lunes, 4 de marzo de 2013

Capítulo 30: "Sin perder el tiempo."

Michael se levanta y entra a la cocina. Veo como su pelo rubio va desapareciendo entre las habitaciones y me quedo sola en el jardín.
Miro el reloj, son las ocho menos cinco y se cierran los horarios de visitas. Sin embargo, veo aparecer una cabeza que recorre la cocina y que va directa al jardín. Sale de la cocina y el pelo despeinado y la gran sonrisa se acercan a mí. Me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. Ando hacia él y me abraza., es mi padre, me mira sonriente, yo le devuelvo la sonrisa. Trae con él una bolsa roja. Se acerca y se sienta a mi lado.
-Papá -digo-. Pensaba que no vendrías.
-¿Cómo no iba a verte? -pregunta, revolviéndome el pelo-. ¿Cómo estás?
-Bien -digo, y después me aclaro la garganta-. Mañana vamos de excursión a la ciudad, ¿lo sabes?
Asiente. Seguro que Paul y él hablan muy a menudo, al fin y al cabo él también tuvo que venir aquí a aprender a controlarse. Quizás hasta haya visitado mi casa, aunque no lo recuerdo. Al fin y al cabo, desde pequeña sabían que tenía poderes.
¿Le habrá contado lo mío con Michael?
-He visto a Adam en la puerta. ¿Has estado con él?
-Desgraciadamente sí -susurro, en medio de un suspiro-. Espera, ¿lo conoces?
Asiente. ¿De qué coño lo conoce?
-¿De qué?
-No hablemos de eso, ¿estás mal con él?
-Por supuesto. No es digamos... bueno para mí.
Y claro que no lo es, pero prefiero no soltar lo que tengo en mente delante de mi padre. Creo que es un chico que quiere divertirse y acostarse con miles de chicas.
Y me parece bien, pero no conmigo.
Se toca la barba y después una sonrisa aparece en sus labios.
-¿Y Michael sí?
-Quién sabe -digo, y él se ríe-. Igualmente, no voy a hablar de esto contigo.
-¿Por qué? ¿Te parece incómodo?
Asiento y él suelta una carcajada. Se sienta en el banco y yo me siento a su lado.
-Nunca se sabe si alguien es el amor de tu vida, ¿sabes?
-Ay no, papá. No quiero el típico discurso americano de amor.
-Todo el mundo dice que te tiemblan los pies -sigue, como si no hubiera dado cuenta-, se te para el corazón, todo es fácil... pero yo creo que es lo contrario. Con esa persona estás tranquila, cómoda. Piensas que nada de lo que hagas podrá estropear lo que tenéis. -Hace una pausa y me mira. Sus labios se curvan y por un momento veo que le brillan los ojos muchísimo-. Cuando estás con alguien a quien quieres (descartemos al amor de tu vida), el corazón te va deprisa, el aire te parece más limpio, la cabeza se despeja por un segundo. Si el amor es fácil, no merece la pena.
Es muy raro hablar con mi padre de eso, pero asiento y él me abraza.
-Esto ha sido muy raro. Nunca lo habíamos hecho.
-He cambiado, has cambiado. Ya no eres esa niñita que caminaba con los tacones enormes de su madre cantando por toda la casa.
Suelto una carcajada y me tapo la cara de vergüenza. He visto esos vídeos millones de veces y siempre que he intentado terminarlos, acabo yéndome por vergüenza.
-¿Y Bola? No lo encuentro.
-Se lo llevé a Leslie, ya sabes cómo es algunas veces...
Me río, recordando las veces que me ha pedido que le dejara mi ropa, persistente. Es una de esas personas que no aceptan un no por respuesta, luchan por lo que quieren, sin importarles lo que piense la gente de ella. Hasta que no consiguen lo que quieren, no paran.
Somos tan diferentes que nadie diría que somos hermanas.
Él me entrega una bolsa roja que traía consigo (ni siquiera me había dado cuenta) y la miro extrañada.
-Cartas de tu madre -afirma, como leyéndome la mente-. No puede llamarte ni estar contigo, así que escribe.
Mi padre desvía la mirada y la guío hasta llegar a Paul, que aparece en el umbral de la cocina y nos mira desde la ventana.
-Ahora tengo que irme. Nos vemos otro día.
Deja un beso en mi mejilla y se marcha por el lateral del jardín.
Abro la bolsa roja que descansa en mis muslos y encuentro una carta con una letra pulcra y bonita: Alexia.

