miércoles, 20 de marzo de 2013

Capítulo 33: "Eco."

¿Quiénes pueden ser los que no son vírgenes? Sé que Michael ha sido uno, pero no consigo saber los demás. No he oído ninguna palmada por donde estoy sentada, así que supongo que Carol, Valerie y Angy no han sido.
¿Fabio? ¿Bella? ¿Channel? ¿Alejandro? ¿Laura?
-¿Quién sigue? -pregunta Fabio, haciendo que deje mis pensamientos por un segundo.
Levanto la mano y Fabio sonríe y asiente. Se apagan las luces y Carol me aprieta la mano. Digo lo primero que se me pasa por la cabeza:
-Yo nunca he sentido nada por Carol.
Se oyen dos palmadas antes de que Carol me de un codazo en el estómago y me diga lo mala que soy.
Vuelven las luces. Nos miramos las caras, dos personas sienten o han sentido algo por Carol. Fabio y... ¿quién?
Al cabo de cinco minutos, no han hecho ninguna pregunta divertida y con jugo.
-Me aburre este juego -afirma Bella.
No puedo estar más de acuerdo con ella.
Carol, Valerie y Angy se estiran: se han quedado medio dormidas. Después se levantan poco a poco y se todos se marchan, exceptuando a Fabio y Michael, que se quedan conmigo.
-¿Quién siente algo por Carol? -pregunta Fabio, antes de tirarse a mi lado en el sofá.
-Tú y alguien más ha aplaudido.
Propicia una carcajada que hace que lo mire sorprendida.
-¿Qué te hace pensar que me gusta Carol?
-Dejemos a parte las obviedades -dice Michael, mientras ambos reímos. Se sienta a mi lado y me mira-. ¿Alejandro? 
La mirada de Fabio se reparte por segundos entre Michael y yo. Levanta una ceja y declara:
-No creo...
-Voy a averiguarlo.
Me levanto del sofá y Fabio me guiña un ojo. Salgo del salón y las busco en la biblioteca, la cocina y el jardín; donde están sentadas en un trozo de césped.
Me acerco a ellas y me siento al lado de Angy.
-¿De qué habláis?
-De Shakespeare no te jode. ¿De qué va a ser? -pregunta Carol, antes de soltar una carcajada-. De tu yo nunca, cabrona. 
-Han aplaudido dos, pillina. -Le doy pequeños toques en los costados con los índices-. Eres una ligona.
-Uno.
-No, dos.
-Una he sido yo.
Nos mira a todas y nos quedamos sin habla. Angy y yo nos tumbamos en el césped y no podemos parar de reír.
-Como iba diciendo, sólo ha sido uno. ¿Te imaginas que es Fabio?
-Ni idea -le digo, sonriendo-. Nos vemos después, tengo que hablar con Michael.
Es la primera excusa que encuentro para salir de allí y contarle a Fabio que Carol está colada por él. Camino hacia el salón, donde Fabio y Michael hablan tranquilamente. Lo primero que veo es a Michael asintiendo a algo que dice Fabio. Tiene la mandíbula muy marcada y se moja los labios en cuanto me ve.
¿A qué había venido yo aquí?
Me siento entre los dos y Fabio me mira expectante. 
-Aquí está La Celestina. La segunda palmada ha sido de Carol.
Fabio suspira, después se ríe y habla:
-Por eso me gusta...
-Hablando de confesiones -susurro-, ¿tú has aplaudido al yo nunca lo he hecho?
-Sí. ¿Por qué?
-Estoy descartando para saber quiénes son los que han aplaudido.
Michael y Fabio se miran y Michael rueda los ojos.
-Cotilla...
Odio el amor en público, así que le doy un pellizco en el pezón y él se echa hacia atrás de dolor. Se ríe antes de reincorporarse en el sofá y robarme un beso.
Me despido de los chicos y subo a mi cuarto. Cuando entro, no está Channel. 
Me fijo en que mi móvil está parpadeando, así que lo cargo mientras recojo un poco la habitación. Después lo agarro y veo que tengo algunos whatsapps: uno de Blanca, la chica de la cafetería y otro de Alice.
Ha cambiado su foto de perfil por una de Cristiano Ronaldo en ropa interior. 
Alice fea: 
Hola puta. Cuéntame cosas!!!
