho horas. Sino, oigo todos los pensamientos y me explota la cabeza -me explicó, tranquila-. Nunca me ha explotado, tranquila.
Reí y ella se levantó, algo tambaleante.
-¿Quieres que te acompañe?
-¡No, tranquila! Nos vemos más tarde.
Ella se marchó y me dejó sola. Bueno, no sola, con mis pensamientos.
La peor compañía.
No quería ser inmadura, pero quería que Michael sintiera lo que yo sentía. Dolor, rabia.
No iba a joder a Adam, así que pensé en otra cosa.
Pensé en un lugar donde Michael me viera mejor y pude ver un sillón a unos pocos metros de él. Me acerqué a él y me senté. Me revolví el pelo y los rizos cayeron por su propio peso, formando unos rizos definidos y alborotados sobre el respaldo del sofá. Me crucé de piernas y ojeé las páginas del libro sin ganas, prestando más atención en la reacción de Michael.
Éste estaba pasando una hoja de su libro y desvió la mirada a mi anterior sillón. Al ver que no estaba, buscó por toda la biblioteca con la mirada. Finalmente, me encontró.
Fue inspeccionando y subiendo con su mirada desde mis pies hasta mis ojos y se quedó mirando unos segundos a los últimos. Humedecí mi dedo índice y pasé de página. Después me coloqué el pelo al lado contrario de la parte que Michael veía. Le miré por unos segundos y volví a bajar mi vista.
Perfecto. Dejé el libro en la mesita de al lado y me levanté. Pasé por su lado sin mirarlo y me dirigí al salón.
Los chicos seguían jugando. Me senté en el sofá y descansé por unos minutos.
Me sentía genial, extraordinariamente bien.
Pensé en lo que había hecho de nuevo y mi estado de humor cambió. Me sentía horrible, sucia.
¿Acaso conseguía así que volviera conmigo? No. Me daba pena.
Una voz masculina me distrajo.Después apareció Alejandro, que se sentó a mi lado.
-¿Cómo te fue con Bella?
Me giré cuando el peso del chico se echó al lado en el sofá. Era Alejandro.
-Bien -le informé, sonriendo-, ha ido a tomarse unas pastillas para su poder.
-Ah sí, me lo contó. ¿Y qué tal con Adam y Michael?
Vaya. ¿Todo el mundo sabía lo mío o qué?
-Paso. Lo único que me preocupa es Channel, no sé dónde está.
-Llámala.
-Creo que tengo el móvil en la habitación y estoy muy cómoda para levantarme ahora. 
-Duerme -dijo.
Cerré los ojos antes de que pudiera contestar y desperté llena de energía.
Sentía un hombro en el cuello. Me había dormido encima de Alejandro. Sentí unos dedos en mi muñeca. Alejandro me estaba haciendo cosquillas.
Emití una especie de gruñido por lo bajo, para despertarme. El tacto de las cosquillas desaparecieron y abrí los ojos. Me giro y abro la boca.
Los ojos verdes me dan los buenos días y su sonrisa me despeja.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?

sábado, 8 de diciembre de 2012

Capítulo 19: "Un abismo infinito".

Cerré la puerta de la habitación después de que Bella saliera. Nos miramos y le sonreí. Bajamos las escaleras sin intercambiar palabra. No porque no quisiera hablar con ella, sino porque no sabía de qué hablar.
Al llegar al salón, me quedé parada un instante.
Estaba lleno de niños pequeños. Jugaban con muñecas, construcciones y cochecitos de juguete.
Sin darme cuenta, pensé en lo que se estaban perdiendo: los parques, las navidades...  Ellos no lo sabían, pero quizás no saldrían de aquí nunca.
De repente, se me formó un nudo en la garganta y me costó respirar.
Quizás me pasaría lo mismo a mí. No saldría de aquí nunca. No vería a mis seres queridos.
Bella, que seguía andando, frenó en seco y me miró.
-¿Vamos?
-Sí, sí -dije mientras zarandeaba la cabeza de un lado a otro, intentando despejarme.
