jueves, 15 de agosto de 2013

Capítulo 43: "Sigo enamorado de ti."

Atravieso el parque al que me llevó Michael. El lago ya no está helado como la última vez. El agua fluye y algunos patos nadan cómodamente. Veo a una pareja reír. El chico coge a la chica de la cintura y la presiona contra él. Se lanza al lago con ella y la chica grita irritada. Después le da un beso cariñoso en los labios y él sonríe. Es la misma escena de Michael y yo el otro día. Sonrío al recordarlo, pero no por mucho tiempo. La sonrisa desaparece cuando descubro que es Michael el que está besando a la chica y sonríe. La chica rubia y con el pelo largo posa sus manos en su nuca y dirige las manos del chico a su trasero. ¡Michael me está engañando! Se veía venir, lo sabía. Corro hacia ellos enfadada y sin aliento. Las palabras flotan por todo mi cerebro y sólo son insultos. Abro la boca, pero no sale ninguna palabra. Un ruido molesto sale de ella y Michael levanta una ceja y la chica ríe al contemplarme.
Levanto sobresaltada al oír el ruido del despertador. Lo apago y me incorporo en la cama. "Todo ha sido una pesadilla", intento decirme a mí misma. Pero todo era tan real... que empiezan las dudas.
Contemplo a la rubita del pelo corto contemplándome extrañada.
-¿Qué pasa?
Está totalmente vestida, peinada y aseada. 
-Nada. Una pesadilla. ¿Ya estás lista?
-Sí. No podía dormir. Me he levantado hace una hora. Aunque he estado toda la noche sin dormir, dando vueltas en la cama. Me he tomado un café y me he arreglado.
La observo mejor. Me detengo en sus ojos. Están totalmente rojos e hinchados, además, unas ojeras cubren la parte inferior de ellos.
-¿Estás bien? -Digo mientras me acerco a ella.
-Sí. Todo está bien. Nos vemos abajo. ¡No llegues tarde! 
Agarra su cartera y antes de salir me dedica una sonrisa. Aunque se le nota a leguas de distancia que es falsa.
Me examino en el espejo. Tampoco yo estoy decente. Me costó horrores conciliar el sueño y cuando lo hice, tuve una pesadilla que pareció durar horas. Tampoco tengo ganas de sonreír, y el sueño no es causa de ello.
Dejo caer la toalla rosa que rodea mi cuerpo. Después de haberme duchado, siento que el aire helado me azota el cuerpo. ¿Aún estamos en primavera? Londres es tan variable, hace un frío de mil demonios.
Los vaqueros negros son una gran opción. Una camiseta larga de color gris y converses blancas. Opto por una coleta alta, ya que no tengo ganas de arreglarme el pelo.

-¡Buenos días, Alexia! -Dice una voz masculina detrás de mí.
Por un momento pienso que es Michael, que me está esperando con un croissant y que me dará un beso de buenos días. Pero al girarme todas mis expectativas desaparecen. Es Adam, que ha dejado tirada a Laura mientras hablaban para acercarse a mí. Ella me mira expectante.
-Buenos días. -Respondo sin ningunas ganas.
¡Lo que me faltaba, que Laura se pensara que quiero algo con su amor platónico! Será mejor ser borde.
-¿Qué tal has dormido? 
-Bien, bien. Me voy a clase.
-Oye, ¿leíste mi privado en Tuenti?
-Sí, lo hice. Así que sabes que tengo poderes...
-Sí, ¡es genial! Tú salvas vidas, ¿no? Es un poder genial.
-Sí, totalmente genial. -¿Cómo puede ser tener un poder tan genial como él dice? Es una completa mierda. Contemplo al Señor Norton andar deprisa con rumbo hacia el aula. ¡Estoy salvada! - Lo siento Adam, tengo que irme a clase. 
-Luego hablamos.
"Mejor nunca".

