lunes, 8 de abril de 2013

Capítulo 35: "No me provoques."

Aún tambaleante, me giro hacia la puerta y ahí está Michael mirándome. Está apoyado en la pared, con los brazos recogidos uno en el otro y una cara interrogante. Corro hacia él y le abrazo muy fuerte. Sus brazos tardan unos segundos en reaccionar y me abrazan torpemente. 
Sería genial que pudiera decir que me hacen sentir segura como en las películas, pero la seguridad es algo abstracto ahora mismo.
-Eh, ¿qué pasa? 
Agarra mi mentón y me obliga a mirarlo. Sus ojos me escrutan interrogantes y creo que sabe todos mis pensamientos.
-Carol. Ha tenido una visión... Alguien muere -digo, rápido y nerviosa. Le explico por qué creo que soy yo la que morirá. 
-Ese razonamiento es estúpido. Hay cientos de muertes al día. Además, no estás sola, Fabio sabe lo de Laura. -Lo miro detalladamente y lo intento asesinar con la mirada.- No te pongas así, sé que no tenía que haberlo contado, pero es por tu bien.
-Aunque lo hicieras por mi bien -y él sonríe-, Carol ha visto una imagen: la tuya llorando, no un sentimiento. Así que la visión no va a cambiar. 
Su expresión cambia y supongo que ahora tiene clara conciencia que alguien a quien quiere desaparecerá.
-Me voy a mi cuarto. ¿Vienes?
Asiento y subimos las escaleras en silencio. Abre la puerta de su habitación, pasa delante de mí y cierra después.
Me tiro a su cama, me coloco boca abajo de la forma menos femenina posible y oigo cómo se ríe. Giro la cabeza y veo cómo busca algo por toda la habitación.
-Mierda. ¿Dónde está mi pijama?
Se dirige a la mesita de noche y lo encuentra. 
-¿Ya vas a dormir? Creo que eres un viejo de noventa años en un cuerpo joven aunque bastante feo.
Se quita la sudadera y deja ver sus definidos abdominales.
En ese mismo momento el estómago se me encoge y me ruborizo.
Poco a poco se coloca una camiseta de mangas grises y torso blanco. 
-No voy a dormir, es para que la ropa se seque. -Me mira y ríe.- Será mejor que dejes de mirar este cuerpo joven aunque bastante feo. 
Se baja los pantalones y después se pone el pantalón de pijama con el que le abofeteé. Suelto una carcajada y él me mira.
-Ese pantalón me trae buenos recuerdos.
Se tumba a mi lado y se ríe. Me giro y lo miro. Huele a azúcar, como siempre.
-Será mejor que te quites esa ropa mojada. En mi cajón hay más camisetas.
Me guiña un ojo y retira las sábanas de la cama, metiéndose en ella. 
Abro el cajón y busco una camiseta. Debajo de las demás, hay una de color gris de manga corta, aunque a mí me llega a los codos.
Me giro y no me sorprendo al ver que Michael me mira divertido. Para él quitarse la ropa no es nada importante, pero para mí supone un océano. Organizo la forma más rápida de cambiarme de ropa y así lo hago. Me quito la chaqueta despacio y se la tiro a la cara. Retiro el jersey y me pongo la camiseta rápidamente. Michael retuerce el abrigo y me lo pasa por el pecho, de modo que mi espalda cae encima de él. Me mueve estratégicamente y termino sentada encima de él, con el abrigo rodeándome la espalda. 
Me mira y se acerca despacio a mí, como si nunca me hubiera besado en la vida. Nuestros labios se rozan y soy yo la que lo acerca a mí. Llevo mis manos a su pelo y él lleva las suyas a la parte baja de mis caderas. El ardor que me recorre hace que suelte un pequeño gemido entre el beso. 
Michael me besa el cuello y se retira despacio de mí. Me apoyo en su hombro y me cubro la cara, riéndome. Siento como su hombro baja y sube por la respiración agitada y su risa.
Me aparto de él y me quedo en el filo de la cama de nuevo.
-¿Me meto con la falda?
-Será mejor que no, no quiero que se arrugue. Y las medias también, no pueden romperse.
Nos reímos a la vez y justo cuando me quito la ropa me agarra de la mano, me acerca a él y me tapa con las sábanas.
-Estoy helada -digo, porque estoy nerviosa y digo lo primero que pasa por mi cabeza.
-Tienes los píes fríos -susurra, sonriendo.
Baja sus manos a mis caderas y me levantan un poco la camiseta. Me acerca a él en un rápido movimiento y estoy completamente pegada a él.
Totalmente.
Me besa y yo pongo mis manos en su cuello.
-¿Más caliente? 
La carcajada que produce hace que me ría. Le doy un golpe en el hombro y él toca el borde de mi ropa interior.
Dios, Michael.