Andamos unos cuatro metros hasta llegar a la cocina, muy espaciosa. Me fijé en el reloj de pared. 20:12.
-¿Comemos algo? Tengo hambre -declaró Bella, abriendo el frigorífico de par en par.
Su sonrisa apareció y supuse que hacía bastante que no tenía la posibilidad de comer tantísimo.
También yo estaba hambrienta, así que pensé en lo que quería cenar. Al pensar en un sándwich, el estómago rugió. Estaba de acuerdo.
-¡Marchando un sándwich a la plancha! -exclamó la pelirroja, mientras sacaba todo lo necesario.
Había vuelto a leerme la mente. Me divirtió, pero en algún rincón de mí temía que pudiera convertirse en un hábito. No quería a nadie dentro de mi cabeza.
De pronto, Paul apareció por la puerta.
-¡Alexia, qué alegría! ¿Cómo te encuentras?
Sus largos dedos alcanzaron mi nariz e hicieron que me dieran ganas de lanzarle un puñetazo.
Lancé un gritito de dolor y me aparté de él.
-¿Sabes, Paul? Si no me la tocaras, estaría mejor.
Mostré una sonrisa sarcástica. Él hizo que se borrara en una centésima de segundo. 
Sus ojos eran como un barranco. Un abismo infinito. No se notaba la diferencia entre el iris y la pupila, y parecía que te podía absorber de un momento a otro.
-Parece estar muy bien -dijo. Desvió la mirada hacia Bella y sus ojos se abrieron de sorpresa-. Conoces a Bella. Me alegro, es nueva aquí. ¿Te han dicho que pensé en ti para enseñarle esto?
La idea había sido de Paul. No sabía si tenía que darle las gracias o dejar de hablarle.
-Sí -contesté. Miré a Bella y ella sonreía mientras daba la vuelta a uno de los sándwiches-. Me informó Alejandro.
Él elevó las comisuras de sus labios y se formó una extraña mueca en su rostro. Me hizo temblar y sentí miedo. Después, sin despedirse, se dio la vuelta y se marchó.
Estaba sonriendo.
Sólo me rondaba una cosa por la cabeza. ¿Cómo estaría Michael? ¿Qué estaría haciendo ahora mismo? ¿Y Channel? ¿Se habría escapado para ver a Jackson?
Todo eran dudas en mi cabeza y no podía resolverlas. Al menos, no ahora.
-Seguro que están bien, no te preocupes -casi susurró Bella, mientras colocaba los sándwiches en la mesa y llenó dos vasos de refresco.
-Oye, esto es incómodo -declaré-. ¿Te gusta leer la mente?
Me senté en la silla y mordí el sándwich. Sabía a paraíso y mi estómago me lo agradeció. ¿Cuánto hacía que no comía?
-Es guay saber lo que los demás piensan de ti, pero a veces también traumático. -El tono dramático que le había dado me hizo sentir pena. 
También ella se sentó y mordió su sándwich.
-¿Has tenido experiencias traumáticas?
-Sí, claro -afirmó, casi como si le hubiera hecho la pregunta más tonta del mundo-. Recuerdo una vez, de pequeña. Me gustaba un chico, y un día tuve la oportunidad de hablar con él a solas. Me llevé un gran palo -me contó, antes de beber algo de su refresco-. ¿Cómo se llamaba?
Mordí mi sándwich mientras la observaba. Intentó recordar el nombre de aquel chico, pero parecía no estar segura.
Estaba absorta con su historia. Me encantaba escuchar anécdotas de la gente.
-¡Pi! -exclamó, eufórica- Con eso te lo digo todo, ¿en qué estaría pensando?
Ambas estallamos en una carcajada. Me levanté a por una servilleta. Cuando la tuve en la mano y me giré para volver a mi silla, vi un pelo rubio alborotado a través del cristal.
Michael. Sin duda, ese era Michael.
Mi risa se detuvo de repente.
-¿Alexia? ¿Pasa algo?
No la miraba, pero pude sentir su mirada perpleja en mí.
-Has visto a Michael. Déjalo, ya vendrá a tus pies -afirmó, antes de reír.
