domingo, 6 de octubre de 2013

Capítulo 46: "¿Qué tal si la llevamos a cabo hoy?"

Doy paseos por la habitación histérica. Primero me siento en la cama, después me pongo a andar, más tarde me siento en la silla del ordenador y por último vuelvo a la cama.
Cansada y nerviosa, empiezo a morderme las uñas, hasta que sangran. Chupo el dedo y siento el escozor.
Me concentro en cada una de las uñas, quitándoles la sangre y jurando que no volveré a morderlas.
-No deberías morderte las uñas.
Alzo la vista, asustada y me encuentro con Michael y sus terribles ojos sonriéndome, más que sus dientes.
-Es un vicio muy feo -continúa-. ¿Dónde has visto a una médica con las uñas llenas de sangre? Recuerda que eres una salvadora de vidas.
-¡Me tenías asustada! ¿Se puede saber qué ha pasado?
-He descubierto que si no cierras los ojos no vas a ningún lugar. ¿Curioso, verdad?
-No. Me has asustado.
-¿Cuánto has durado? Tres minutos, ¿verdad?
-Verdaderamente, creo que no he durado ni diez segundos.
La carcajada de Michael resuena en la habitación y hace que yo también sonría. Se acerca a la cama y me coge de las muñecas. Examina serio mis uñas y después mis vaqueros. Por último, habla:
-Iré a por alcohol.
-¿Vas a beber ahora?
Otra carcajada más y se levanta de la cama, hacia el baño.
-¿Lo escondes en el baño?
-¡Es para curar heridas, Alexia!
Otra carcajada más. Vuelve a la habitación con algo de algodón y alcohol.
-Déjame que la vea.
Me subo los pantalones y contemplo cómo sonríe.
-¿Qué pasa? -Digo sin comprender nada.
-¿Y si pruebas quitándotelos?
Aquí viene el momento de vergüenza máxima y mejillas rojas. Accedo y desabrocho el botón y bajo la cremallera. Los pantalones bajan hasta mis tobillos y subo las piernas encima de las de Michael.
Él sonríe complacido. Me estiro la camiseta hasta taparme la ropa interior y cojo un cojín para acomodarme. Moja un trozo de algodón en el alcohol y da toques con él en la herida. Me lanzo hacia el cojín y me lo llevo a la cara y grito todo lo que puedo. Escuece, mucho.
-Eres bastante floja -suelta y ríe.
Sigo gritando, y oigo cómo ríe.
-¡Dejémoslo en sensible! -Grito aún con el cojín.
-Ya está, ya está.
Me retiro el cojín y me dirijo al suelo para recoger los pantalones.
-Ah no, aún no he terminado -dice, y vuelve a dar toques en la herida.
Me pongo vizca y abro mucho la boca. Me imagino mi cara y comprenderé que Michael no me quiera jamás, pero cuando vuelvo a ver a un único Michael, sonríe y sigue con su trabajo.
-Ya está -repite.
Hago la misma acción, intento recoger mis pantalones sin ningún resultado. Michael los sostiene en la mano y muestra una sonrisa pícara.
-Será mejor que lave esto, está lleno de sangre, ¿no crees?
-Da igual, ya los lavaré yo.
Me acerco a él y los sube sobre su cabeza. Gracias a su altura, no puedo recuperarlos. Pero tengo mi estrategia, por supuesto. Meto mis manos dentro de su camiseta y rodeo su cintura. Lo beso y lo atraigo a mí. Con el paso de los segundos, va bajando los brazos y con ellos, los vaqueros. Los agarro y me alejo de él. Juraría que ha sido nuestro beso más largo.
-Con el deseo no se juega. Primera regla del calentón.
Río, sin poder contenerme.
-No dejes en ropa interior a nadie si ella no quiere. Primera regla de ser educado.
-Es cierto. Si eres educado, preguntas. ¿Quiere usted quedarse sin ropa?
-Hoy no, señor .... No me sé ni tu apellido.
-Tyler -comenta divertido.
-Hoy no, señor Tyler. Quizás mañana. ¡Pero gracias por la invitación, es usted tan amable! -continúo.
-Pero hoy hace un día maravilloso para quedarse sin ropa, ¿no cree?
Se acerca a mí y siento su respiración en mis labios.
-Cualquier día con usted es perfecto para tal propuesta.
¿De veras he dicho eso?
Se acerca a la puerta y echa el pestillo.
-Entonces, ¿qué le parece si la llevamos a cabo hoy?
Se quita la camiseta y me la tiende sobre el hombro.
Y ahora no sé qué hacer. Los abdominales me dicen: vamos a ello. Mi cabeza: otro día.
Cuando me doy cuenta, Michael sostiene mi sostén en sus manos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario