martes, 19 de febrero de 2013

Capítulo 27: "Bendito post-it."

Me quedo mirando cómo Michael se marcha y vuelvo a mirar a Laura (que sigue mirándome).
Ella es de estatura media, está delgada y el pelo castaño y lacio le llega hasta el pecho. Siento sus ojos marrones en cada centímetro de mi cuerpo, quemando.
Intento evitarla, mirando a otro lado, y encuentro a Carol. Está sentada en las escaleras, mirando hacia el suelo. Cada una de sus manos agarra un lateral de la cabeza y apoya los codos en las rodillas, haciendo que parezca mucho más pequeña. Da pequeños quejidos, encorvándose hacia adentro.
-Carol -digo, tocándole el hombro-, ¿te encuentras bien?
Sus ojos me miran. Me miran de una forma hasta ahora desconocida: muestran pena e incluso miedo. Están llenos de lágrimas luchando por brotar de sus ojos. Siempre que veo a una persona con los ojos llorosos, me lo transmite.
-¿Qué pasa? -pregunto, claramente desesperada.
-He -susurra, y se le rompe la voz. Traga saliva- ... he visto el futuro.
Me siento a su lado en las escaleras, y espero a que esté preparada para hablar. Me miro los pies y respiro. Entonces habla:
-Laura. Ella... no es buena.
La frase hace que me tiemblen un poco las piernas. ¿Qué puedo esperar del futuro? 
-Dime de una vez qué has visto.
-Nada exactamente -confiesa, suspirando-, sólo borroso, pero creo que podía reconocer a Laura. Me pasa a veces. Cuando veo borroso el futuro puede variar.
-Vale, tranquila. Tampoco creo que no sea buena chica -digo mientras la abrazo. Está temblando como un perrito de dos meses, cuando tiene miedo. Parece que se calma un poco-. Si pasa algo, lo afrontaremos juntas. Estoy aquí.
Ella sonríe y me abraza, muy fuerte. Por un momento siento cómo me aplasta y paro de respirar. Ella se da cuenta y me suelta, en medio de una carcajada. Le digo que tengo que ir a terminar el libro, y ella me despide. Despido a Angy con la mano, que está en el sofá.
Llego a mi habitación, mucho pequeña ahora de lo que había recordado antes. Cojo el libro y empiezo a leer. Cuando termino, me doy cuenta de que se me ha hecho relativamente corto. Ya son las diez y media y estoy agotada, así que me pongo el pijama y me meto en la cama. 

Despierto de un sobresalto, con sudores fríos y helada. Miro el reloj de la mesita: son las cinco y treinta y dos. He tenido una pesadilla; intento recordarla, pero ya se me ha olvidado. Noto un bulto al lado de mí, una persona. ¿Channel tiene miedo a la oscuridad? Enciendo la lámpara de la mesita de noche. Cuando descubro quién es, lo observo por unos segundos. Así de tranquilo, parece más joven y relajado.
Michael.
Tiene un post-it azul en la frente. Lo cojo con suavidad, para no despertarlo, y lo leo mentalmente.
"Siento haberme metido en tu cama, Son se ha marchado a casa y me aburro. Siento también haberte metido mano."
Me río demasiado alto y él se mueve un poco. Su brazo derecho está en su nuca y el otro está debajo de la mía.
El sudor se vuelve más frío con el paso del tiempo, así que en cinco minutos ya estoy helada. Mi brazo  busca su torso y cuando lo encuentro, dejo mi mano en sus abdominales definidos. Al notar mi mano fría, se estremece y yo me río. A diferencia de mí, está calentito. Apago la luz e intento dormir de nuevo, rodeada por Michael. Ahora mismo no tengo miedo del futuro, sólo me importa el presente. Este mismo presente.

El sonido más molesto del mundo suena a las siete y media de la mañana. Apago el despertador sin abrir aún los ojos. Siento las molestias de Michael y supongo que es por la luz del Sol. Me acurruco entre sus brazos y él se ríe. 
-Eh, eh, eh. Pero Alexia, ¿qué haces metiéndome mano? Pensaba que era el único que podía hacerlo.
Yo me río y busco su mejilla con mi mano. Cuando la encuentro, lo atraigo hacia mí y le beso. No estoy de acuerdo con los besos apestosos por la mañana. Él me besa el cuello y sin poder evitarlo, suelto un sonido gutural. Me zarandea suavemente y vuelve a hablar:
-Despierta, dormilona.
Abro los ojos poco a poco, estirándome. Cuando me estiro totalmente, le doy un golpe en la cara a propósito a Michael y hago como si me sorprendiera que estuviera aquí.
-¿Se puede saber qué haces en mi cuarto?
-Son se ha ido a casa, ya controla sus poderes. Decidí venirme aquí, contigo.
-¿Acaso no quieres admitir que te da miedo estar solo? -pregunto sonriendo.
-No. Sólo prefiero estar contigo.
Sonrío y él se sienta en la cama. Me acerco a él y lo abrazo por detrás, tirándolo de nuevo a la cama. Él se da la vuelta, quedando encima de mí. Sus manos están a cada lado de mi cabeza, apoyando su peso, así que no nos tocamos. Él me mira durante unos segundos y después besa mi mandíbula. Lo empujo y él se ríe. Ahora está sentado y yo me coloco encima de él, con una pierna a cada lado de sus caderas. Me abraza y yo le toco la espalda, siguiendo el contorno de sus músculos. Él baja sus manos por mi espalda, hasta llegar al final de mi camiseta. Introduce las manos dentro y me toca la espalda baja.
-Estás helada -dice, serio.
-Y tú caliente.
-Por fin lo entiendes. -Me guiña el ojo y yo me río antes de golpearlo en el hombro.
-Parad. Tengo menos de dieciocho años. Igual que vosotros, por cierto -dice Channel, que se levanta poco a poco de su cama.
-Ve a tu cuarto a cambiarte -le digo a Michael. Paso mis manos por sus mejillas y me quedo en su nuca-. Luego nos vemos.
Él sonríe y se levanta de la cama, con pesadez. Sé que seguramente ha dormido mal, porque me muevo muchísimo cuando duermo. Se despide de su hermana y se va.
Me preparo para clases y cuando termino, cojo el material necesario.
-Nos vemos abajo -le digo a Channel, sonriendo. Ella asiente y me devuelve la sonrisa.
Bajo las escaleras, escuchando varias veces el timbre sonar una y otra vez. ¿Por qué no abre Ophélia?  Decido abrir yo.
Hay dos personas que parecen de la misma edad. El chico es muy guapo, moreno y de ojos marrones, alto. La chica es rubia de pelo rizado, con gafas de color rojo, sus ojos son azules, preciosos. Sin darme cuenta, me pregunto si son novios. Y creo que lo son, hacen una pareja bonita.
-Hola, soy Fabio -dice el chico, con un acento italiano.
-Yo Valerie -dice ella, colocándose las gafas.
Yo me quedo mirándolos, sin darme cuenta de que el tiempo pasa rápido y ellos me miran raro, aunque sonríen.
-Yo soy Alexia.
-Ah, es un nombre de origen griego -dice Fabio, sonriendo.
-¿Sí? No tenía ni idea. -Río. Me quedo mirándolos con cara interrogante, cosa que él nota. Sabe que soy una cotilla.
-No, no somos pareja. Somos hermanos por parte de padre -dice, y al verme con los ojos muy abiertos (no porque no lo entienda, sino porque habla jodidamente rápido), intenta aclarármelo-. Mi padre es italiano, se casó con una mujer italiana y me tuvo a mí. Se separaron y mi padre se casó con una mujer española, teniendo ellos a Valerie.
No sé qué decir, así que les sonrío. Ella se coloca el pelo a un hombro y dice:
-Yo tengo catorce años. Y él dieciséis.
-Lo siento -digo, al escuchar el timbre-, siento tener que dejaros, pero las clases acaban de empezar y ya he llegado tarde varias veces. ¡Encantada!
Cuando llego a clase, me encuentro al Señor Norton en la puerta. Me examina, pidiéndome una explicación. 
-Ophélia no estaba en la puerta, así que tuve que abrir yo.
Él asiente y me deja pasar primero. Me siento en la penúltima silla, mientras reparte los exámenes. Cuando llega a mí, examino el papel. Es largo, pero es de tipo test. Sólo me digo una cosa: quizás pueda aprobarlo. Decido hacerlo poco a poco; y cuando termino repaso cada ejercicio una y otra vez. Llamó al Señor Norton cuando quedan apenas cinco minutos de la primera hora. Se lo entrego, siendo la última en hacerlo.
-Bueno -dice él, juntando los exámenes-, quedan cinco minutos, así que os daré los exámenes que hicimos hace bastante. Se me olvidó corregirlos.
Recuerdo ese día: fue cuando Adam y yo nos sinceramos, cuando empecé a salir con Michael, cuando Jackson y Channel se conocieron... etc.
Los exámenes van pasando poco a poco, estrujando mi estómago, poniéndome nerviosísima. El Señor Norton dice mi nombre. El examen va pasando por cada una de las manos de mis compañeros hasta llegar a las mías. Cuatro con seis.
-Un cuatro con seis es un cinco. 
-No -dice el Señor Norton-. Es un cuatro con seis. 
Noto cómo intenta burlarse de mí. Aún quedan unos minutos de clase cuando noto un escalofrío procedente de mi pelo. Al darme la vuelta, Michael juega con mis rizos con su lápiz. Hago como si no le he visto, y miro hacia delante.
Salimos de clase. Fabio y Valerie están sentados en las escaleras, hablando con Angy y Carol. Me acerco a ellos.
-Ey, ¿qué tal?
-Bien, no queremos empezar las clases -dice Angy, haciendo pucheros.
Carol me gesticula para que hablemos y se levanta. Se acerca y vamos unos pasos más allá. No quiero hablar de sus visiones, porque me dan miedo. 
-Tengo que decirte algo -dice, y siento cómo el estómago me da un vuelco-. Creo que me he enamorado. ¿Has visto a Fabio? Qué chico...
Yo suelto una carcajada. No tiene gracia, pero el hecho de que sea una buena noticia me hace reír.
-Es guapo.
-Eh, tú ya tienes a Michael -afirma, riendo.
-Ya sabes, a por él.
Ella asiente, sonriente. Vuelve sobre sus pasos y se sienta al lado de Fabio, que la saluda con una sonrisa.

1 comentario:

  1. aoww que son muy tiernos con Michael!! me encanta que sea cariñosoo! la que me cae mal es Laura >.<

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