Querida Alexia,
Es el primer día que no estás en casa. Estoy sentada en la cocina mientras tu padre conduce hasta la Organización para verte. Leslie ha salido con sus amigas y tu hermano ha ido al cine. Así que estoy sola.
Hoy deberíamos celebrar tu cumpleaños, pero no estás. Comeremos con la familia, pero no va a ser lo mismo, porque no estás tú. Espero que lo pases muy bien y vengas pronto.
Me he despertado temprano, como siempre (ya sabes cómo soy con respecto a madrugar. Ya sabes, quien madruga, Dios le ayuda). 
He ido a tu cuarto para levantarte para ir al instituto, sin embargo, la cama estaba hecha y no había nadie dentro. No quiero ponerme sentimental, pero me ha invadido una enorme tristeza al saber que hasta dentro de bastante no podré volver a verte. Ya no voy a recomendarte qué ponerte por las mañanas, o decirte que cómo ha ido el instituto. Sólo espero que allí estés bien, no te metas en líos, que te conozco.
Te echo. Te quiero.
P.D: Abrígate mucho.

Me río al leer la posdata y llevo la carta a mi rostro. Huele a papel nuevo y a humedad.
No voy a verla en un tiempo, así que decido responderle a esta y que mi padre se la entregue.
Por ello, corro por los pasillos y por las escaleras para llegar a mi habitación. Tengo tantas cosas que decirle que quiero que no se me olvide nada.
Cuando abro la puerta, me encuentro a Channel en su cama y a Laura sentada en la mía.
No saludo y me siento en el escritorio. Cojo papel y boli y las letras salen solas.
Me da igual que me vean, me da igual que piensen que soy una borde, escribiré con ellas aquí.

Mamá,
Si esto lo escribiste en la celebración de mi cumpleaños, te informo de que papá ha tardado más de la cuenta en hacérmelo llegar. No sé cuánto tiempo llevo aquí, supongo que eso es una buena señal. 
He conocido a gente maravillosa, aunque las clases se me hacen algo pesada. 
¿Cómo fue la comida? ¿Cómo estáis todos? ¿Qué tal la abuela?
Estoy bien mamá, te lo prometo. Como mucho y duermo genial. Me abrigo y no me meto en líos.
Me he acordado de cuando me levantabas los domingos temprano para desayunar algo en Londres y al llegar poníamos la música a tope y tú te inventabas la letra en inglés. 
No te preocupes, en poco tiempo haremos lo mismo y conseguiré que te aprendas una canción entera.
Te echo de menos, te quiero.

Termino por doblarla por la mitad y me la guardo en los vaqueros. Salgo de la habitación sin despedirme y bajo a la cocina, en busca de algo para cenar.
Abro el frigorífico y cojo una manzana, aunque después me dará más hambre. La lavo y empiezo a morderla, saboreando la explosión de sabores en mi boca. Me siento en la encimera y termino de devorar la manzana.
Subo de nuevo a mi habitación. Mi habitación, querida Laura, mía. Entro y siguen allí, sonriendo como dos idiotas. Me da pena que Channel quiera ser su amiga. Me da pena que malgaste su tiempo con ella.
Cojo mi pijama y entro a mi baño. Me ducho tranquilamente y me tomo mi tiempo para salir del baño. Hago todo lo que puedo: me lavo los dientes, la cara, me depilo, me unto en crema que me hace parecer una estatua de oro y me pongo el pijama. Salgo y me quedo en el marco de la puerta. Laura está en mi cama y quiero dormir.
De alguna manera, aparto el miedo que me produce saber que puede ahogarme sin despeinarse y consigo decir:
-Apártate.
Ella parece sorprendida. Se levanta y se va con Channel a su cama. Le sonrío sarcásticamente y me meto en la cama.
Espero que no me dirijan la palabra y cuando pasan unos minutos, me alegro y cierro los ojos. La esperanza se desvanece cuando Channel abre la boca.
-Son las nueve. ¿Ya vas a dormir?
-Sí -digo áspera, mientras apago la luz.
-Estamos aquí. -Vuelve a encender la luz.
Ignoro la luz y ruedo los ojos. Odio esta situación.
Cierro los ojos e intento dormir con la luz encendida...