-Sí, claro.
Al escuchar mi propia voz, me impresioné. Estaba llena de decepción y tristeza.
¿Qué mierda me había hecho Michael? Yo era toda alegría y diversión antes de conocerle.
Forcé una sonrisa y la miré. Ella se estiró en la silla, acababa de terminar el sándwich y se bebió de un trago todo el refresco que había en el vaso.
-Lista.
-Yo no quiero más -añadí, apartando el plato.
-No estés mal. Vamos a la biblioteca y así nos despejamos.
Nos levantamos y Bella se acercó a mí. Apoyó su mano en mi hombro y juntas, nos dirigimos a encontrar la biblioteca. Nunca había estado allí, así que éramos inexpertas en todo el Internado.
Un pequeño cartel nos ayudó:  Biblioteca > .
Las flechas a través de los pasillos hicieron que llegáramos increíblemente rápido.
Cogimos un par de libros. Bella eligió de amor. Yo de intriga. Nos sentamos en unos sillones enormes, al lado de la ventana. Eran de color ojo apagado y muy cómodos.
Bella bebía de su café y parecía reconfortante. Yo también necesitaba algo, pero odiaba el café. Así, me dirigí a buscar algo que tomar.
Volví sobre mis pasos hasta la cocina. Quería galletas, pero lo único que encontré fueron gominolas. Estaban en el estante de arriba, al que gracias a mi pequeña estatura, no llegaba.
Me puse de puntillas. Aún así no llegaba. Iba a por una silla, cuando noté una mano en mi hombro. Mi cabeza se volvió loca y un nombre apareció en mi mente: "Michael."
Deseaba que fuera él con todo mi ser. Increíblemente, aunque lo odiaba, quería verlo. Me di la vuelta y mi sonrisa se borró.
-Papá.
-Vaya, ¿no te alegras de verme? -preguntó, sonriente- ¿Cómo llevas la nariz?
Lo abracé y él me besó la cabeza.
-Qué golosa. Y qué pequeña.
-¡Pero si tú tampoco llegas! -exclamé, antes de reír.
-¿Que no?
Estiró las piernas y alargó los brazos. No llegaba. Reí de nuevo y él me miró.
-Espera. Hay que estirar y ahora salto -susurró, haciendo grandes pausas entre las palabras. Saltó y no lo consiguió. Al darse la vuelta, se dio en el dedo pequeño del pie. Lanzó un chillido y yo lancé una carcajada-. Me cago en...
-Siéntate -le interrumpí-. Anda, siéntate.
Se masajeó el pie derecho mientras yo cogía una silla y me subía a ella. Finalmente, pude coger mis golosinas.
Hablé con él durante unos minutos y me sentí mal al decirle que tenía que marcharme.
-No te preocupes, yo tampoco me puedo mover mucho ahora. Nos vemos después.
Volví de nuevo a la biblioteca y me senté al lado de Bella, en el otro sillón gigante.
-¿Dónde estabas? -preguntó- Golosinas. -Alargó la mano y alcanzó una. 
Pude ver qué estaba leyendo. Tres metros sobre el cielo.
-Me lo he leído. Es malísimo.
Ella se acercó la mano al corazón, en un acto dramático. Parecía ser uno de sus favoritos.
Empecé a leer Sherlock Holmes. Deboré media bolsa de golosinas antes de llegar a la página cincuenta. Al terminar el capítulo siete, levanté la cabeza para coger unas cuantas gominolas y se abrió la puerta. El pelo rubio y alborotado seguía siendo el mismo. Los ojos verdes brillaban, y me maldije por ello. O había llorado, o estaba feliz.
Michael.
Nos miramos el uno al otro unos segundos, a unos cuantos metros. Ninguno de los dos se movía o parpadeaba. Decidí agachar la cabeza de nuevo, y seguir leyendo, pero observarlo de reojo.
Michael se había quedado quieto. Parpadeó varias veces después de que yo bajara la cabeza, y andó hasta la estantería sin dejar de mirarme. Allí, cogió un libro y se sentó en una mesa a unos cuantos metros de mí.