Yo:
No sé qué contarte. Hemos estado jugando a yo nunca y ahora estoy en mi cuarto
Y hay una chica rara que me mira con intención de cortarme en cachitos y dárselos de comer a mi perro
¿Tú te acuerdas de una chica de la que nos reímos porque se cayó trepando la cuerda?
Alice fea:
¿Qué pregunta ha sido la más interesante?
Será porque soy bastante mala, pero no
Yo:
Yo nunca lo he hecho. Michael, otro chico y alguien más que no sé han aplaudido
Es pequeña, castaña y tiene los ojos verdes o algo así
Alice fea:
Laura, ¿la chica que estuvo con Adam?
Yo:
k ise loka
Alice fea:
Es físicamente como dices y nos reímos de ella antes de que fuera novia de Adam y nosotros lo conociéramos
Yo:
Puede ser que sea ella, no sé
Alice fea:
La tercera es ella
Yo:
¿La tercera de qué?
Alice fea:
Que no es virgen. Adam siempre fardaba de que se la había tirado en dos días
Pobre chica
Sin responderle, suelto el móvil en la mesita y bajo las escaleras corriendo y saltándolas de dos en dos. En la última tropiezo y me choco con el sofá donde están Michael y Fabio. Michael me mira y corre hacia mí preocupado, me pregunta si estoy bien y les cuento que Laura es la tercera palmada.
-Parecía más monjita, ¿no?
-A mí no me mira como lo hacía la monja del orfanato -afirma, riendo.
Me siento entre los dos antes de que las chicas entren del jardín. Veo que Carol mira a Fabio y parece que Michael me lee el pensamiento: se levanta y se va a un sillón. Cuando se sienta, me mira y da un toque en él para que vaya a sentarme con él. 
Camino hacia él, no sin antes señalarle a Carol el sitio al lado de Fabio. Ella se acerca tímida y se sientan lejos uno del otro, aunque hablan entre ellos. Algo es algo.
Me siento entre las piernas de Michael en el sillón y apoyo mi cabeza en su brazo. 
Si pudiera elegir un momento que guardara para siempre, sería este. Piel con piel, en un cómodo sillón, caliente salón y Michael. 
Lo miro mientras mira hacia Fabio y Carol y cuando se da cuenta, me sonríe. Me da un  beso rápido y hablamos con Fabio y las chicas.
No es muy difícil adivinar que no presto ni pizca de atención a lo que dicen, pero hay un motivo más que razonable: Michael dibuja con su dedo índice un corazón en mi nuca y sus iniciales en mi brazo.
Cuando dibuja una M y una A en mi brazo lo miro.
-No pongas esa cara de cachorrito, Alexia. No me voy a la guerra.
-Cincuenta y seis horas...
-Esas son muchas horas, ¿sabes?
Nos reímos y él se pone serio.
-Espera. 
Se zafa de mí y se levanta y va hacia el despacho de Paul. Fabio me mira y yo no sé qué decirle que está haciendo, porque ni yo lo sé.
Creo que lo conozco hasta que hace este tipo de cosas. 
¿Querrá quedarse más tiempo? No creo que Paul lo deje y no quiero retenerlo aquí. 
Pasan lo que para mí son veinte largos minutos hasta que Michael sale de él sin alguna expresión. Me levanto del sofá, él se acerca y se sienta.
El corazón me va a mil y mi aliento lucha por tener algo de ritmo.
-¿Qué pasa? ¿Qué has hecho?
-¿Te apetece una tarde en Londres, solos? 
Sonríe de oreja a oreja y me besa. Subo a mi habitación y busco algo más arreglado que ponerme. Quizás vayamos a un restaurante bonito, o al cine, o al teatro...
No tengo mucha ropa de arreglar, así que busco como una histérica algo decente para ponerme. No quiero hacer esperar a Michael, así que me enfundo una falda de tubo negra, medias oscuras y unas botas negras. Me pongo una camiseta azul turquesa y una chaqueta negra. Me lavo los dientes, me echo un poco de perfume y lista.
Bajo las escaleras como Rose en Titanic y él se ríe a carcajadas. Cuando llego a él me coge la mano y la besa.
-Está guapísima. 
Aún con mi mano en la suya, me guía hacia la puerta y después al frío viento. Busca algo en su chaqueta y unas luces se encienden. Es un coche negro al otro lado de la acera.
