domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 39: "No quiero que sientas pena por mí."

-Narra Michael-
La mirada de Alexia examina cada milímetro de mis ojos. Después de darle la noticia de que Ophélia ha muerto, no ha vuelto a decir nada en un mínimo de veinte segundos. ¿Qué estará pensando? 
Muerde la parte izquierda de su labio inferior y después se avalancha encima de mí y me abraza con sus pequeños brazos. Más tarde, se retira y me vuelve a mirar desde abajo con sus ojos marrones, empapados en lágrimas.
-Eh, no llores, no pasa nada, de verdad. No quiero que sientas pena por mí, de verdad. -Le digo mientras le beso en la frente. 
Verdaderamente soy yo el que debería estar mal, pero no quiero hacerla sentir mal. La muerte de Ophélia ha sido un gran palo para mí. Ahora que ella no está, me da por pensar en qué hubiera sido de mí si ella no me hubiera recogido del orfanato. A lo mejor seguiría allí, encerrado todo el día mientras decenas de familias decían que no nos querían para ellos; o tendría una familia con la que vivir mi vida. De todos modos, hubiera pasado lo que hubiera pasado, Ophélia ha sido mi salvación, la mujer que me ha hecho salir de la oscuridad para conocer finalmente la luz. Y siempre le estaré agradecido por ello.
-Lo siento, Michael.
-Alexia, no te preocupes, estoy bien.
Justo cuando acabo de decir mi frase, me doy cuenta ni de que yo me creo lo que acabo de decir. Y claro, Alexia menos. Por eso me vuelve a abrazar, y pasa sus dedos por mis rizos, enredándolos en ellos y haciéndome temblar.
Mientras tanto, Carol y Angy me miran con los ojos llorosos, intentando no llorar. Cuando mi mirada y la de Carol se cruzan, se tapa la cara con las manos y empieza a llorar. Angy, al verla de tal forma, pone su mano derecha en la espalda y hace pequeños círculos en ella, intentando hacerla mejorar.
Alexia se retira de mí y contempla cómo Fabio baja las escaleras de dos en dos y se funde conmigo en un abrazo, que verdaderamente, me hace mejorar.
-¿Cómo estás, tío?
-Bien, bien. No me preguntéis más eso, no pasa nada.
Alexia me mira mientras vaga por los pasillos hasta el jardín, yo la sigo.
Al llegar al verde lugar, se sienta en un pequeño banco y me indica con la mano que me siente. Le obedezco, y después, empieza a hablar.
-Cuéntame qué ha pasado.
Cojo aire y me decido a hablar.
-Paul ha venido a mi cuarto a las seis de la mañana, diciéndome que me vistiera rápido y que me contaría todo por el camino. Yo pensaba que mis dieciocho se habían adelantado y me quería echar de aquí. Pero al entrar al coche y arrancar, me ha contado lo de Ophélia.
-¿Qué le ha pasado?
-Ataque al corazón.
La mirada de Alexia se centra en mi mano, la coge y la arropa entre sus dos pequeñas manos.
-Hemos llegado a Londres, donde había un hombre de unos setenta años, al que Paul le ha dado un fajo de billetes. Ha procedido y ha enterrado a Ophélia. Y eso es todo.
-¿No había familia?
-No. Paul, Channel y yo. No tenía familia, lo dejó todo en Francia para venirse aquí.
-¿Y por qué Paul ha pagado a un señor para que la entierre?
-Es fácil. Las personas como nosotras no son "conocidas".
-¿Cómo?
-No estamos registrados en ningún colegio, trabajo, ni ninguna cosa por estilo. ¿No crees que es sospechoso? Ahora mismo, no existimos. Ophélia no constará como que ha muerto, porque es como si no hubiera nacido. Paul paga a altos cargos para que nos borren de listas de nacidos, cuando llevamos mucho tiempo aquí.
Las palabras dejan a Alexia boquiabierta.
-Tranquila, tú sigues existiendo, llevas poco tiempo aquí.
-Bueno, y... ¿cómo está Channel?
-Mucho peor que yo, ha estado toda la mañana llorando.
-Sé que estás mal... Aunque no entiendo por qué no quieres que te vea llorar.
-No he llorado en mi vida.
-Pues este es un buen motivo para llorar.
-Lloraré cuando me apetezca, no tengo ninguna presión de que tú me veas llorar.
Esboza una sonrisa y suelta mi mano, mientras que se pone de pie y se coloca el pelo.
-¿Vamos dentro?
Asiento con la cabeza y me lleva hasta la cocina, donde me siento en una silla.
-¿Qué quiere mi chico para desayunar? -Dice mientras abre el frigorífico y me mira con una sonrisa en sus labios.
¿Ha dicho 'mi chico'? Sólo escuchar esa frase, sonrío.
-Lo que quieras hacerme.
-Te voy a hacer mi especial sandwich "Michael".
-¿Con mi nombre? ¡Qué honor! ¿Qué lleva?
-Es secreto... -Dice mientras cierra el frigorífico con las caderas, ya que lleva unas cuantas cosas en los brazos.
Después saca una sartén y la empapa de aceite. Corta algunos ingredientes y cocina el sándwich. A los cinco minutos, coloca un plato blanco delante de mí con un sadwich en él. Finalmente, descubro los ingredientes. Lechuga, tomate, pavo, queso...
-Este es un sandwich vegetal, normal.
-No, es un Michael. Busca mejor.
Abro el sandwich y descubro un trozo de sushi en medio de él.
-Qué asco, pero qué detalle.
Ríe a carcajadas, mientras que se sienta en la silla de enfrente de mí. 

1 comentario:

  1. Ya me los he leído todos y me encantan porfavor cuelga los siguientes estoy intrigada

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