Suena la alarma. Un día para el cumpleaños de Michael y por lo tanto, para su ida.
Mis ojos se abren de golpe y me estiro en la cama. Después apago el despertador y veo que Michael sigue dormido.
-¡Michael, buenos días! Despierta de una vez -digo mientras salto en la cama a su alrededor.
-Sh...
-Venga, ¡es raro que yo te tenga que despertar a ti!
-Porque tú eres una dormilona. Déjame un rato ser como tú. Menos lo de fea, claro.
-¡Pero si me amas! -exclamo mientras río a carcajadas. No responde y veo que muestra una sonrisa, mientras su cabeza se esconde entre las sábanas. Me sumerjo en ellas hasta buscar su rostro. Le doy besos por las mejillas, frente, nariz... hasta llegar al cuello, donde se estremece, aunque sonríe. 
-¿Te vas a despertar ya?
Me pongo de pie en la cama y abre los ojos. Me mira y sonríe.
-Debería haberlo hecho en el primer salto. No sabes las vistas que tengo desde aquí.
Chillo y me tiro encima de él. Suelta un sonido parecido a un gato agonizando y da la vuelta a nuestra postura, ahora él está encima de mí. 
Se acerca a mi cuello y me besa despacio. Mis piernas están alrededor de sus caderas y cuando me besa echa el peso en mí, de forma que estamos más unidos que nunca.
-Por favor, no me provoques. Tienes una imagen muy sexy con el pelo alborotado, mi camiseta y ropa interior, mis actos no serían razonables. 
-Mierda, Michael -suelto sin pensar y él sonríe, satisfecho.
Va al baño y oigo cómo se lava los dientes.
-¡Voy a cambiarme a mi cuarto!
Michael muestra su pulgar a través de la puerta del cuarto de baño.
La ropa aún sigue mojada. Así que opto por no ponérmela. Intento viajar por los pasillos hasta mi cuarto sin que nadie me vea. 
No lo consigo. 
Justo dos pasillos antes de mi cuarto, me encuentro con Angy.
-¡Joder! ¡Qué susto, Angy! ¿Qué hacías aquí?
-Estaba practicando con mis poderes. ¿Y tú, pillina? ¿Qué haces semi desnuda?
Se me escapa una carcajada y ella se cruza de brazos, como mi madre cuando sabe que he hecho novillos.
-Tengo que cambiarme, ahora nos vemos en clase.
-Sí anda, vístete que te vas a constipar, bombón. 
La veo desaparecer justo delante de mis ojos y me voy a mi cuarto, donde no hay nadie. Supongo que Chanel ya ha salido.

Llego a clase temprano, la primera vez en todo el curso. El Señor Norton explica el poder de la electricidad. Y una vez más, no presto atención. Miro por la ventana y me pregunto qué estarán haciendo mis amigos ahora mismo. Una voz grave me trae de nuevo a la clase.
-¡Alexia!
-¿Eh?
-¿Puedes prestarme de una vez atención? -dice el Señor Norton, demasiado alto.
No contesto, sólo lo miro algo asustada. Su mirada hacia mí es fulminante. Después de que la clase se quede estupefacta, intenta disimularlo volviendo con su tema.
-¿Por dónde íbamos? Ah sí. La electricidad es el poder más común en el mundo.

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