sábado, 24 de noviembre de 2012

Capítulo 17: "Juventud, divino tesoro."

Después de haberme dado de alta, y haber vuelto a la organización; quería hablar con mi padre. Decidí hacerlo en un lugar que me gustaba desde pequeña, al que iba con él los domingos por la mañana.
El Sugar 60's.
Era un bar ambientado en los sesenta, a las afueras de la ciudad. Su única trabajadora era una camarera encantadora, Roxi, que trataba a todos sus clientes con cariño y sin duda ella era la razón por la que ese bar seguía teniendo algún que otro cliente.
Iba vestida con un vestidito rosa con un delantal, patines y un cardado de al menos cinco centímetros. Salió de la barra y nos miró. Su sonrisa apareció y con ella sus dientes amarillos.
Colocó un cigarrillo entre sus labios y patinó hasta nosotros con increíble habilidad.
A saber cuánto llevaba haciendo esto.
Sacó una libretita pequeña en la se podía leer Sugar 60's a pesar de que la tinta casi había desaparecido.
-Georgin, ¡cuántísimo tiempo! Te has olvidado totalmente de nosotros...
¿Georgin? ¿Qué nombre era ese? Miré a mi padre y él sonrío a Roxin.
-¡Roxin! -Exclamó, eufórico- Sí, desde que la pequeña se ha hecho mayor no vengo mucho a visitaros -dijo mientras se saludaban con un abrazo.
-No me digas... ¿Esta es Alexia?
Sus ojos se posaron en mí y sonrío como si hubiera descubierto América.
-Cómo pasa el tiempo -continuó-. Hace dos días venía llena de trencitas y falditas de flores; y mírala ahora. Eres toda una mujer. Aunque supongo que tú no te acordarás de mí. Es toda una pena.
-No, lo siento -le afirmé, con una sonrisa de disculpa. Pude sentir cómo ponía la cara de cachorrito y me reí.
-¿Y qué hacéis por aquí?
-Se ha roto la nariz. Nada grave.
La sonrisa de Roxin desapareció y sentí su mirada de pena en mí. Lo que faltaba. ¡Sólo me había roto la nariz!
-¿Qué os sirvo?
-Yo quería un café descafeinado con leche.
-Qué poco llevas los sesenta en las venas, papá. Yo un Banana Split -pedí, para que dejara de sentir pena por mí-. Con mucho chocolate, por favor.
Sacó un rotulador negro y lamió la punta para que la tinta fluyera mejor. Apuntó el pedido y sonrió.
-Así me gusta, una sesentera en toda regla.
Nos retiró los menús y se marchó patinando a alta velocidad.
-¿Qué ha pasado con los chicos? ¿No te aclaras?
Ay. ¿Iba a hablar de chicos con mi padre? No. No. No.
-No. No sé, contigo no puedo hablar de esto -afirmé, ruborizándome-. Es incómodo.
-¿Por qué no pruebas a estar un tiempo sola? Con tu edad es mejor disfrutar de todo, ya habrá tiempo para los chicos. 
Su mirada tierna me hizo sonreír. Quizás sólo quería que disfrutara de la vida. O que no estuviera con chicos.
De algún modo, llevaba razón. Mejor sola que mejor acompañada.
Pero yo sabía que mi compañía no era mala. Aunque lo que había pasado me hacía pensar que sí. Rivalidad, líos, peleas: ¿era buena compañía? No.
Mi cabeza era un lío y lo mejor era que hiciera caso a mi padre. Ellos nunca se equivocan. 
¿Verdad?
Saqué el móvil del bolso negro. Quise mandar un mensaje a Michael y a Adam, pero me arrepentí al segundo.
Era rastrero y patético dejar a alguien por sms. Iba contra mis principios, así que lo guardé de nuevo y miré otra vez a mi padre. Miraba su paquete de tabaco encima de la mesa.
Roxi apareció a toda prisa con el Banana Split y el café en la bandeja. Se tambaleaba de un lado a otro, pero parecía saber controlarlo.
-Tomad, amores -dijo, colocando cada uno de los pedidos en la mesa.
-Puedes salir a fumar si quieres papá, estaré bien.
Él negó con la cabeza y se guardó el paquete en el bolsillo.
Mientras comía mi Banana Split, encontré una servilleta debajo del plato y miré a Roxi preocupada. Se había dejado algo importante y no lo sabía. Le señalé la nota y ella me guiñó el ojo. ¿Qué?
Supuse que podía leerla, así que lo hice.
Pude leer con una letra curva y elegante "Juventud, divino tesoro". 
Guardé la servilleta en el bolso, y miré a Roxi. Sonrió y se dirigió a la cocina.
Creía haber captado el mensaje, era justo lo que mi padre me había comunicado minutos antes. Sólo se es joven una vez en la vida y yo no iba a desperdiciar la mía con chicos.