Quise saber cuál era el libro. Vio que lo miraba y se tapó la cara para estar empatados.
Drácula.
Estaba rodeado de chicas de clase. Todas le miraban y reían. Se tocaban el pelo y se colocaban las tetas.
Sentí ardor en el estómago y las odié por estar tan cerca de él.
Celos. Sentía celos.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Capítulo 18: "Bella Mahier."

Diario de Alexia, 19 de abril de 2010:
En estos días estoy desconectada. Es decir, no sé lo que pasa por mi cabeza, no razono, digo lo primero que se me ocurre, mientras que mi cuerpo corre por ahí sin mi consentimiento. Después de la nariz rota, la visita al Sugar 60's y la pelea con Michael, me queda hablar con Adam. No lo voy a dejar, porque no estamos saliendo, pero quiero dejar las cosas claras y olvidarme de chicos por un tiempo.

Justo cuando cerré mi diario, estaban tocando la puerta. 'Pasa' dije mientras guardaba el diario debajo de la almohada. En un principio pensé que era Adam, siempre que hablaba de alguien, aparecía al instante. Pero no, no era él, sino Alejandro (el chico que se había quemado las manos) acompañado de una chica que no conocía.
-Hola Alexia. -Dijo mientras entraba y cerraba la puerta detrás de la chica.
-Hola Alejandro, ¿qué querías? Quiero decir, ¿qué queríais?
-Te traigo los deberes del señor Norton, junto al resumen del capítulo dps, ya que has faltado esta mañana. ¿Cómo estás?
-Bien, no ha sino nada, un pequeño susto. -Dije mientras señala a mi nariz. Después miré con cara interrogante a la chica pelirroja que se encontraba a su derecha.
-Ah sí, ella es Bella. Es nueva aquí y como tú eres principiante me gustaría que la ayudases a integrarse, enseñarle un poco esto y eso...
-Pero Alejandro, yo llevo como cuatro o cinco días aquí, ni siquiera he visto la cocina, ni la biblioteca, nada.
-¡Pues mejor, veis todo juntas!
-Bueno, vale. Gracias por los deberes y el resumen. Por cierto, Alejandro, ¿cuál es tu poder?
-Viajar en el tiempo. -Dijo mientras se sentaba en la silla.
-Como mi bisabuelo... -Dije con una sonrisa en la boca.
-¿Tu abuelo no tenía poderes?
-No. En mi familia mi bisabuelo y yo somos los únicos que los hemos tenido.
-Qué suerte. En mi familia sólo yo los tengo.
-Bella. ¿Tú qué poder tienes? -Dije mientras le indicaba la silla, para que se sentara.
Hubo una pequeña pausa, de unos treinta segundos.
-Bella, no seas tímida, aquí todos tenemos poderes, no temas por tu privacidad. -Dijo Alejandro, indicándole de nuevo la silla.
-Tranquila, no muerdo. -Dije mientras enseñaba mis dientes con un rugido de león.
-Yo... leo la mente.
-Guau. Mola mucho, pero intimida. ¿Puedes saber lo que estoy pensando ahora mismo?
-Claro. ¿Piensas en que te gusta mucho mi color de pelo? Gracias. -Dijo mientras se ponía roja.
-Bueno, os dejo, tengo que ir a buscar a Michael, hoy no ha aparecido por clase. ¿Sabes dónde está?
-Sí, la última vez que lo vi estaba en las escaleras de la primera planta. -Dije mientras me levantaba y movía la silla bruscamente.
-¿Os habéis peleado?
-Sí, paso de él completamente.
-Bueno, en todo caso voy a hablar con él. -Se levantó y se marchó.
-Un momento, me conecto a Tuenti, veo mi móvil y nos vamos por ahí.
Tuenti. Más de 50 comentarios en el tablón.
Más de doscientas visitas nuevas. El rumor de que había ido a un "internado" se había divulgado.
