viernes, 21 de diciembre de 2012

Capítulo 20: "Jugando a juegos".

No podía disfrutar de los libros tanto como me gustaría por culpa de Michael y Channel.
El primero disfrutaba haciéndome sufrir. La segunda estaba desaparecida.
-Si quieres nos vamos, no quiero que estés obligada. -Bella me dijo, antes de beber un poco de café.
-No estoy obligada. No me molesta -mentí.
Me molestaba que estuviera rodeado de todas esas chicas.
Me giré para observarle mejor. Odiaba estar así. No quería estar celosa, ni tener nada que ver con él en la vida. Pero no podía evitarlo: cada vez que intentaba quitarle los ojos de encima, lo miraba con más detalle.
Nuestras miradas se cruzaron otra vez, pero esta vez, él giró la cabeza hacia una rubia y ella le tocaba el pelo. Michael me miró y me dedicó una sonrisa.
Pude saber lo que estaba pensando. "Ahí la llevas".
Mi cabeza me gritaba que parara. No teníamos nada y no lo tendríamos nunca más. Pero no podía.
Dios, lo odiaba.
-¿Crees que lo hace para darte celos? Porque yo sí.
-No sé -dije, confusa-, a lo mejor le gusta.
Bella estalló en una carcajada.
-Sí -afirmó, seria-. Por eso cada vez que le miras está mirándote. Te creía más inteligente. 
No respondí. Y me odié por ello, porque estaba alegre. Un pedazo de mí se alegró de que él siguiera deseándome.
-Está jugando -añadió Bella.
¿Jugando?
Una idea brilló dentro de mí. Yo también sabía jugar al mismo juego. Y tenía al mejor jugador.
Adam.
-Ni se te ocurra -me prohibió Bella, leyendo mi pensamiento-. No. Te van a odiar.
Aunque me molestaba, llevaba razón. No quería perderlos a ambos, así que tenía que renunciar a eso.
-Voy a ser madura y no jugaré a lo mismo -dije, media verdad media mentira-, pero no me puede ver jodida.
La sonrisa de Bella desapareció y se llevó las manos a las sienes. Mostró una mueca de dolor y cerró los ojos.
-¡Bella! -exclamé, asustada-. ¿Qué pasa?
-Nada, tranquila. Tengo que ir a tomarme las pastillas.
-¿Qué pastillas?
-Son una receta de un doctor de Londres amigo de la Asociación. Son unas que impiden que me vuelva loca. Tengo que tomarlas cada ocho horas. Sino, oigo todos los pensamientos y me explota la cabeza -me explicó, tranquila-. Nunca me ha explotado, tranquila.
Reí y ella se levantó, algo tambaleante.
-¿Quieres que te acompañe?
-¡No, tranquila! Nos vemos más tarde.
Ella se marchó y me dejó sola. Bueno, no sola, con mis pensamientos.
La peor compañía.
No quería ser inmadura, pero quería que Michael sintiera lo que yo sentía. Dolor, rabia.
No iba a joder a Adam, así que pensé en otra cosa.
Pensé en un lugar donde Michael me viera mejor y pude ver un sillón a unos pocos metros de él. Me acerqué a él y me senté. Me revolví el pelo y los rizos cayeron por su propio peso, formando unos rizos definidos y alborotados sobre el respaldo del sofá. Me crucé de piernas y ojeé las páginas del libro sin ganas, prestando más atención en la reacción de Michael.
Éste estaba pasando una hoja de su libro y desvió la mirada a mi anterior sillón. Al ver que no estaba, buscó por toda la biblioteca con la mirada. Finalmente, me encontró.
Fue inspeccionando y subiendo con su mirada desde mis pies hasta mis ojos y se quedó mirando unos segundos a los últimos. Humedecí mi dedo índice y pasé de página. Después me coloqué el pelo al lado contrario de la parte que Michael veía. Le miré por unos segundos y volví a bajar mi vista.
Perfecto. Dejé el libro en la mesita de al lado y me levanté. Pasé por su lado sin mirarlo y me dirigí al salón.
Los chicos seguían jugando. Me senté en el sofá y descansé por unos minutos.
Me sentía genial, extraordinariamente bien.
Pensé en lo que había hecho de nuevo y mi estado de humor cambió. Me sentía horrible, sucia.
¿Acaso conseguía así que volviera conmigo? No. Me daba pena.
Una voz masculina me distrajo.Después apareció Alejandro, que se sentó a mi lado.
-¿Cómo te fue con Bella?
Me giré cuando el peso del chico se echó al lado en el sofá. Era Alejandro.
-Bien -le informé, sonriendo-, ha ido a tomarse unas pastillas para su poder.
-Ah sí, me lo contó. ¿Y qué tal con Adam y Michael?
Vaya. ¿Todo el mundo sabía lo mío o qué?
-Paso. Lo único que me preocupa es Channel, no sé dónde está.
-Llámala.
-Creo que tengo el móvil en la habitación y estoy muy cómoda para levantarme ahora. 
-Duerme -dijo.
Cerré los ojos antes de que pudiera contestar y desperté llena de energía.
Sentía un hombro en el cuello. Me había dormido encima de Alejandro. Sentí unos dedos en mi muñeca. Alejandro me estaba haciendo cosquillas.
Emití una especie de gruñido por lo bajo, para despertarme. El tacto de las cosquillas desaparecieron y abrí los ojos. Me giro y abro la boca.
Los ojos verdes me dan los buenos días y su sonrisa me despeja.
-¿Qué haces aquí? ¿Qué quieres?

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