Después de haber estado hablando con Roxi y mi padre durante un largo rato, salimos del Sugar 60's.
Mientras mi padre se montaba en el coche, me despedí de Roxi y le lancé un beso.
Seguramente ella era una mujer sabia y con mundo, pero había terminado trabajando en un bar de carretera al que sólo iban dos clientes.
Me dio pena. No como cuando alguien se rompe la nariz, sino pena. Pena de verdad.
Ella atrapó el beso y lo acercó a su corazón. 
Me monté en el coche y miré el móvil: 18:42.
Aunque el trayecto era muy corto, puse música para despejarme. La lista de reproducción de Ed Sheeran empezó a sonar y con ella, mis ideas.
Me quedé callada observando el paisaje hasta la organización. Todo parecía raro al salir de allí. La carretera me pareció una invención preciosa, el olor a cigarrillo me tranquilizó y estar en el Sugar 60's me hizo sonreír.
Bajé del coche y paré la música. Mi padre me despidió y me dijo que vendría a verme más tarde.
Andé varios pasos hasta que me di cuenta. Estaba sentado en las escaleras, con la mirada baja y escuchando música. Lo miré varios segundos y entonces él lo hizo. Bajé la mirada avergonzada y él también lo hizo.
-¿Acaso estás enfadado? -le pregunté, parándome a dos pasos de él.
-¿Tú que crees?
-No deberías.
-Es como si me hubieras engañado -afirmó, claramente con celos-. De hecho lo has hecho.
-Podrías quitarte los cascos para hablar conmigo.
-Sí, lo que diga la señorita.
Lo que me faltaba. 
-¿Por qué estás enfadado? He decidido no estar con nadie. ¿Acaso no es eso mejor que estar con Adam? Te he hecho caso.
-Estoy enfadado porque... no sé por qué -dice, removiéndose el pelo rizado-. Confié en ti, pensé que eras diferente, pero no. Eres la típica chica que utiliza a los chicos como pañuelos.
Pude sentir una patada en el estómago y reprimí las arcadas. 
-Te equivocas, yo no soy así, yo sólo...
-¿No eres así? -preguntó, no dejando que me explicara.- Una chica que sale con dos chicos a la vez, ¿qué es? Porque teóricamente eso es lo que has hecho.
-¡Teóricamente tú me has pegado!
Las palabras salieron de mis labios con rabia y desesperación. Me estaba llamando puta. Lo estaba haciendo. Y yo no era de ese tipo de chicas. No había besado a nadie hasta que conocí a Adam.
Levantó la mirada del suelo y se paró en mis ojos. Estaba dolido, lo sabía. Nuestras miradas estuvieron conectadas por más de diez segundos y entonces habló:
-Sabes que no es así.
-Teóricamente sí -le imité, antes de empezar a subir las escaleras.
Podía sentir la rabia corriendo por mis venas. Cada pisotón a las escaleras hacía que me tranquilizara.
-No, Alexia, espera.
Me detuve en seco dos escaleras antes de la segunda planta y me di la vuelta para mirarlo. Quería ver su rostro.
-¿Sabes? Yo también pensé que eras diferente. Dulce, simpático, un poco tímido, divertido -dije, e intenté reprimir la sonrisa que luchaba por salir de mí-. Te daba igual pillar un virus por mí, o incluso quedar como un idiota presentando a tu ex-novia a mi padre como tu actual novia. Pero cuando me diste el puñetazo, tú me dijiste: "Pensaba que me moría". Pero soy yo la que piensa que va a morir, porque me estás fallando. Me has dicho que utilizo a los chicos. ¡No estaba enamorada de Adam, nunca lo he estado y nunca lo estaré!
Estallé con la fuerza de mil cohetes.
-Si me hubiera llenado Adam, no me hubiera acercado a ti. Tú has sido el único, Michael. Pero ahora... está claro que eres diferente.
Me giré y subí las escaleras restantes.
-¡Espera, Alexia!
Bajé para terminar con él.
-¿Sabes? Hoy me han enseñado que la vida pasa rápido, y más aún la juventud. Y no voy a esperar aquí, para pelearme contigo, porque sabes que no tienes razón. No voy a desperdiciar mi tiempo contigo.
Subí hasta la puerta de la organización y la cerré de un portazo.
Adiós Michael.


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