10 mensajes privados. Todos de: ¿Dónde estás? ¿Es cierto lo del internado?. Decidí no responder a ninguno de ellos, total eran de cotillas que se sentían realizadas al saber todo sobre los demás y que iban a prolongarlo por ahí con la típica frase de "Sí, me lo dijo a mí."
Ya que tenía oportunidad, puse un estado: Queridos/as cotillas, no os interesa dónde estoy ni a dónde voy, no me preguntéis ni por mensajes privados, ni por comentarios. ¡Gracias! :)
Y miré los comentarios, todos felicitándome por mi cumple, es cierto, no me había conectado desde mi cumpleaños y además, nadie me había felicitado. Me disponía a enviarle un mensaje a Adam, porque no lo iba a ver. Aunque iba contra mis principios, decidí hacerlo:
"Oye, esto va en contra de mis principios, pero no me van a dejar escaparme otra vez, así que, no quiero nada contigo, simple amistad. Tampoco quiero nada con Michael, con ningún chico. Lo siento."
La juventud se me había quedado grabada en la mente, siempre la recordaba, pegaba totalmente con mi actual situación.
-¿Adam y Michael son tus novios? -Dijo Bella asomando su cabeza por la pantalla del ordenador.
-No. Bueno, no sé. Con Adam fueron dos besos tontos y lo de Michael también. ¿Cómo lo sabes?
-Leo la mente. Y si estás escribiendo algo por ordenador, lo piensas antes.
-Joder, qué intimidante. -Reí, mientras cerraba sesión y apagaba el ordenador. - Bueno, miro el móvil y nos marchamos.
(5) Mensajes nuevos, 1 llamada perdida.
(1) Mensaje: de Jackson a las 12:23 : Pequeñita, ¿cómo vas? Te podrías conectar y hablamos por skype.
Responder: Voy mejor, ya te contaré. ¡Cuando quieras guapísimo!
(1) Mensaje: de Adam a las 14:32 : ¿Cómo llevas la nariz? Te quiero... No es por pena... jajajajaja :)
Responder: ¡Mejor! Lee mi privado de tuenti.
(1) Mensaje: de Mery a las 18:54 : Papá nos ha contado lo de la nariz, espero que estés bien. Se te echa de menos por aquí, hasta Ángel te echa de meos.
Responder: Estoy bien, sólo ha sido un susto. Jajajajaja, os quiero mucho! Y por aquí también.
(1) Mensaje: de Alex a las 10:42: Somos Allison y Alex, echamos d menos tus tonterías. Vuelve pronto, te queremos.
Responder: Jo, ¡os quiero mucho! Volveré lo antes que pueda.
(1) Mensaje: de Holly a las 17:02: Somos Amelie Alice y Gabe, te has librado del trabajo de tecnología, qué suerte tienes. Te queremos.
Responder: Hiciera lo que hiciera iba a sacar un cero, me tiene manía... Os quiero.
(1) Llamada perdida: Mamá: a las 19:01

Todos me daban mucho ánimo. Y ahora me disponía a conocer un poco mejor la organización junto a Bella, una chica tímida donde las haya, pero con sentido del humor, esto olía a amistad. Y hablando de amistad, ¿dónde estaba Channel?

sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 17: "Juventud, divino tesoro."

Después de haberme dado de alta, y haber vuelto a la organización; quería hablar con mi padre. Decidí hacerlo en un lugar que me gustaba desde pequeña, al que iba con él los domingos por la mañana.
El Sugar 60's.
Era un bar ambientado en los sesenta, a las afueras de la ciudad. Su única trabajadora era una camarera encantadora, Roxi, que trataba a todos sus clientes con cariño y sin duda ella era la razón por la que ese bar seguía teniendo algún que otro cliente.
Iba vestida con un vestidito rosa con un delantal, patines y un cardado de al menos cinco centímetros. Salió de la barra y nos miró. Su sonrisa apareció y con ella sus dientes amarillos.
Colocó un cigarrillo entre sus labios y patinó hasta nosotros con increíble habilidad.
A saber cuánto llevaba haciendo esto.
Sacó una libretita pequeña en la se podía leer Sugar 60's a pesar de que la tinta casi había desaparecido.