Me retuerzo en la cama y abro los ojos. Todo está oscuro y me fijo en los números brillantes del reloj. Son las dos de la mañana.
Me giro y veo a Channel detrás de Laura, que me mira directamente.
Ahogo un grito y juro que me muero de miedo hasta que escucho sus ronquidos. Está durmiendo con los ojos abiertos.
Joder.
Suelto un soplido antes de salir de mi cama, me pongo los primeros vaqueros que encuentro (porque duermo sin pantalones) y unas pantuflas.
Salgo de la habitación y vago por los pasillos de la Organización con mi mejor compañero, mi enfado. ¿Por qué mierda tengo que dormir con una chica que quiere matarme?
Sin darme cuenta, mis pasos me llevan hasta una habitación conocida: la de Michael.
Toco el pomo de la puerta y lo giro lo más despacio que puedo, pero aún así la puerta cede y suelta un crujido. Camino de cuclillas y la madera suena debajo de mis pies. Un cuerpo se revuelve en su cama y me fijo en que las dos están ocupadas. ¿Son no se había marchado?
Pienso en que Michael me ha mentido para meterse en mi cama y aunque intento enfadarme, sólo consigo soltar una carcajada de frustración. No sé si porque no puedo más cabreada o porque de verdad me hace risa.
Voy a la primera, la del cuerpo que se había movido. Reconozco algunos rasgos de su rostro, así que Son no es, porque no lo conocía. Después de intentar no despertarle, consigo destaparle la cara totalmente y descubro que es Fabio.
Decido no molestarlo y me dirijo a la cama de Michael. Levanto la colcha sin miramientos y ahí está él, con el brazo derecho debajo de la almohada y el izquierdo echado sobre el colchón. Sólo lleva una camiseta de manga corta.
Me quito el vaquero y me introduzco en la cama sigilosamente. Quito su brazo izquierdo del colchón y me tumbo. Su brazo se cierra alrededor de mi cintura y me acerca a él. Tiene los brazos calientes.
-Eh -susurra, con una voz ronca profunda-, ¿vienes a meterme mano?
Sé que es tan dormilón como yo, así que no entiendo por qué no se molesta por haberlo despertado.
-No. -Río-. Laura está durmiendo en mi habitación con Channel y...  no sé. Me da miedo.
Su brazo se estrecha aún más alrededor de mi cintura y siento cómo las pulsaciones de mi corazón se aceleran.
-En ese caso, puedes quedarte.
Me doy la vuelta y me quedo a unos centímetros de su cara. No puedo nítidamente porque no hay luz, pero distingo una sonrisa y unos ojos casi cerrados e hinchados.
-¿En cuál no?
-En ninguno -susurra, antes de dejar un beso en mi clavícula-. Puedes venir siempre que quieras.
Produce una risa gutural y antes de darme cuenta, el sueño me invade.

El sonido molesto del reloj me despierta. Espero a que Michael lo apague, pero cuando abro los ojos veo que no está. Lo apago y vuelvo a taparme bajo las mantas.
-Alexia, despierta ya.
Es Michael, reconozco su voz y sé que está cerca. No respondo, intento no hacerle caso hasta que siento sus dedos en mis muñecas, haciéndome cosquillas. Sonrío y él me caza.
-Venga, despierta. -Retira el cabello de mi cuello y después deja un beso pegado en él.
Me levanto estirando los brazos detrás de mí y sólo quiero correr a lavarme los dientes para poder besarlo. Veo a Fabio sonriendo hacia mí.
-Buenos días, Fabio.
-Buenos días, Alexia -dice él, mientras saca los pies de la cama-. Veo que no perdéis el tiempo.
Siento cómo me sonrojo y Michael me sonríe. Sólo lleva unos vaqueros y me concentro en no fijarme en sus abdominales.
-Alexia -dice, cuando ve que no me muevo-. Vístete ya.
Misión fallida.
Me dirijo al baño y allí me visto. Me lavo la cara, me peino y me lavo los dientes con mis dedos. Muy femenino.
Me dejo la camiseta del pijama y cuando salgo Michael se ríe a carcajadas.
-¿La camiseta te la dejas?
-No tengo ganas de ir a mi cuarto a por otra.
-Toma, una sudadera mía.
Se acerca a su mesita y saca una sudadera azul turquesa, con un sello que me suena en la parte delantera. Saca una camiseta para él y se la coloca antes de tirarme la sudadera. La cazo al vuelvo y voy hacia el baño cuando susurra:
-Pero esta vez, no te cambies en el cuarto de baño.
Me sonrojo y veo que Fabio ya se ha ido. Niego con la cabeza y voy hacia el baño, pero Michael me corta el paso antes de llegar. Se apoya en el marco de la puerta y une sus labios a los míos. Guía mis brazos hasta su nuca y sus manos empiezan a subir mi camiseta.
-No te voy a morder.
Siento los huesos temblando y los músculos encogiéndose, pero me digo que me da igual, que debo perder la vergüenza.
La saca la tira al suelo, cuando separa sus labios de los míos para mirarme, me coloco la sudadera lo antes posible y él sonríe, lamiéndose los labios.
-La próxima será mejor.

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