-¿Es tuyo?
-De Paul. Me lo deja por esto de que dentro de nada tengo dieciocho.
-¿Sabes conducir?
-Según los policías y las multas, no -afirma, y yo retrocedo hacia la Organización-. Es broma, Alexia. Claro que sé.
Me abre la puerta del copiloto y me siento en el asiento de piel negra.
-Gracias -digo sonriente, antes de que cierre la puerta y se monte en el otro asiento.
Las llaves entran en contacto con la ranura y el motor ruge.
A veces mantiene la mano en la palanca de marchas y otras la pone en la barbilla. Otra imagen que guardaré para siempre.
-¿Cuánto queda?
-Unos diez minutos, tranquila.
No hablamos en el trayecto porque ni yo estoy segura de que Michael sepa llegar. Lleva unos vaqueros, una sudadera, un abrigo grande y unas botas oscuras. Como se presente así en el restaurante no nos dejarán entrar.
Michael aparca y no puedo ver mucho aparte de la nieve. Me abre la puerta y me ayuda a bajar. ¿Esto es Londres?
Estamos en un parque nevado, con un lago enorme apunto de congelarse.
-¿Y el restaurante? -pienso, pero sin darme cuenta lo he dicho en alto.
-¿Pensabas que iba a gastar nuestra preciosa tarde en un restaurante lleno de gente donde no puedo concentrarme en el sonido que haces cuando te ríes?
Sonríe y yo le doy un golpe en el hombro. Se coloca a mi lado y dibuja el horizonte con una línea que hace su mano.
Es un escenario gélido, triste y bonito. Tal y como me gustan.
-Pero si es primavera, ¿cómo puede estar nevado?
-¿Aún no conoces Londres? El clima va como quiere.
Me mira y echa a andar. Lo sigo sintiendo el frío en la nariz y el sonido que hacen mis botas en la nieve. Me paro a contemplar el lago y toco el trozo de hielo que acaba de formarse hace unos segundos.
-¿Qué haces, vienes? -grita Michael, mientras me hace un gesto con el brazo.
Me lleva unos cinco metros y corro para alcanzarlo. Me monto a su espalda y me lleva a caballito.
-¿Cómo es que conoces esto?
-De pequeño, no quería estar en el internado y me marché en autobús a Londres. Cuando llegué empecé a seguir las calles sin rumbo, hasta llegar aquí. 
-Es bonito -susurro y él asiente-. ¿A cuántas chicas has traído aquí? 
-A ti y a mi ex. 
-No soy la primera...
Él se ríe y me mira sonriente.
-¿No crees que es mejor ser la última?
-Eres feo, tendré que ser la última... 
Reproduzco una carcajada que creo que hace eco en todo el parque nevado.
-Te lo has ganado.
-¿Ganarme el qu...?
Antes de terminar, se da la vuelta y se dirige al lago. Se mete de lleno en él y sus vaqueros empiezan a empaparse. En menos de un segundo el agua llega hasta su cintura y también a mis botas.
-¡Michael! ¡Para, para!
Vuelvo a gritarlo pero parece que no me hace caso y se sigue introduciendo. Siento el agua en los tobillos y vuelvo a gritar.
-¡Vale, lo siento, lo siento! -chillo alterada-. ¡Perdóname!
Se queda donde está unos segundos antes de dar la vuelta y salir del lago.
-Tendré que hacerlo... 
Me deja en el suelo y se ríe a carcajadas.
-No le veo la gracia. Ahora estoy congelada. Te odio.
-¿Crees que los feos somos cabrones? Sólo por saber.
Sigo andando y él me sigue. Me hago la enfadada para ver lo que hace. Me sigue corriendo y se pone delante de mí, cortándome el paso.
-Ha sido una broma, Alexia. No te lo tomes así.
Mis dientes empiezan a castañear y me noto los pies congelados. Me quedo ahí, mientras veo cómo Michael me mira los labios y se lanza a mí.
Me agarra ambos lados de la cara con sus manos y sus labios se funden con los míos morados y fríos. Cuando me separo de él (después de bastante tiempo), sonrío.
-Estaba fingiendo, Michael. No estaba enfadada.
Se agacha y me tira una bola de nieve a la pierna. Suelto una carcajada y él sonríe.
-Ojalá este parque pudiera guardar el eco de tu risa para siempre.

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