-Georgin, ¡cuántísimo tiempo! Te has olvidado totalmente de nosotros...
¿Georgin? ¿Qué nombre era ese? Miré a mi padre y él sonrío a Roxin.
-¡Roxin! -Exclamó, eufórico- Sí, desde que la pequeña se ha hecho mayor no vengo mucho a visitaros -dijo mientras se saludaban con un abrazo.
-No me digas... ¿Esta es Alexia?
Sus ojos se posaron en mí y sonrío como si hubiera descubierto América.
-Cómo pasa el tiempo -continuó-. Hace dos días venía llena de trencitas y falditas de flores; y mírala ahora. Eres toda una mujer. Aunque supongo que tú no te acordarás de mí. Es toda una pena.
-No, lo siento -le afirmé, con una sonrisa de disculpa. Pude sentir cómo ponía la cara de cachorrito y me reí.
-¿Y qué hacéis por aquí?
-Se ha roto la nariz. Nada grave.
La sonrisa de Roxin desapareció y sentí su mirada de pena en mí. Lo que faltaba. ¡Sólo me había roto la nariz!
-¿Qué os sirvo?
-Yo quería un café descafeinado con leche.
-Qué poco llevas los sesenta en las venas, papá. Yo un Banana Split -pedí, para que dejara de sentir pena por mí-. Con mucho chocolate, por favor.
Sacó un rotulador negro y lamió la punta para que la tinta fluyera mejor. Apuntó el pedido y sonrió.
-Así me gusta, una sesentera en toda regla.
Nos retiró los menús y se marchó patinando a alta velocidad.
-¿Qué ha pasado con los chicos? ¿No te aclaras?
Ay. ¿Iba a hablar de chicos con mi padre? No. No. No.
-No. No sé, contigo no puedo hablar de esto -afirmé, ruborizándome-. Es incómodo.
-¿Por qué no pruebas a estar un tiempo sola? Con tu edad es mejor disfrutar de todo, ya habrá tiempo para los chicos. 
Su mirada tierna me hizo sonreír. Quizás sólo quería que disfrutara de la vida. O que no estuviera con chicos.
De algún modo, llevaba razón. Mejor sola que mejor acompañada.
Pero yo sabía que mi compañía no era mala. Aunque lo que había pasado me hacía pensar que sí. Rivalidad, líos, peleas: ¿era buena compañía? No.
Mi cabeza era un lío y lo mejor era que hiciera caso a mi padre. Ellos nunca se equivocan. 
¿Verdad?
Saqué el móvil del bolso negro. Quise mandar un mensaje a Michael y a Adam, pero me arrepentí al segundo.
Era rastrero y patético dejar a alguien por sms. Iba contra mis principios, así que lo guardé de nuevo y miré otra vez a mi padre. Miraba su paquete de tabaco encima de la mesa.
Roxi apareció a toda prisa con el Banana Split y el café en la bandeja. Se tambaleaba de un lado a otro, pero parecía saber controlarlo.
-Tomad, amores -dijo, colocando cada uno de los pedidos en la mesa.
-Puedes salir a fumar si quieres papá, estaré bien.
Él negó con la cabeza y se guardó el paquete en el bolsillo.
Mientras comía mi Banana Split, encontré una servilleta debajo del plato y miré a Roxi preocupada. Se había dejado algo importante y no lo sabía. Le señalé la nota y ella me guiñó el ojo. ¿Qué?
Supuse que podía leerla, así que lo hice.
Pude leer con una letra curva y elegante "Juventud, divino tesoro". 
Guardé la servilleta en el bolso, y miré a Roxi. Sonrió y se dirigió a la cocina.
Creía haber captado el mensaje, era justo lo que mi padre me había comunicado minutos antes. Sólo se es joven una vez en la vida y yo no iba a desperdiciar la mía con chicos.

Después de haber estado hablando con Roxi y mi padre durante un largo rato, salimos del Sugar 60's.
Mientras mi padre se montaba en el coche, me despedí de Roxi y le lancé un beso.