No me fijo en ninguno de mis compañeros. Atiendo totalmente al Señor Norton, que habla sobre los poderes con buen fin. Como el mío.
"Siempre es mejor salvar que destrozar, recordad esto. Y nunca, nunca, utilicéis vuestro poder para el mal. Sólo os dará problemas. El mal es adictivo."
Verdaderamente es una mierda ser una chica buena. Mi poder no sirve para defenderme, ya que si me hacen daño, no puedo curarme a mí misma. Tampoco puedo curar un daño que se produzca por amor. Ni puedo salvar a alguien de una muerte por vejez. Sin embargo, los malos pueden hacer daño a quien quieran.

-¡Alexia, espera! -Grita Adam mientras corre detrás de mí.- Quería hablar contigo.
Paro y lo contemplo a mi lado. 
-Habla.
-Verás... Siento haberte hecho daño.
-¿A mí? No me has hecho daño.
-Vamos... cuando te dije que me había enamorado de otra, ¿no te enfadaste?
-Para nada. Yo ya tenía a Michael. 
La cabeza me va a estallar. Y con esto y lo de Michael, el corazón y mi cuerpo pesan toneladas. Decido soltar algo de peso y quedarme agusto.
-Además, me di cuenta de que eras un cabrón sin sentimientos que sólo quiere enamorar a cuantas más chicas, mejor. Fui una más de la colección durante unos días. Pero Michael me ha llenado de una forma de la que tú no harías ni en mil vidas. 
Tomo aire y respiro. ¡Me he quitado mínimo quince kilos de encima! Ahora me siento como nueva. En cambio, la cara de Adam refleja tristeza.
-Ah. Sí. Está bien saberlo. Yo sólo quería decirte que sigo enamorado de ti. Pero si es eso lo que piensas de mí... será mejor olvidarme de ti.
"Lo siento. Lo siento mucho, no quería decir eso".
-Sí, será mejor que lo hagas, quiero a Michael.
Otro peso menos de encima. Me siento genial, llena de energía y con peso pluma.
Adam se marcha andando a paso lento y con los manos en los bolsillos. 
El peso vuelve a mí y me hace sentir peor que antes. ¿Cómo he podido ser tan cruel con él? Está bien, no quiero nada con él, pero no tenía que haber sido así de dura. Recuerdo sus ojos azules mirándome y diciéndome que seguía enamorado de mí. ¡Qué cruel he sido!
-Espera, Adam. -Digo mientras corro y me aproximo hacia él. En cambio, él no para como yo anteriormente. Le agarro el hombro y le hago parar.- Espera. Tengo. Que. Coger. Aire. Siento haber sido así de brusca. Pero yo quiero a Michael. Lo siento, de veras. Podemos ser amigos.
-¿Le quieres?
-Sí. Creo que sí. Creo que estoy enamorada de él.
-¿Más que lo que lo estabas de mí?
-De ti nunca estuve enamorada. Fueron sólo unos días. Con Michael han sido algunos más, aunque no muchos más. Pero ha sido muy intenso. Peleas, reconciliaciones, besos, abrazos, llantos... No sé cómo explicarlo.
-Está bien. No pasa nada. Siento haberte dicho que seguía enamorado de ti.
-¡No! Seguro que encuentras a una chica mejor que yo. Conozco a una chica a la que le encantaría estar contigo.
-¿Quién, mi madre? -Dice con media sonrisa, que me transmite a mí.
Señalo hacia la chica castaña que contempla melancólica las vistas desde la ventana.
-¿Laura? Eso es agua pasada.
-Pues a ella le sigues gustando. Tú verás lo que haces.
Camino hacia el comedor sin mirar atrás y sin esperar respuesta de Adam.
Cojo una bandeja roja y recorro la mesa buscando qué comer. Un plato de pasta y de ensalada. Sigo con rumbo hacia una mesa vacía. Examino mi lado izquierdo. Hay un gran plato lleno de sushi. Los ojos se me llenan de lágrimas y miro las mesas para demostrar que Michael no está. Y así es, no está. Después, mi reloj. ¿Qué estará haciendo ahora mismo mi viajero preferido?

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