Seguramente ella era una mujer sabia y con mundo, pero había terminado trabajando en un bar de carretera al que sólo iban dos clientes.
Me dio pena. No como cuando alguien se rompe la nariz, sino pena. Pena de verdad.
Ella atrapó el beso y lo acercó a su corazón. 
Me monté en el coche y miré el móvil: 18:42.
Aunque el trayecto era muy corto, puse música para despejarme. La lista de reproducción de Ed Sheeran empezó a sonar y con ella, mis ideas.
Me quedé callada observando el paisaje hasta la organización. Todo parecía raro al salir de allí. La carretera me pareció una invención preciosa, el olor a cigarrillo me tranquilizó y estar en el Sugar 60's me hizo sonreír.
Bajé del coche y paré la música. Mi padre me despidió y me dijo que vendría a verme más tarde.
Andé varios pasos hasta que me di cuenta. Estaba sentado en las escaleras, con la mirada baja y escuchando música. Lo miré varios segundos y entonces él lo hizo. Bajé la mirada avergonzada y él también lo hizo.
-¿Acaso estás enfadado? -le pregunté, parándome a dos pasos de él.
-¿Tú que crees?
-No deberías.
-Es como si me hubieras engañado -afirmó, claramente con celos-. De hecho lo has hecho.
-Podrías quitarte los cascos para hablar conmigo.
-Sí, lo que diga la señorita.
Lo que me faltaba. 
-¿Por qué estás enfadado? He decidido no estar con nadie. ¿Acaso no es eso mejor que estar con Adam? Te he hecho caso.
-Estoy enfadado porque... no sé por qué -dice, removiéndose el pelo rizado-. Confié en ti, pensé que eras diferente, pero no. Eres la típica chica que utiliza a los chicos como pañuelos.
Pude sentir una patada en el estómago y reprimí las arcadas. 
-Te equivocas, yo no soy así, yo sólo...
-¿No eres así? -preguntó, no dejando que me explicara.- Una chica que sale con dos chicos a la vez, ¿qué es? Porque teóricamente eso es lo que has hecho.
-¡Teóricamente tú me has pegado!
Las palabras salieron de mis labios con rabia y desesperación. Me estaba llamando puta. Lo estaba haciendo. Y yo no era de ese tipo de chicas. No había besado a nadie hasta que conocí a Adam.
Levantó la mirada del suelo y se paró en mis ojos. Estaba dolido, lo sabía. Nuestras miradas estuvieron conectadas por más de diez segundos y entonces habló:
-Sabes que no es así.
-Teóricamente sí -le imité, antes de empezar a subir las escaleras.
Podía sentir la rabia corriendo por mis venas. Cada pisotón a las escaleras hacía que me tranquilizara.
-No, Alexia, espera.
Me detuve en seco dos escaleras antes de la segunda planta y me di la vuelta para mirarlo. Quería ver su rostro.
-¿Sabes? Yo también pensé que eras diferente. Dulce, simpático, un poco tímido, divertido -dije, e intenté reprimir la sonrisa que luchaba por salir de mí-. Te daba igual pillar un virus por mí, o incluso quedar como un idiota presentando a tu ex-novia a mi padre como tu actual novia. Pero cuando me diste el puñetazo, tú me dijiste: "Pensaba que me moría". Pero soy yo la que piensa que va a morir, porque me estás fallando. Me has dicho que utilizo a los chicos. ¡No estaba enamorada de Adam, nunca lo he estado y nunca lo estaré!
Estallé con la fuerza de mil cohetes.
-Si me hubiera llenado Adam, no me hubiera acercado a ti. Tú has sido el único, Michael. Pero ahora... está claro que eres diferente.
Me giré y subí las escaleras restantes.
-¡Espera, Alexia!
Bajé para terminar con él.
-¿Sabes? Hoy me han enseñado que la vida pasa rápido, y más aún la juventud. Y no voy a esperar aquí, para pelearme contigo, porque sabes que no tienes razón. No voy a desperdiciar mi tiempo contigo.
Subí hasta la puerta de la organización y la cerré de un portazo.
Adiós Michael.